Come, Corre Y RecuerdaMuestra

Toda la historia de redención

El concepto del sacrificio es como un hilo de grana entretejido en toda la historia de redención de Dios. Cuando Adán y Eva pecaron en el huerto de Edén, su pecado fue cubierto con la muerte de un animal. Antes del éxodo de Egipto, se sacrificó un cordero por cada unidad familiar. Luego anualmente, en el Día de la Expiación, el sacerdote entraba al Lugar Santísimo a presentar la sangre del sacrificio a favor de la nación, después de poner sus manos sobre la cabeza de un macho cabrío que era enviado al desierto (el «chivo expiatorio») llevando los pecados del pueblo. Finalmente, en la cruz, Jesús, el Cordero de Dios, sacrificó su vida por todo el mundo.

Esto muestra su plan de sacrificio: primero por una pareja, luego por una familia, luego por una nación y, finalmente, por el mundo. Como una piedra echada en un estanque, las ondas de su perdón irradian en un círculo cada vez más amplio. Ahora cada uno de nosotros, judíos o gentiles, que creemos, somos hechos justos delante de Dios por el sacrificio, dado gratuitamente, de Jesucristo el Cordero de Dios. La noche de la primera Pascua, el cordero que fue inmolado libró a los israelitas de la muerte; y hoy, Jesús es nuestro Cordero Pascual.

Ninguna vida que valga la pena vivirse está libre de sacrificio: sacrificio escogido. Hay una diferencia entre el sacrificio forzado y el sacrificio escogido. Cuando escogemos sacrificarnos voluntariamente, nuestra fe crece porque estamos diciendo: «Dios, Tú eres suficiente». Crecemos espiritualmente cuando nos abstenemos por una razón más profunda.

En la narrativa bíblica Dios se sacrificó por nosotros, y luego nos llama a responder; presentando nuestra vida como sacrificio vivo. El sacrificio presente en la cena de Pascua es luego exigido de los comensales.

La voluntad de Dios requiere sacrificio. Si no te costó, probablemente no lo hiciste para Él. ¿Esto muestra un aspecto castigador de Dios? No, es justo lo opuesto. Muestra su generosidad para usar el sacrificio como una herramienta para remover nuestro bagaje sobrante. El gran amor de Dios requiere que rindamos nuestra comodidad. La vida real se encuentra en el sacrificio, no en la adquisición.

La voluntad de Dios requiere sacrifico, pero milagrosamente el sacrificio se convierte en una bendición. La mayoría de nosotros vivimos en la tensión entre comprar y dar, servir y consumir, y ambos están bien, pero inclínate hacia el sacrificio.