¿Por qué es bueno compartir? Decilo en 60 segundosMuestra

Si aprendes a compartir, nunca estarás solo

Compartir es un hábito que debe ejercitarse a diario, como cualquier otro. Al principio necesita un esfuerzo de adaptación, pero luego sucede naturalmente. Cuando alguien decide compartir, está decidiendo abrirse a otras personas, a tener amistades, posiblemente a encontrar el amor, a tener tiempos de calidad con seres amados; pero aún más, decide compartir para no estar solo. 

Estar solo por un tiempo puede ayudarnos a descubrir quiénes somos, qué queremos; inclusive, a encontrarnos con Dios, pero esto es saludable solo por un tiempo determinado. En el libro de Eclesiastés, capítulo 3, encontramos que Salomón nos habla de que existe tiempo para todo. Si bien no nos dice nada específicamente de la soledad, podemos deducir, por todos los ejemplos que nos brinda, que existe un tiempo para estar solo, pero también para estar acompañados.

La compañía trae alegría a nuestra vida. Dios nos anima a ser amigos y a tenerlos, a tener familia, a ser buenos hermanos en Cristo. El compartir es la base de todas nuestras relaciones interpersonales, pero lo principal es querer hacerlo. Cuando comenzamos una relación laboral, sentimental o interpersonal, ponemos en práctica la confianza, la voluntad, la comunicación, la disposición, el conocimiento y un sin fin de acciones que son fruto del compartir. Es el ciclo de dar y recibir. 

Por eso cuando decidimos que queremos compartir, proponernos en nuestro corazón dejar a un lado el orgullo y abrirnos a los demás. El egoísmo nos lleva a un solo camino, el de la autojustificación y la destrucción de nuestras relaciones interpersonales. Es necesario reconocer que “solos”podemos llegar a un lugar, pero “en compañía” podemos llegar más lejos. 

Uno de los momentos que menos me gusta del día es cuando me toca comer solo. Me acostumbré a compartir la mesa con otros, a contar alguna anécdota, a tener una conversación ligera o, tal vez, alguna profunda. El tema es compartir. Si te cuesta hacerlo invita a alguien a tu tiempo de almuerzo o de cena y háblale de tu experiencia con Cristo. Habrás hecho dos cosas buenas, interactuar con alguien y compartir tu vivencia espiritual. 

¡Si aprendes a compartir, nunca más estarás solo!

 Osvaldo Carnival