Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

Salmos 78:1-39

Salmos 78:1-39 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Escucha, pueblo mío, mi ley; Inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. Abriré mi boca en proverbios; Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, Las cuales hemos oído y entendido; Que nuestros padres nos las contaron. No las encubriremos a sus hijos, Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, Y su potencia, y las maravillas que hizo. Él estableció testimonio en Jacob, Y puso ley en Israel, La cual mandó a nuestros padres Que la notificasen a sus hijos; Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; Y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, A fin de que pongan en Dios su confianza, Y no se olviden de las obras de Dios; Que guarden sus mandamientos, Y no sean como sus padres, Generación contumaz y rebelde; Generación que no dispuso su corazón, Ni fue fiel para con Dios su espíritu. Los hijos de Efraín, arqueros armados, Volvieron las espaldas en el día de la batalla. No guardaron el pacto de Dios, Ni quisieron andar en su ley; Sino que se olvidaron de sus obras, Y de sus maravillas que les había mostrado. Delante de sus padres hizo maravillas En la tierra de Egipto, en el campo de Zoán. Dividió el mar y los hizo pasar; Detuvo las aguas como en un montón. Les guio de día con nube, Y toda la noche con resplandor de fuego. Hendió las peñas en el desierto, Y les dio a beber como de grandes abismos, Pues sacó de la peña corrientes, E hizo descender aguas como ríos. Pero aún volvieron a pecar contra él, Rebelándose contra el Altísimo en el desierto; Pues tentaron a Dios en su corazón, Pidiendo comida a su gusto. Y hablaron contra Dios, Diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? He aquí ha herido la peña, y brotaron aguas, Y torrentes inundaron la tierra; ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo? Por tanto, oyó Jehová, y se indignó; Se encendió el fuego contra Jacob, Y el furor subió también contra Israel, Por cuanto no habían creído a Dios, Ni habían confiado en su salvación. Sin embargo, mandó a las nubes de arriba, Y abrió las puertas de los cielos, E hizo llover sobre ellos maná para que comiesen, Y les dio trigo de los cielos. Pan de nobles comió el hombre; Les envió comida hasta saciarles. Movió el solano en el cielo, Y trajo con su poder el viento sur, E hizo llover sobre ellos carne como polvo, Como arena del mar, aves que vuelan. Las hizo caer en medio del campamento, Alrededor de sus tiendas. Comieron, y se saciaron; Les cumplió, pues, su deseo. No habían quitado de sí su anhelo, Aún estaba la comida en su boca, Cuando vino sobre ellos el furor de Dios, E hizo morir a los más robustos de ellos, Y derribó a los escogidos de Israel. Con todo esto, pecaron aún, Y no dieron crédito a sus maravillas. Por tanto, consumió sus días en vanidad, Y sus años en tribulación. Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios; Entonces se volvían solícitos en busca suya, Y se acordaban de que Dios era su refugio, Y el Dios Altísimo su redentor. Pero le lisonjeaban con su boca, Y con su lengua le mentían; Pues sus corazones no eran rectos con él, Ni estuvieron firmes en su pacto. Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía; Y apartó muchas veces su ira, Y no despertó todo su enojo. Se acordó de que eran carne, Soplo que va y no vuelve.

Salmos 78:1-39 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Pueblo mío, atiende a mi enseñanza; presta oído a las palabras de mi boca. Hablaré por medio de parábolas y revelaré misterios de antaño, cosas que hemos oído y conocido y que nuestros antepasados nos han contado. No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del SEÑOR, de sus proezas y de las maravillas que ha hecho. Él promulgó un mandato para Jacob, dictó una ley para Israel; ordenó a nuestros antepasados enseñarlos a sus descendientes, para que los conocieran las generaciones venideras y los hijos que habrían de nacer, que a su vez los enseñarían a sus hijos. Así ellos pondrían su confianza en Dios y no se olvidarían de sus proezas, sino que cumplirían sus mandamientos. Así no serían como sus antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón fluctuante, cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios. La tribu de Efraín, con sus diestros arqueros, retrocedió el día de la batalla. No cumplieron con el pacto de Dios, sino que se negaron a seguir su Ley. Echaron al olvido sus proezas, las maravillas que les había mostrado, los milagros que hizo a la vista de sus antepasados en la tierra de Egipto, en la región de Zoán. Abrió el mar para que pudieran pasar; mantuvo erguidas las aguas como un muro. De día los guio con una nube y toda la noche con luz de fuego. En el desierto partió las rocas y les dio a beber torrentes de aguas; hizo que brotaran arroyos de la peña y que las aguas fluyeran como ríos. Pero ellos volvieron a pecar contra él; en el desierto se rebelaron contra el Altísimo. Deliberadamente pusieron a Dios a prueba y exigieron comida a su antojo. Murmuraron contra Dios y aun dijeron: «¿Podrá Dios preparar una mesa en el desierto? Cuando golpeó la roca, el agua brotó en torrentes; pero, ¿podrá también darnos de comer? ¿Podrá proveerle carne a su pueblo?». Cuando el SEÑOR oyó esto, se indignó; su enojo se encendió contra Jacob, su ira ardió contra Israel. Porque no confiaron en Dios ni creyeron que él los salvaría. Desde lo alto dio una orden a las nubes, y se abrieron las puertas de los cielos. Hizo que les lloviera maná para que comieran; les dio a comer trigo del cielo. Todos ellos comieron pan de ángeles; Dios les envió comida hasta saciarlos. Desató desde el cielo el viento del este y con su poder levantó el viento del sur. Cual lluvia de polvo, hizo que les lloviera carne; nubes de pájaros, como la arena del mar. Los hizo caer en medio de su campamento y en los alrededores de sus tiendas. Comieron y se hartaron, pues Dios les cumplió su capricho. Pero el capricho no les duró mucho: aún tenían la comida en la boca cuando el enojo de Dios vino sobre ellos: dio muerte a sus hombres más robustos; abatió a los jóvenes de Israel. A pesar de todo, siguieron pecando y no creyeron en sus maravillas. Por tanto, Dios hizo que sus días se esfumaran como un suspiro, que sus años acabaran en medio del terror. Si Dios los hería de muerte, entonces lo buscaban, y con ansias se volvían de nuevo a él. Se acordaban de que Dios era su Roca, de que el Dios Altísimo era su Redentor. Pero entonces lo halagaban con la boca y le mentían con la lengua. No fue su corazón sincero para con Dios; no fueron fieles a su pacto. Sin embargo, él les tuvo compasión; les perdonó su maldad y no los destruyó. Una y otra vez contuvo su enojo y no se dejó llevar del todo por la ira. Se acordó de que eran simples mortales, un efímero suspiro que jamás regresa.

Salmos 78:1-39 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

1 (1b) Pueblo mío, escucha mis enseñanzas; atiende a mis palabras. Te hablaré por medio de ejemplos, y te explicaré los misterios del pasado. Son cosas que ya conocemos pues nuestros padres nos las contaron. Pero nuestros hijos deben conocerlas; debemos hablarles a nuestros nietos del poder de Dios y de sus grandes acciones; ¡de las maravillas que puede realizar! Dios fijó una ley permanente para su pueblo Israel, y a nuestros abuelos les ordenó instruir en ella a sus hijos, para que ellos, a su vez, nos instruyeran a nosotros y a las futuras generaciones que todavía no han nacido. Así confiaremos en Dios, tendremos presentes sus grandes hechos y cumpliremos sus mandamientos. Así no seremos rebeldes, como lo fueron nuestros abuelos: tan malvados eran sus pensamientos que Dios no podía confiar en ellos. Los israelitas eran buenos guerreros, pero se acobardaron y no entraron en batalla. No cumplieron su compromiso con Dios, ni siguieron sus enseñanzas. Cuando estaban en Egipto, en la región de Soan, vieron las grandes maravillas que Dios realizó ante sus ojos, pero no las tomaron en cuenta. Dios partió el mar en dos, y para que ellos pudieran cruzar, mantuvo las aguas firmes como paredes. De día, los guiaba con una nube; de noche, los alumbraba con un fuego. Cuando llegaron al desierto, Dios partió en dos una piedra; ¡de ella hizo que brotaran verdaderos torrentes de agua, y así apagaron su sed! Pero nuestros abuelos volvieron a pecar contra Dios: ¡en pleno desierto se pusieron en contra del Dios altísimo! Se les metió en la cabeza poner a Dios a prueba, y le pidieron comida a su antojo. Hablaron mal de Dios, y hasta llegaron a decir: «Aquí en el desierto Dios no puede darnos de comer. Es verdad que golpeó una piedra y que hizo que brotaran grandes torrentes de agua, ¡pero no podrá alimentarnos! ¡No va a poder darnos carne!» Cuando Dios oyó lo que decían, se encendió su enojo contra ellos, pues no confiaron en él ni creyeron que podría ayudarlos. Dios, desde el alto cielo, les dio una orden a las nubes, y del cielo llovió comida: Dios les dio a comer maná, que es el pan del cielo. Dios les mandó mucha comida, y aunque eran gente insignificante comieron como los ángeles. Luego, con su poder Dios hizo que desde el cielo soplaran vientos encontrados. ¡Dios hizo que les lloviera carne como si les lloviera polvo! ¡Les mandó nubes de pájaros, tantos como la arena del mar! Dios dejó caer esos pájaros dentro y fuera del campamento, y la gente se hartó de comer, pues Dios les cumplió su capricho. No les duró mucho el gusto: todavía tenían la comida en la boca cuando Dios se enojó contra ellos. ¡Les quitó la vida a sus hombres más fuertes! ¡Hirió de muerte a los mejores israelitas! Pero ellos siguieron pecando; dudaron del poder de Dios. Por eso Dios les quitó la vida; ¡les envió una desgracia repentina, y acabó con su existencia! Ellos solo buscaban a Dios cuando él los castigaba; solo así se arrepentían y volvían a obedecerlo; solo entonces se acordaban del Dios altísimo, su protector y libertador. Nunca le decían la verdad; nunca le fueron sinceros ni cumplieron fielmente su pacto. Pero Dios, que es compasivo, les perdonó su maldad y no los destruyó. Más de una vez refrenó su enojo, pues tomó en cuenta que eran simples seres humanos; sabía que son como el viento que se va y no vuelve.

Salmos 78:1-39 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Pueblo mío, escucha mis enseñanzas; inclina tu oído a las palabras de mi boca. Abriré mi boca y diré proverbios; hablaré de los misterios de tiempos pasados, de cosas que ya hemos oído y que conocemos porque nuestros padres nos las contaron. No las mantendremos ocultas a nuestros hijos, sino que diremos a las generaciones futuras que el Señor es digno de alabanza por su poder y por sus hechos portentosos. El Señor estableció su ley para Jacob; le entregó sus enseñanzas a Israel, y ordenó a nuestros padres que nos las enseñaran, para que las conociera la generación futura, los hijos que nos habrían de nacer, y ellos a su vez las contaran a sus hijos, para que pusieran en Dios su confianza y no se olvidaran de sus grandes hechos; para que obedecieran sus mandamientos, y no fueran como sus padres, gente rebelde y desobediente, gente que no entrega a Dios su corazón, y cuyo espíritu no le es fiel. Los efrainitas, arqueros armados, volvieron la espalda en el día de la batalla. No cumplieron con el pacto de Dios, ni quisieron ceñirse a su ley; más bien, se olvidaron de sus obras, y de las maravillas que les había mostrado. Allá en Egipto, en el campo de Soán, Dios hizo maravillas a los ojos de sus padres. Partió el mar en dos, y los hizo pasar, conteniendo las aguas como dos murallas. Durante el día los guiaba con una nube, y durante la noche con un resplandor de fuego. En el desierto hendió las peñas, y les dio a beber agua de los grandes abismos: ¡de la peña hizo brotar corrientes, y las aguas fluyeron como ríos! Pero ellos volvieron a pecar contra Dios; en el desierto se rebelaron contra el Altísimo. Decidieron poner a prueba a Dios y pidieron comida a su antojo. Hablaron en contra de Dios, y dijeron: «¿Podrá Dios tendernos una mesa en el desierto? Hemos visto que hirió la peña, y que brotaron aguas, y que en torrentes inundaron la tierra, ¿pero podrá también darnos pan? ¿Podrá darle carne a su pueblo?» Cuando el Señor oyó esto, se indignó, y su furor se encendió contra Jacob, como un fuego; su furor se encendió contra Israel, porque no tuvieron fe en Dios, ni confiaron en que él podía salvarlos. Sin embargo, dio órdenes a las nubes, y abrió las compuertas de los cielos, y como lluvia dejó caer sobre ellos el maná; ¡les dio a comer el trigo de los cielos! ¡Los mortales comieron pan angelical! ¡Dios les envió comida hasta saciarlos! Cambió la dirección del viento del este, y con su poder hizo venir el viento del sur, y cayó sobre ellos carne como lluvia; ¡llovieron tantas aves como arena hay en el mar! Dios las dejó caer en el campamento, y en los alrededores de sus tiendas, y ellos comieron y quedaron saciados, pues Dios satisfizo su apetito. Pero aún no habían calmado su hambre; aún tenían la comida en la boca, cuando el furor de Dios vino sobre ellos y acabó con sus hombres más robustos; ¡Dios derribó a los mejores israelitas! A pesar de todo, ellos siguieron pecando y no dieron crédito a sus grandes hechos. Por eso Dios puso fin a sus días, ¡y en un soplo les quitó la vida! Si Dios los hacía morir, ellos lo buscaban y con gran diligencia se volvían a él; ¡se acordaban de que Dios era su refugio, de que el Dios altísimo era su redentor! Pero con los labios lo adulaban, y con la lengua le mentían. En el fondo, nunca fueron rectos con él, ni se mantuvieron fieles a su pacto. Dios, en su bondad, les perdonaba su maldad; más de una vez contuvo su enojo, calmó su ira y no los destruyó. Se acordó de que eran mortales, ¡un simple soplo que se va y no vuelve!

Salmos 78:1-39 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

1 (1b) Pueblo mío, atiende a mi enseñanza; ¡inclínate a escuchar lo que te digo! Voy a hablar por medio de refranes; diré cosas que han estado en secreto desde tiempos antiguos. Lo que hemos oído y sabemos y nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a nuestros hijos. Con las generaciones futuras alabaremos al Señor y hablaremos de su poder y maravillas. Dios estableció una ley para Jacob; puso una norma de conducta en Israel, y ordenó a nuestros antepasados que la enseñaran a sus descendientes, para que la conocieran las generaciones futuras, los hijos que habían de nacer, y que ellos, a su vez, la enseñaran a sus hijos; para que tuvieran confianza en Dios y no olvidaran lo que él había hecho; para que obedecieran sus mandamientos y no fueran como sus antepasados, rebeldes y necios, faltos de firmeza en su corazón y espíritu; ¡generación infiel a Dios! Los de la tribu de Efraín, que estaban armados con arcos y flechas, dieron la espalda el día del combate; no respetaron su alianza con Dios ni quisieron obedecer sus enseñanzas. Se olvidaron de lo que él había hecho, de las maravillas que les hizo ver. Dios hizo maravillas delante de sus padres en la región de Soan, que está en Egipto: partió en dos el mar, y los hizo pasar por él, deteniendo el agua como un muro. De día los guió con una nube, y de noche con luz de fuego. En el desierto partió en dos las peñas, y les dio a beber agua en abundancia. ¡Dios hizo brotar de la peña un torrente de aguas caudalosas! Pero ellos siguieron pecando contra Dios; se rebelaron contra el Altísimo en el desierto. Quisieron ponerle a prueba pidiendo comida a su antojo. Hablaron contra él, diciendo: «¿Acaso puede Dios servir una mesa en el desierto? Es verdad que Dios partió la peña, que de ella brotó agua como un río, y que la tierra se inundó; pero, ¿podrá dar también pan? ¿Podrá dar carne a su pueblo?» Cuando el Señor oyó esto, se enojó; ¡su furor, como un fuego, se encendió contra Jacob! Porque no confiaron en Dios ni creyeron en su ayuda. Sin embargo, Dios dio órdenes a las nubes y abrió las puertas del cielo; ¡hizo llover sobre su pueblo el maná, trigo del cielo, para que comieran! ¡El hombre comió pan de ángeles! ¡Dios les dio de comer en abundancia! El viento del este y el viento del sur soplaron en el cielo; ¡Dios los trajo con su poder! Hizo llover carne sobre su pueblo; ¡llovieron aves como arena del mar! Dios las hizo caer en medio del campamento y alrededor de las tiendas de campaña. Y comieron hasta hartarse, y así Dios les cumplió su deseo. Pero aún no habían calmado su apetito, todavía tenían la comida en la boca, cuando el furor de Dios cayó sobre ellos y mató a los hombres más fuertes. ¡Hizo morir a los mejores hombres de Israel! A pesar de todo, volvieron a pecar; no creyeron en las maravillas de Dios. Por eso Dios puso fin a sus vidas como si fueran un suspiro y en medio de un terror espantoso. Si Dios los hacía morir, entonces lo buscaban; se volvían a él y lo buscaban sin descanso; entonces se acordaban del Dios altísimo que los protegía y los rescataba. Pero con su boca y su lengua le decían hermosas mentiras, pues nunca le fueron sinceros ni fieles a su alianza. Pero Dios tenía compasión, perdonaba su maldad y no los destruía; muchas veces hizo a un lado el enojo y no se dejó llevar por la furia. Dios se acordó de que eran simples hombres; de que eran como el viento, que se va y no vuelve.

Salmos 78:1-39 La Biblia de las Américas (LBLA)

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. En parábolas abriré mi boca; hablaré enigmas de la antigüedad, que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. No lo ocultaremos a sus hijos, sino que contaremos a la generación venidera las alabanzas del SEÑOR, su poder y las maravillas que hizo. ¶Porque Él estableció un testimonio en Jacob, y puso una ley en Israel, la cual ordenó a nuestros padres que enseñaran a sus hijos; para que la generación venidera lo supiera, aun los hijos que habían de nacer; y estos se levantaran y lo contaran a sus hijos, para que ellos pusieran su confianza en Dios, y no se olvidaran de las obras de Dios, sino que guardaran sus mandamientos; y no fueran como sus padres, una generación porfiada y rebelde, generación que no preparó su corazón, y cuyo espíritu no fue fiel a Dios. ¶Los hijos de Efraín eran arqueros bien equipados, pero volvieron las espaldas el día de la batalla. No guardaron el pacto de Dios, y rehusaron andar en su ley; olvidaron sus obras, y los milagros que les había mostrado. Él hizo maravillas en presencia de sus padres, en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán. Dividió el mar y los hizo pasar, y contuvo las aguas como en un montón. Después los guió de día con la nube, y toda la noche con un resplandor de fuego. Partió las rocas en el desierto, y les dio agua tan abundante como las profundidades del océano; hizo salir corrientes de la peña, e hizo descender aguas como ríos. ¶Pero aún siguieron pecando contra Él, rebelándose contra el Altísimo en el desierto. Y en sus corazones tentaron a Dios, pidiendo comida a su gusto. Hablaron contra Dios, y dijeron: ¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto? He aquí, hirió la roca y brotaron aguas, y torrentes se desbordaron; ¿podrá también dar pan?, ¿proveerá carne para su pueblo? ¶Por tanto, al oírlo, el SEÑOR se indignó; un fuego se encendió contra Jacob, y aumentó también la ira contra Israel, porque no creyeron en Dios, ni confiaron en su salvación. Sin embargo, dio órdenes a las nubes arriba, y abrió las puertas de los cielos; hizo llover sobre ellos maná para comer, y les dio comida del cielo. Pan de ángeles comió el hombre; Dios les mandó comida hasta saciarlos. Hizo soplar en el cielo el viento solano, y con su poder dirigió el viento del sur, Él hizo llover sobre ellos carne como polvo, aladas aves como la arena de los mares, y las hizo caer en medio del campamento, alrededor de sus viviendas. Comieron y quedaron bien saciados, y les concedió su deseo. Antes de que hubieran satisfecho su deseo, mientras la comida aún estaba en su boca, la ira de Dios se alzó contra ellos y mató a algunos de los más robustos, y subyugó a los escogidos de Israel. A pesar de todo esto, todavía pecaron y no creyeron en sus maravillas. Él, pues, hizo terminar sus días en vanidad, y sus años en terror súbito. ¶Cuando los hería de muerte, entonces le buscaban, y se volvían y buscaban con diligencia a Dios; se acordaban de que Dios era su roca, y el Dios Altísimo su Redentor. Mas con su boca le engañaban, y con su lengua le mentían. Pues su corazón no era leal para con Él, ni eran fieles a su pacto. Mas Él, siendo compasivo, perdonaba sus iniquidades y no los destruía; muchas veces contuvo su ira, y no despertó todo su furor. Se acordaba de que ellos eran carne, un soplo que pasa y no vuelve.

Salmos 78:1-39 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Oh pueblo mío, escucha mis enseñanzas; abre tus oídos a lo que digo, porque te hablaré por medio de una parábola. Te enseñaré lecciones escondidas de nuestro pasado, historias que hemos oído y conocido, que nos transmitieron nuestros antepasados. No les ocultaremos estas verdades a nuestros hijos; a la próxima generación le contaremos de las gloriosas obras del SEÑOR, de su poder y de sus imponentes maravillas. Pues emitió sus leyes a Jacob; entregó sus enseñanzas a Israel. Les ordenó a nuestros antepasados que se las enseñaran a sus hijos, para que la siguiente generación las conociera —incluso los niños que aún no habían nacido—, y ellos, a su vez, las enseñarán a sus propios hijos. De modo que cada generación volviera a poner su esperanza en Dios y no olvidara sus gloriosos milagros, sino que obedeciera sus mandamientos. Entonces no serán obstinados, rebeldes e infieles como sus antepasados, quienes se negaron a entregar su corazón a Dios. Los guerreros de Efraín, aunque estaban armados con arcos, dieron la espalda y huyeron el día de la batalla. No cumplieron el pacto de Dios y se negaron a vivir según sus enseñanzas. Se olvidaron de lo que él había hecho, de las grandes maravillas que les había mostrado, de los milagros que hizo para sus antepasados en la llanura de Zoán, en la tierra de Egipto. Partió en dos el mar y los guio a cruzarlo ¡mientras sostenía las aguas como si fueran una pared! Durante el día los guiaba con una nube, y toda la noche, con una columna de fuego. Partió las rocas en el desierto para darles agua como de un manantial burbujeante. Hizo que de la roca brotaran corrientes de agua, ¡y que el agua fluyera como un río! Sin embargo, ellos siguieron pecando contra él, al rebelarse contra el Altísimo en el desierto. Tercamente pusieron a prueba a Dios en sus corazones, al exigirle la comida que tanto ansiaban. Hasta hablaron en contra de Dios al decir: «Dios no puede darnos comida en el desierto. Por cierto, puede golpear una roca para que brote agua, pero no puede darle pan y carne a su pueblo». Cuando el SEÑOR los oyó, se puso furioso; el fuego de su ira se encendió contra Jacob. Sí, su enojo aumentó contra Israel, porque no le creyeron a Dios ni confiaron en su cuidado. Pero él ordenó que se abrieran los cielos; abrió las puertas del cielo. Hizo que lloviera maná para que comieran; les dio pan del cielo. ¡Se alimentaron con comida de ángeles! Dios les dio todo lo que podían consumir. Soltó el viento del oriente en los cielos y guio al viento del sur con su gran poder. ¡Hizo llover tanta carne como si fuera polvo y cantidad de aves como la arena a la orilla del mar! Hizo caer las aves dentro del campamento y alrededor de sus carpas. El pueblo comió hasta saciarse; él les dio lo que se les antojaba. Pero antes de que saciaran su antojo, mientras aún tenían la comida en la boca, la ira de Dios aumentó contra ellos, e hirió de muerte a sus hombres más fuertes; derribó a los mejores jóvenes de Israel. Sin embargo, el pueblo siguió pecando; a pesar de sus maravillas, se negaron a confiar en él. Entonces, hizo que la vida de ellos terminara en fracaso, y sus años, en horror. Cuando Dios comenzó a matarlos, finalmente lo buscaron. Se arrepintieron y tomaron en serio a Dios. Entonces recordaron que Dios era su roca, que el Dios Altísimo era su redentor. Pero todo fue de dientes para afuera; le mintieron con la lengua. Con el corazón no eran leales a él; no cumplieron su pacto. Sin embargo, él tuvo misericordia y perdonó sus pecados, y no los destruyó a todos. Muchas veces contuvo su enojo y no desató su furia. Se acordó de que eran simples mortales que desaparecen como una ráfaga de viento que nunca vuelve.