Salmos 18:31-50
Salmos 18:31-50 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Pues ¿quién es Dios sino el SEÑOR? ¿Quién es la Roca sino nuestro Dios? Es él quien me arma de valor y hace perfecto mi camino; da a mis pies la ligereza del venado y me mantiene firme en las alturas; adiestra mis manos para la batalla y mis brazos para tensar un arco de bronce. Tú me cubres con el escudo de tu salvación y con tu diestra me sostienes; tu ayuda me ha hecho prosperar. Has despejado el paso de mi camino, para que mis tobillos no se tuerzan. Perseguí a mis enemigos, les di alcance y no retrocedí hasta verlos aniquilados. Los aplasté. Ya no pudieron levantarse. ¡Cayeron debajo de mis pies! Tú me armaste de valor para el combate; doblegaste ante mí a los rebeldes. Hiciste retroceder a mis enemigos y así exterminé a los que me odiaban. Pedían ayuda y no hubo quien los salvara. Al SEÑOR clamaron, pero no respondió. Los desmenucé. Parecían polvo disperso por el viento. Los pisoteé como al lodo de las calles. Me has librado de los conflictos con el pueblo; me has puesto por líder de las naciones; me sirve gente que yo no conocía. Apenas me oyen, me obedecen; son extranjeros y me rinden homenaje. Esos extraños se descorazonan y temblando salen de sus refugios. ¡El SEÑOR vive! ¡Alabada sea mi Roca! ¡Exaltado sea el Dios de mi salvación! Él es el Dios que me vindica, el que pone los pueblos a mis pies. Tú me libras de mis enemigos, me exaltas por encima de mis adversarios, me salvas de los hombres violentos. Por eso, SEÑOR, te alabo entre las naciones y canto salmos a tu nombre. Él da grandes victorias a su rey; a su ungido David y a sus descendientes les muestra por siempre su gran amor.
Salmos 18:31-50 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
31 (32) Dios de Israel, solo tú eres Dios, ¡solo tú puedes protegernos! 32 (33) ¡Solo tú me llenas de valor y me guías por el buen camino! 33 (34) ¡Tú me das fuerzas para correr con la velocidad de un venado! Cuando ando por las altas montañas, tú no me dejas caer. 34 (35) Tú me enseñas a enfrentarme a mis enemigos; tú me das valor para vencerlos. 35 (36) Tú me das tu protección; me salvas con tu gran poder y me concedes la victoria. 36 (37) Me despejas el camino para que no tenga yo tropiezos. 37 (38) Perseguí a mis enemigos y los alcancé, y no volví hasta haberlos destruido. 38 (39) Los derroté por completo; ¡los aplasté bajo mis pies, y no volvieron a levantarse! 39 (40) Tú me llenaste de valor para entrar en combate; tú hiciste que los rebeldes cayeran derrotados a mis pies. 40 (41) Me hiciste vencer a mis enemigos, y acabé con los que me odiaban. 41 (42) A gritos pedían ayuda, pero nadie fue a salvarlos. Hasta de ti pedían ayuda, pero tampoco tú los salvaste. 42 (43) Los deshice por completo: ¡quedaron como el polvo que se lleva el viento! ¡Me di gusto aplastándolos como al lodo de la calle! 43-45 (44-46) Dios mío, tú me libras de la gente que anda buscando pelea; me hiciste jefe de naciones, y gente extraña que yo no conocía ahora está dispuesta a servirme. Tan pronto esos extranjeros me oyen, se desaniman por completo y temblando salen de sus escondites dispuestos a obedecerme. 46 (47) ¡Bendito seas, mi Dios, tú que vives y me proteges! ¡Alabado seas, mi Dios y Salvador! 47 (48) ¡Tú me permitiste vengarme de mis enemigos! ¡Tú pusiste a los pueblos bajo mi dominio! 48 (49) Tú me pusiste a salvo de la furia de mis enemigos. Me pusiste por encima de mis adversarios, y me libraste de gente violenta. 49 (50) Por eso, Dios mío, yo te alabo y te canto himnos en medio de las naciones. 50 (51) Tú siempre le das la victoria al rey que pusiste sobre Israel. Tú siempre les muestras tu amor a David y a sus herederos.
Salmos 18:31-50 Reina Valera Contemporánea (RVC)
¡Aparte del Señor, no hay otro Dios! ¡Aparte de nuestro Dios, no hay otra Roca! Dios es quien me infunde fuerzas; Dios es quien endereza mi camino; Dios es quien me aligera los pies y me hace correr como un venado; Dios es quien me afirma en las alturas; Dios adiestra mis manos para el combate, y me da fuerzas para tensar el arco de bronce. Tú me diste el escudo de tu salvación, me sostuviste con tu mano derecha, y con tu bondad me engrandeciste. Me pusiste sobre un terreno espacioso, para que mis pies no resbalaran, y así pude perseguir y alcanzar a mis adversarios; ¡no volví hasta haberlos exterminado! Los herí, y ya no se levantaron; ¡quedaron tendidos debajo de mis pies! Tú me infundiste fuerzas para la batalla, para vencer y humillar a mis adversarios. Tú los hiciste ponerse en retirada, y así acabé con los que me odiaban. Clamaron a ti, Señor, pero no los atendiste; ¡no hubo nadie que los ayudara! Los hice polvo, y los arrastró el viento; ¡los pisoteé como al lodo en las calles! Tú me libraste de un pueblo rebelde y me pusiste al frente de las naciones; gente que yo no conocía, viene a servirme; gente extraña me rinde homenaje; ¡apenas me escuchan, me obedecen! ¡Gente de otros pueblos se llena de miedo, y sale temblando de sus escondites! ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi roca! ¡Exaltado sea el Dios de mi salvación! Es el Dios que vindica mis agravios y somete a las naciones bajo mis pies. Es el Dios que me libra de mis adversarios, que me eleva por encima de mis oponentes, ¡que me pone a salvo de los violentos! Por eso alabo al Señor entre los pueblos, y canto salmos a su nombre. El Señor da la victoria al rey; siempre es misericordioso con su ungido, con David y con sus descendientes.
Salmos 18:31-50 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
31 (32) ¿Quién es Dios, fuera del Señor? ¿Qué otro dios hay que pueda protegernos? 32 (33) Dios es quien me da fuerzas, quien hace intachable mi conducta, 33 (34) quien me da pies ligeros, como de ciervo, quien me hace estar firme en las alturas, 34 (35) quien me entrena para la batalla, quien me da fuerzas para tensar arcos de bronce. 35 (36) Tú me proteges y me salvas, me sostienes con tu mano derecha; tu bondad me ha hecho prosperar. 36 (37) Has hecho fácil mi camino, y mis pies no han resbalado. 37 (38) Perseguí a mis enemigos y los alcancé, y sólo volví después de destruirlos. 38 (39) Los hice pedazos. Ya no se levantaron. ¡Cayeron debajo de mis pies! 39 (40) Tú me diste fuerza en la batalla; hiciste que los rebeldes se inclinaran ante mí, 40 (41) y que delante de mí huyeran mis enemigos. Así pude destruir a los que me odiaban. 41 (42) Pedían ayuda, y nadie los ayudó; llamaban al Señor, y no les contestó. 42 (43) ¡Los deshice como a polvo que se lleva el viento! ¡Los pisoteé como a barro de las calles! 43 (44) Me libraste de un pueblo rebelde, me hiciste jefe de naciones y me sirve gente que yo no conocía. 44 (45) En cuanto me oyen, me obedecen; gente extranjera me halaga, 45 (46) gente extranjera se acobarda y sale temblando de sus refugios. 46 (47) ¡Viva el Señor! ¡Bendito sea mi protector! ¡Sea enaltecido Dios mi salvador! 47 (48) Él es el Dios que me ha vengado y que me ha sometido los pueblos. 48 (49) Él me salva de la furia de mis enemigos, de los rebeldes que se alzaron contra mí. ¡Tú, Señor, me salvas de los hombres violentos! 49 (50) Por eso te alabo entre las naciones y canto himnos a tu nombre. 50 (51) Concedes grandes victorias al rey que has escogido; siempre tratas con amor a David y a su descendencia.
Salmos 18:31-50 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Porque ¿quién es Dios sino solo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino; Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas; Quien adiestra mis manos para la batalla, Para entesar con mis brazos el arco de bronce. Me diste asimismo el escudo de tu salvación; Tu diestra me sustentó, Y tu benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, Y mis pies no han resbalado. Perseguí a mis enemigos, y los alcancé, Y no volví hasta acabarlos. Los herí de modo que no se levantasen; Cayeron debajo de mis pies. Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea; Has humillado a mis enemigos debajo de mí. Has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas, Para que yo destruya a los que me aborrecen. Clamaron, y no hubo quien salvase; Aun a Jehová, pero no los oyó. Y los molí como polvo delante del viento; Los eché fuera como lodo de las calles. Me has librado de las contiendas del pueblo; Me has hecho cabeza de las naciones; Pueblo que yo no conocía me sirvió. Al oír de mí me obedecieron; Los hijos de extraños se sometieron a mí. Los extraños se debilitaron Y salieron temblando de sus encierros. Viva Jehová, y bendita sea mi roca, Y enaltecido sea el Dios de mi salvación; El Dios que venga mis agravios, Y somete pueblos debajo de mí; El que me libra de mis enemigos, Y aun me eleva sobre los que se levantan contra mí; Me libraste de varón violento. Por tanto yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová, Y cantaré a tu nombre. Grandes triunfos da a su rey, Y hace misericordia a su ungido, A David y a su descendencia, para siempre.
Salmos 18:31-50 La Biblia de las Américas (LBLA)
Pues, ¿quién es Dios, fuera del SEÑOR? ¿Y quién es roca, sino solo nuestro Dios, el Dios que me ciñe de poder, y ha hecho perfecto mi camino? Él hace mis pies como de ciervas, y me afirma en mis alturas. El adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar el arco de bronce. Tú me has dado también el escudo de tu salvación; tu diestra me sostiene, y tu benevolencia me engrandece. Ensanchas mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado. ¶Perseguí a mis enemigos y los alcancé; y no me volví hasta acabarlos. Los destrocé y no pudieron levantarse; cayeron debajo de mis pies. Pues tú me has ceñido con fuerza para la batalla; has subyugado debajo de mí a los que contra mí se levantaron. También has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas, y destruí a los que me odiaban. Clamaron, mas no hubo quién los salvara; aun al SEÑOR clamaron, mas no les respondió. Entonces los desmenucé como polvo delante del viento; los arrojé como lodo de las calles. ¶Tú me has librado de las contiendas del pueblo; me has puesto por cabeza de las naciones; pueblo que yo no conocía me sirve. Al oírme, me obedecen; los extranjeros me fingen obediencia. Los extranjeros desfallecen, y salen temblando de sus fortalezas. ¶El SEÑOR vive, bendita sea mi roca, y ensalzado sea el Dios de mi salvación, el Dios que por mí ejecuta venganza, y subyuga pueblos debajo de mí; el que me libra de mis enemigos. Ciertamente tú me exaltas sobre los que se levantan contra mí; me rescatas del hombre violento. Por tanto, te alabaré, oh SEÑOR, entre las naciones, y cantaré alabanzas a tu nombre. Grandes victorias da Él a su rey, y muestra misericordia a su ungido, a David y a su descendencia para siempre.
Salmos 18:31-50 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Pues ¿quién es Dios aparte del SEÑOR? ¿Quién más que nuestro Dios es una roca sólida? Dios me arma de fuerza y hace perfecto mi camino. Me hace andar tan seguro como un ciervo para que pueda pararme en las alturas de las montañas. Entrena mis manos para la batalla; fortalece mi brazo para tensar un arco de bronce. Me has dado tu escudo de victoria. Tu mano derecha me sostiene; tu ayuda me ha engrandecido. Has trazado un camino ancho para mis pies a fin de evitar que resbalen. Perseguí a mis enemigos y los alcancé; no me detuve hasta verlos vencidos. Los herí de muerte para que no pudieran levantarse; cayeron debajo de mis pies. Me has armado de fuerza para la batalla; has sometido a mis enemigos debajo de mis pies. Pusiste mi pie sobre su cuello; destruí a todos los que me odiaban. Pidieron ayuda, pero nadie fue a rescatarlos. Hasta clamaron al SEÑOR, pero él se negó a responder. Los molí tan fino como el polvo que se lleva el viento. Los barrí a la cuneta como lodo. Me diste la victoria sobre los que me acusaban. Me nombraste gobernante de naciones; ahora me sirve gente que ni siquiera conozco. En cuanto oyen hablar de mí, se rinden; naciones extranjeras se arrastran ante mí. Todas pierden el valor y salen temblando de sus fortalezas. ¡El SEÑOR vive! ¡Alabanzas a mi Roca! ¡Exaltado sea el Dios de mi salvación! Él es el Dios que da su merecido a los que me dañan; él somete a las naciones bajo mi control y me rescata de mis enemigos. Tú me mantienes seguro, lejos del alcance de mis enemigos; me salvas de adversarios violentos. Por eso, oh SEÑOR, te alabaré entre las naciones; cantaré alabanzas a tu nombre. Le das grandes victorias a tu rey; le muestras amor inagotable a tu ungido, a David y a todos sus descendientes para siempre.