Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

S. Mateo 15:10-39

S. Mateo 15:10-39 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Jesús llamó a la multitud y dijo: —Escuchen y entiendan. Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Entonces se le acercaron los discípulos y dijeron: —¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oír eso? —Toda planta que mi Padre celestial no haya plantado será arrancada de raíz —respondió—. Déjenlos; son guías ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en un hoyo. —Explícanos la comparación —pidió Pedro. —¿Tampoco ustedes pueden todavía entenderlo? —dijo Jesús—. ¿No se dan cuenta de que todo lo que entra en la boca va al estómago y después se echa en la letrina? Pero lo que sale de la boca viene del corazón y contamina a la persona. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias. Estas son las cosas que contaminan a la persona y no el comer sin lavarse las manos. Partiendo de allí, Jesús se retiró a la región de Tiro y Sidón. De esa región salió a su encuentro una mujer cananea gritando: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija sufre terriblemente por estar endemoniada. Jesús no respondió ni una palabra. Así que sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: —Despídela, porque viene detrás de nosotros gritando. —No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel —contestó Jesús. La mujer se acercó y arrodillándose delante de él, suplicó: —¡Señor, ayúdame! Él respondió: —No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros. —Sí, Señor —respondió la mujer—, pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. —¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija. Salió Jesús de allí y llegó a orillas del lago de Galilea. Luego subió a la montaña y se sentó. Se acercaron grandes multitudes que llevaban cojos, ciegos, lisiados, mudos y muchos enfermos más; los pusieron a sus pies y él los sanó. La gente se asombraba al ver a los mudos hablar, a los lisiados recobrar la salud, a los cojos andar y a los ciegos ver. Y alababan al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: —Siento compasión de esta gente porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que comer. No quiero despedirlos sin comer, no sea que se desmayen por el camino. Los discípulos objetaron: —¿Dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado suficiente pan para dar de comer a toda esta multitud? —¿Cuántos panes tienen? —preguntó Jesús. —Siete y unos pocos pescaditos —respondieron ellos. Luego Jesús mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomando los siete panes y los pescados, dio gracias, los partió y se los fue dando a los discípulos. Estos, a su vez, los distribuyeron a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos. Después los discípulos recogieron siete cestas llenas de pedazos que sobraron. Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños. Después de despedir a la gente, Jesús subió a la barca y se fue a la región de Magadán.

S. Mateo 15:10-39 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Jesús llamó a la gente y le dijo: —Escuchen y entiendan bien: Lo que los hace impuros delante de Dios no es la comida que entra por su boca. Lo que los hace impuros son los insultos y las malas palabras que dicen. Entonces los discípulos de Jesús se acercaron y le dijeron: —A los fariseos no les gustó lo que dijiste. Jesús respondió: —Mi Padre tratará a los fariseos como trata el jardinero a las plantas que no ha sembrado: las arranca de raíz y las echa fuera. No hagan caso de los fariseos: son como el ciego que guía a otro ciego, y si un ciego guía a otro, los dos terminan cayéndose en una zanja. Pedro preguntó: —Explícanos qué quisiste decir cuando hablaste de lo que nos hace impuros delante de Dios. Jesús respondió: —¿Tampoco ustedes entienden? Todo lo que comemos o bebemos va al estómago, y después el cuerpo lo expulsa. Pero si la gente dice cosas malas, es porque es mala y siempre está pensando en lo malo: en cómo matar, en cómo ser infieles en el matrimonio, en cómo hacer cosas indecentes, o en cómo robar, o insultar a otras personas, y mentir. A Dios no le agrada que gente así lo alabe. Pero cualquiera puede alabar a Dios, aunque coma sin lavarse las manos. Jesús se fue de allí a la región de Tiro y de Sidón. Una mujer de esa región, que era del grupo al que los judíos llamaban cananeos, se acercó a Jesús y le dijo a gritos: —¡Señor, tú que eres el Mesías, ten compasión de mí y ayúdame! ¡Mi hija tiene un demonio que la hace sufrir mucho! Jesús no le hizo caso. Pero los discípulos se acercaron a él y le rogaron: —Atiende a esa mujer, pues viene gritando detrás de nosotros. Jesús respondió: —Dios me envió para ayudar solo a los israelitas, pues ellos son para mí como ovejas perdidas. Pero la mujer se acercó a Jesús, se arrodilló delante de él y le dijo: —¡Señor, ayúdame! Jesús le dijo: —No está bien quitarles la comida a los hijos para echársela a los perros. La mujer le respondió: —¡Señor, eso es cierto! Pero aun los perros comen de las sobras que caen de la mesa de sus dueños. Entonces Jesús le dijo: —¡Mujer, tú sí que tienes confianza en Dios! Lo que me has pedido se hará. Y en ese mismo instante su hija quedó sana. Jesús salió de allí y llegó a la orilla del Lago de Galilea. Luego subió a un cerro y se sentó. Mucha gente llevó a Jesús personas que estaban enfermas. Entre ellas había cojos, ciegos, mancos, mudos y muchos otros enfermos. Y Jesús los sanó. La gente, asombrada de ver a todos completamente sanos, comenzó a alabar al Dios de los israelitas. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: —Siento compasión de toda esta gente. Ya han estado conmigo tres días, y no tienen comida. No quiero que se vayan sin comer, pues podrían desmayarse en el camino. Los discípulos le dijeron: —Pero en un lugar tan solitario como este, ¿dónde vamos a conseguir comida para tanta gente? Jesús les preguntó: —¿Cuántos panes tienen? —Siete panes y unos pescaditos —contestaron los discípulos. Jesús le ordenó a la gente que se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes y los pescados, y dio gracias a Dios. Partió en pedazos los panes y los pescados, los entregó a sus discípulos, y ellos los repartieron a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos. Con los pedazos que sobraron, llenaron siete canastas. Los que comieron fueron como cuatro mil hombres, además de las mujeres y los niños. Después Jesús despidió a la gente, subió a una barca y se fue al pueblo de Magadán.

S. Mateo 15:10-39 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Luego, Jesús convocó a la multitud y les dijo: «Escúchenme, y entiendan: Lo que contamina al hombre no es lo que entra por su boca. Por el contrario, lo que contamina al hombre es lo que sale de su boca.» Entonces sus discípulos se le acercaron y le preguntaron: «¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron estas palabras?» Él les respondió: «Toda planta que mi Padre celestial no ha plantado, será arrancada de raíz. Déjenlos, pues son ciegos que guían a otros ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo.» Pedro le dijo: «Explícanos esta parábola.» Jesús les dijo: «¿Tampoco ustedes han podido entender? ¿No entienden que todo lo que entra por la boca se va al vientre, y luego se echa en la letrina? Pero lo que sale de la boca, sale del corazón; y esto es lo que contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos deseos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre. El comer sin lavarse las manos no contamina a nadie.» Cuando Jesús salió de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. De pronto salió una mujer cananea de aquella región, y a gritos le decía: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! ¡A mi hija la atormenta un demonio!» Pero Jesús no le dijo una sola palabra. Entonces sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: «Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros.» Él respondió: «Yo no fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Entonces ella vino, se postró ante él, y le dijo: «¡Señor, ayúdame!» Él le dijo: «No está bien tomar el pan que es de los hijos, y echarlo a los perritos.» Ella respondió: «Cierto, Señor. Pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces, Jesús le dijo: «¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que se haga contigo tal y como quieres!» Y desde ese mismo instante su hija quedó sana. Jesús se fue de allí y llegó a la orilla del lago de Galilea. Luego, subió al monte y se sentó allí. Mucha gente se le acercó. Llevaban cojos, ciegos, mudos, mancos, y muchos otros enfermos, y los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó. La multitud se quedaba asombrada, y al ver que los mudos hablaban, los mancos eran sanados, los cojos andaban y los ciegos veían, glorificaban al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Esta gente me parte el corazón. Hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. Y no quisiera enviarlos en ayunas, pues se pueden desmayar en el camino.» Entonces sus discípulos le dijeron: «Y en este lugar tan apartado, ¿de dónde vamos a sacar pan para saciar a una multitud tan grande?» Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tienen ustedes?» Ellos le respondieron: «Siete, y unos cuantos pescaditos.» Entonces mandó que la multitud se recostara en el suelo, luego tomó los siete panes y los pescados, dio gracias, y los partió y dio a sus discípulos, y ellos a la multitud. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y de lo que sobró se recogieron siete canastas llenas. Y los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar a las mujeres y los niños. Luego de despedir a la gente, Jesús entró en la barca y se fue a la región de Magdala.

S. Mateo 15:10-39 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Luego Jesús llamó a la gente y dijo: —Escuchen y entiendan: Lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su boca. Entonces los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: —¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oír lo que dijiste? Él les contestó: —Cualquier planta que mi Padre celestial no haya plantado, será arrancada de raíz. Déjenlos, pues son ciegos que guían a otros ciegos. Y si un ciego guía a otro, los dos caerán en algún hoyo. Pedro entonces le dijo a Jesús: —Explícanos lo que dijiste. Jesús respondió: —¿Ni siquiera ustedes son todavía capaces de comprender? ¿No entienden que todo lo que entra por la boca va al vientre, para después salir del cuerpo? Pero lo que sale de la boca viene del interior del hombre; y eso es lo que lo hace impuro. Porque del interior del hombre salen los malos pensamientos, los asesinatos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los insultos. Estas cosas son las que hacen impuro al hombre; pero el comer sin cumplir con la ceremonia de lavarse las manos, no lo hace impuro. Jesús se dirigió de allí a la región de Tiro y Sidón. Y una mujer cananea, de aquella región, se le acercó, gritando: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! ¡Mi hija tiene un demonio que la hace sufrir mucho! Jesús no le contestó nada. Entonces sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: —Dile a esa mujer que se vaya, porque viene gritando detrás de nosotros. Jesús dijo: —Dios me ha enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Pero la mujer fue a arrodillarse delante de él, diciendo: —¡Señor, ayúdame! Jesús le contestó: —No está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros. Ella le dijo: —Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces le dijo Jesús: —¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres. Y desde ese mismo momento su hija quedó sana. Jesús salió de allí y llegó a la orilla del Lago de Galilea; luego subió a un cerro y se sentó. Mucha gente se reunió donde él estaba. Llevaban cojos, ciegos, mancos, mudos y otros muchos enfermos, que pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó. De modo que la gente estaba admirada al ver que los mudos hablaban, los mancos quedaban sanos, los cojos andaban y los ciegos podían ver. Y comenzaron a alabar al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: —Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. No quiero mandarlos sin comer a sus casas, porque pueden desmayarse por el camino. Sus discípulos le dijeron: —Pero ¿cómo podremos encontrar comida para tanta gente, en un lugar como este, donde no vive nadie? Jesús les preguntó: —¿Cuántos panes tienen ustedes? —Siete, y unos pocos pescaditos —contestaron ellos. Entonces mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y los pescados y, habiendo dado gracias a Dios, los partió y los dio a sus discípulos, y ellos los repartieron entre la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y aun llenaron siete canastas con los pedazos sobrantes. Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Después Jesús despidió a la gente, subió a la barca y se fue a la región de Magadán.

S. Mateo 15:10-39 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra? Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo. Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola. Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre. Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora. Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí. Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel. Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino. Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande? Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos. Y mandó a la multitud que se recostase en tierra. Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas. Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino a la región de Magdala.

S. Mateo 15:10-39 La Biblia de las Américas (LBLA)

Y llamando junto a sí a la multitud, les dijo: Oíd y entended: no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre. Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron*: ¿Sabes que los fariseos se escandalizaron cuando oyeron tus palabras? Pero Él contestó y dijo: Toda planta que mi Padre celestial no haya plantado, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo. Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos la parábola. Y Él dijo: ¿También vosotros estáis aún faltos de entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al estómagoy luego se elimina? Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre. Saliendo Jesús de allí, se retiró a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí, una mujer cananea que había salido de aquella comarca, comenzó a gritar, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija está terriblemente endemoniada. Pero Él no le respondió palabra. Y acercándose sus discípulos, le rogaban, diciendo: Atiéndela, pues viene gritando tras nosotros. Y respondiendo Él, dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero acercándose ella, se postró ante Él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Y Él respondió y dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echárselo a los perrillos. Pero ella dijo: Sí, Señor; pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y su hija quedó sana desde aquel momento. Y pasando Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea, y subiendo al monte, se sentó allí. Y vinieron a Él grandes multitudes trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos y los pusieron a sus pies y Él los sanó; de modo que la muchedumbre se maravilló al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban restaurados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel. Entonces Jesús, llamando junto a sí a sus discípulos, les dijo: Tengo compasión de la multitud, porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino. Y los discípulos le dijeron*: ¿Dónde conseguiríamos nosotros en el desierto tantos panes para saciar a una multitud tan grande? Jesús entonces les dijo*: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos respondieron: Siete, y unos pocos pececillos. Y Él mandó a la multitud que se recostara en el suelo; y tomó los siete panes y los peces; y después de dar gracias, los partió y empezó a darlos a los discípulos, y los discípulos a las multitudes. Y comieron todos y se saciaron; y recogieron de lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas. Los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Y después de despedir a la muchedumbre, subió a la barca y fue a la región de Magadán.

S. Mateo 15:10-39 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Luego Jesús llamó a la multitud para que se acercara y oyera. «Escuchen —les dijo—, y traten de entender. Lo que entra por la boca no es lo que los contamina; ustedes se contaminan por las palabras que salen de la boca». Entonces los discípulos se acercaron y le preguntaron: —¿Te das cuenta de que has ofendido a los fariseos con lo que acabas de decir? Jesús contestó: —Toda planta que no fue plantada por mi Padre celestial será arrancada de raíz, así que no les hagan caso. Son guías ciegos que conducen a los ciegos, y si un ciego guía a otro, los dos caerán en una zanja. Entonces Pedro le dijo a Jesús: —Explícanos la parábola que dice que la gente no se contamina por lo que come. —¿Todavía no lo entienden? —preguntó Jesús—. Todo lo que comen pasa a través del estómago y luego termina en la cloaca, pero las palabras que ustedes dicen provienen del corazón; eso es lo que los contamina. Pues del corazón salen los malos pensamientos, el asesinato, el adulterio, toda inmoralidad sexual, el robo, la mentira y la calumnia. Esas cosas son las que los contaminan. Comer sin lavarse las manos nunca los contaminará. Luego Jesús salió de Galilea y se dirigió al norte, a la región de Tiro y Sidón. Una mujer de los gentiles, que vivía allí, se le acercó y le rogó: «¡Ten misericordia de mí, oh Señor, Hijo de David! Pues mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente». Pero Jesús no le contestó ni una palabra. Entonces sus discípulos le pidieron que la despidiera. «Dile que se vaya —dijeron—. Nos está molestando con sus súplicas». Entonces Jesús le dijo a la mujer: —Fui enviado para ayudar solamente a las ovejas perdidas de Dios, el pueblo de Israel. Ella se acercó y lo adoró, y le rogó una vez más: —¡Señor, ayúdame! Jesús le respondió: —No está bien tomar la comida de los hijos y arrojársela a los perros. —Es verdad, Señor —respondió la mujer—, pero hasta a los perros se les permite comer las sobras que caen bajo la mesa de sus amos. —Apreciada mujer —le dijo Jesús—, tu fe es grande. Se te concede lo que pides. Y al instante la hija se sanó. Jesús regresó al mar de Galilea, subió a una colina y se sentó. Una inmensa multitud le llevó a personas cojas, ciegas, lisiadas, mudas y a muchas más. Las pusieron delante de Jesús y él las sanó a todas. ¡La multitud quedó asombrada! Los que no podían hablar, ahora hablaban; los lisiados quedaron sanos, los cojos caminaban bien y los ciegos podían ver; y alababan al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: —Siento compasión por ellos. Han estado aquí conmigo durante tres días y no les queda nada para comer. No quiero despedirlos con hambre, no sea que se desmayen por el camino. Los discípulos contestaron: —¿Dónde conseguiríamos comida suficiente aquí en el desierto para semejante multitud? —¿Cuánto pan tienen? —preguntó Jesús. —Siete panes y unos pocos pescaditos —contestaron ellos. Entonces Jesús le dijo a la gente que se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes y los pescados, dio gracias a Dios por ellos y los partió en trozos. Se los dio a los discípulos, quienes repartieron la comida entre la multitud. Todos comieron cuanto quisieron. Después los discípulos recogieron siete canastas grandes con la comida que sobró. Aquel día, cuatro mil hombres recibieron alimento, además de las mujeres y los niños. Entonces Jesús envió a todos a sus casas, subió a una barca y cruzó a la región de Magadán.