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San Mateo 15:10-39

San Mateo 15:10-39 RVC

Luego, Jesús convocó a la multitud y les dijo: «Escúchenme, y entiendan: Lo que contamina al hombre no es lo que entra por su boca. Por el contrario, lo que contamina al hombre es lo que sale de su boca.» Entonces sus discípulos se le acercaron y le preguntaron: «¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron estas palabras?» Él les respondió: «Toda planta que mi Padre celestial no ha plantado, será arrancada de raíz. Déjenlos, pues son ciegos que guían a otros ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo.» Pedro le dijo: «Explícanos esta parábola.» Jesús les dijo: «¿Tampoco ustedes han podido entender? ¿No entienden que todo lo que entra por la boca se va al vientre, y luego se echa en la letrina? Pero lo que sale de la boca, sale del corazón; y esto es lo que contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos deseos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre. El comer sin lavarse las manos no contamina a nadie.» Cuando Jesús salió de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. De pronto salió una mujer cananea de aquella región, y a gritos le decía: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! ¡A mi hija la atormenta un demonio!» Pero Jesús no le dijo una sola palabra. Entonces sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: «Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros.» Él respondió: «Yo no fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Entonces ella vino, se postró ante él, y le dijo: «¡Señor, ayúdame!» Él le dijo: «No está bien tomar el pan que es de los hijos, y echarlo a los perritos.» Ella respondió: «Cierto, Señor. Pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces, Jesús le dijo: «¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que se haga contigo tal y como quieres!» Y desde ese mismo instante su hija quedó sana. Jesús se fue de allí y llegó a la orilla del lago de Galilea. Luego, subió al monte y se sentó allí. Mucha gente se le acercó. Llevaban cojos, ciegos, mudos, mancos, y muchos otros enfermos, y los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó. La multitud se quedaba asombrada, y al ver que los mudos hablaban, los mancos eran sanados, los cojos andaban y los ciegos veían, glorificaban al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Esta gente me parte el corazón. Hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. Y no quisiera enviarlos en ayunas, pues se pueden desmayar en el camino.» Entonces sus discípulos le dijeron: «Y en este lugar tan apartado, ¿de dónde vamos a sacar pan para saciar a una multitud tan grande?» Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tienen ustedes?» Ellos le respondieron: «Siete, y unos cuantos pescaditos.» Entonces mandó que la multitud se recostara en el suelo, luego tomó los siete panes y los pescados, dio gracias, y los partió y dio a sus discípulos, y ellos a la multitud. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y de lo que sobró se recogieron siete canastas llenas. Y los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar a las mujeres y los niños. Luego de despedir a la gente, Jesús entró en la barca y se fue a la región de Magdala.

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