Lamentaciones 3:1-26
Lamentaciones 3:1-26 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Yo soy aquel que ha sufrido la aflicción bajo la vara de su ira. Me ha hecho andar en las tinieblas y no en la luz. Todo el día, una y otra vez, su mano se ha vuelto contra mí. Ha hecho que mi carne y mi piel envejezcan; me ha quebrantado los huesos. Me ha tendido un cerco de amargura y tribulaciones. Me obliga a vivir en las tinieblas, como a los que hace tiempo murieron. Me tiene encerrado, no puedo escapar; me ha puesto pesadas cadenas. Por más que grito y pido ayuda, él rechaza mi oración. Cerró mi camino con bloques de piedra; ha torcido mis senderos. Me acecha como oso, como león escondido. Me aparta del camino para despedazarme; ¡me deja sin ayuda! Con el arco tenso, me ha hecho blanco de sus flechas. Me ha partido el corazón con las flechas de su aljaba. Soy el motivo de risa de todo mi pueblo; todo el día me cantan parodias. Me ha llenado de amargura, me ha hecho beber hiel. Con piedras me ha quebrado los dientes; me ha hecho morder el polvo. Me ha quitado la paz; ya no recuerdo lo que es la dicha. Y digo: «Me he quedado sin fuerzas y sin esperanza en el SEÑOR». Recuerda que estoy afligido y ando errante, que estoy saturado de hiel y amargura. Recuerdo esto bien y por eso me deprimo. Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: Por el gran amor del SEÑOR no hemos sido consumidos y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Me digo a mí mismo: «El SEÑOR es mi herencia. ¡En él esperaré!». Bueno es el SEÑOR con quienes esperan en él, con todos los que lo buscan. Bueno es esperar calladamente la salvación del SEÑOR.
Lamentaciones 3:1-26 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Y o soy el que ha sufrido el duro castigo de Dios. Él me forzó a caminar por los caminos más oscuros; no hay un solo momento en que no me castigue. O scura tumba es mi vida; ¡es como si ya estuviera muerto! Dios me rodeó por completo de la miseria más terrible. Me dejó sin fuerzas; ¡no tengo un solo hueso sano! S e niega Dios a escucharme, aunque siempre le pido ayuda. A cada paso me pone tropiezos y me hace perder el camino. Me tiene preso y encadenado. ¡No puedo escaparme de él! O bjeto soy de sus ataques; ¡soy el blanco de sus flechas! Como animal feroz me vigila, esperando el momento de atacarme. ¡Me obliga a apartarme del camino para que no pueda defenderme! Y a me partió el corazón con sus terribles flechas. Dios ha llenado mi vida de tristeza y amargura. Todo el día y a todas horas, la gente se burla de mí. E stoy completamente derrotado, porque Dios me hizo caer. Ya no tengo tranquilidad; la felicidad es solo un recuerdo. Me parece que de Dios ya no puedo esperar nada. L os más tristes recuerdos me llenan de amargura. Siempre los tengo presentes, y eso me quita el ánimo. Pero también me acuerdo de algo que me da esperanza: S é que no hemos sido destruidos porque Dios nos tiene compasión. Sé que cada mañana se renuevan su gran amor y su fidelidad. Por eso digo que en él confío; ¡Dios es todo para mí! I nvito a todos a confiar en Dios porque él es bondadoso. Es bueno esperar con paciencia que Dios venga a salvarnos
Lamentaciones 3:1-26 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Yo soy aquel que ha visto la aflicción bajo el látigo de su enojo. Me ha llevado por un sendero no de luz sino de tinieblas. A todas horas vuelve y revuelve su mano contra mí. Ha hecho envejecer mi carne y mi piel; me ha despedazado los huesos. Ha levantado en torno mío un muro de amargura y de trabajo. Me ha dejado en las tinieblas, como a los que murieron hace tiempo. Por todos lados me asedia y no puedo escapar; ¡muy pesadas son mis cadenas! Grito pidiéndole ayuda, pero él no atiende mi oración. Ha cercado con piedras mis caminos; me ha cerrado el paso. Como un oso en acecho, como león agazapado, me desgarró por completo y me obligó a cambiar de rumbo. Tensó su arco y me puso como blanco de sus flechas. Me clavó en las entrañas las saetas de su aljaba. Todo el tiempo soy para mi pueblo motivo de burla. ¡Me ha llenado de amargura! ¡Me ha embriagado de ajenjo! Me ha roto los dientes, me ha cubierto de ceniza. Ya no sé lo que es tener paz ni lo que es disfrutar del bien, y concluyo: «Fuerzas ya no tengo, ni esperanza en el Señor.» Tan amargo como la hiel es pensar en mi aflicción y mi tristeza, y lo traigo a la memoria porque mi alma está del todo abatida; pero en mi corazón recapacito, y eso me devuelve la esperanza. Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos; ¡nunca su misericordia se ha agotado! ¡Grande es su fidelidad, y cada mañana se renueva! Por eso digo con toda el alma: «¡El Señor es mi herencia, y en él confío!» Es bueno el Señor con quienes le buscan, con quienes en él esperan. Es bueno esperar en silencio que el Señor venga a salvarnos.
Lamentaciones 3:1-26 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Yo soy el que ha experimentado el sufrimiento bajo los golpes de la furia del Señor. Me ha llevado a regiones oscuras, me ha hecho andar por caminos sin luz; una y otra vez, a todas horas, descarga su mano sobre mí. Ha hecho envejecer mi carne y mi piel, ha hecho pedazos mis huesos; ha levantado a mi alrededor un cerco de amargura y sufrimientos; me ha hecho vivir en las sombras, como los que murieron hace tiempo. Me encerró en un cerco sin salida; me oprimió con pesadas cadenas; aunque grité pidiendo ayuda, no hizo caso de mis ruegos; me cerró el paso con muros de piedra, ¡cambió el curso de mis senderos! Él ha sido para mí como un león escondido, como un oso a punto de atacarme. Me ha desviado del camino, me ha desgarrado, ¡me ha dejado lleno de terror! ¡Tensó el arco y me puso como blanco de sus flechas! Las flechas lanzadas por el Señor se me han clavado muy hondo. Toda mi gente se burla de mí; a todas horas soy el tema de sus burlas. El Señor me ha llenado de amarguras; amarga es la bebida que me ha dado. Me estrelló los dientes contra el suelo; me hizo morder el polvo. De mí se ha alejado la paz y he olvidado ya lo que es la dicha. Hasta he llegado a pensar que ha muerto mi firme esperanza en el Señor. Recuerdo mi tristeza y soledad, mi amargura y sufrimiento; me pongo a pensar en ello y el ánimo se me viene abajo. Pero una cosa quiero tener presente y poner en ella mi esperanza: El amor del Señor no tiene fin, ni se han agotado sus bondades. Cada mañana se renuevan; ¡qué grande es su fidelidad! Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí; por eso en él confío! El Señor es bueno con los que en él confían, con los que a él recurren. Es mejor esperar en silencio a que el Señor nos ayude.
Lamentaciones 3:1-26 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo. Me guio y me llevó en tinieblas, y no en luz; Ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día. Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos; Edificó baluartes contra mí, y me rodeó de amargura y de trabajo. Me dejó en oscuridad, como los ya muertos de mucho tiempo. Me cercó por todos lados, y no puedo salir; ha hecho más pesadas mis cadenas; Aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos a mi oración; Cercó mis caminos con piedra labrada, torció mis senderos. Fue para mí como oso que acecha, como león en escondrijos; Torció mis caminos, y me despedazó; me dejó desolado. Entesó su arco, y me puso como blanco para la saeta. Hizo entrar en mis entrañas las saetas de su aljaba. Fui escarnio a todo mi pueblo, burla de ellos todos los días; Me llenó de amarguras, me embriagó de ajenjos. Mis dientes quebró con cascajo, me cubrió de ceniza; Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien, Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová. Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel; Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí; Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.
Lamentaciones 3:1-26 La Biblia de las Américas (LBLA)
Yo soy el hombre que ha visto la aflicción bajo la vara de su furor. Él me ha llevado y me ha hecho andar en tinieblas y no en luz. Ciertamente contra mí ha vuelto y revuelto su mano todo el día. Ha hecho que se consuman mi carne y mi piel, ha quebrado mis huesos. Me ha sitiado y rodeado de amargura y de fatiga. En lugares tenebrosos me ha hecho morar, como los que han muerto hace tiempo. Con muro me ha cercado y no puedo salir, ha hecho pesadas mis cadenas. Aun cuando clamo y pido auxilio, Él cierra el paso a mi oración. Ha cerrado mis caminos con piedra labrada, ha hecho tortuosos mis senderos. Él es para mí como oso en acecho, como león en lugares ocultos. Ha desviado mis caminos y me ha destrozado, me ha dejado desolado. Ha entesado su arco y me ha puesto como blanco de la flecha. Hizo que penetraran en mis entrañas las flechas de su aljaba. He venido a ser objeto de burla de todo mi pueblo, su copla todo el día. Él me ha llenado de amargura, me ha embriagado con ajenjo. Ha quebrado con guijarro mis dientes, ha hecho que me revuelque en el polvo. Y mi alma ha sido privada de la paz, he olvidado la felicidad. Digo, pues: Ha perecido mi vigor, y mi esperanza que venía del SEÑOR. ¶Acuérdate de mi aflicción y de mi vagar, del ajenjo y de la amargura. Ciertamente lo recuerda y se abate mi alma dentro de mí. Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: Que las misericordias del SEÑOR jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡grande es tu fidelidad! El SEÑOR es mi porción —dice mi alma— por eso en Él espero. Bueno es el SEÑOR para los que en Él esperan, para el alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del SEÑOR.
Lamentaciones 3:1-26 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Yo soy el que ha visto las aflicciones que provienen de la vara del enojo del SEÑOR. Me llevó a las tinieblas, y dejó fuera toda luz. Volvió su mano contra mí una y otra vez, todo el día. Hizo que mi piel y mi carne envejecieran; quebró mis huesos. Me sitió y me rodeó de angustia y aflicción. Me enterró en un lugar oscuro, como a los que habían muerto hace tiempo. Me cercó con un muro, y no puedo escapar; me ató con pesadas cadenas. Y a pesar de que lloro y grito, cerró sus oídos a mis oraciones. Impidió mi paso con un muro de piedra; hizo mis caminos tortuosos. Se escondió como un oso o un león, esperando atacarme. Me arrastró fuera del camino, me descuartizó y me dejó indefenso y destruido. Tensó su arco y me hizo el blanco de sus flechas. Disparó sus flechas a lo profundo de mi corazón. Mi propio pueblo se ríe de mí; todo el día repiten sus canciones burlonas. Él me llenó de amargura y me dio a beber una copa amarga de dolor. Me hizo masticar piedras; me revolcó en el polvo. Me arrebató la paz y ya no recuerdo qué es la prosperidad. Yo exclamo: «¡Mi esplendor ha desaparecido! ¡Se perdió todo lo que yo esperaba del SEÑOR!». Recordar mi sufrimiento y no tener hogar es tan amargo que no encuentro palabras. Siempre tengo presente este terrible tiempo mientras me lamento por mi pérdida. No obstante, aún me atrevo a tener esperanza cuando recuerdo lo siguiente: ¡El fiel amor del SEÑOR nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan. Grande es su fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana. Me digo: «El SEÑOR es mi herencia, por lo tanto, ¡esperaré en él!». El SEÑOR es bueno con los que dependen de él, con aquellos que lo buscan. Por eso es bueno esperar en silencio la salvación que proviene del SEÑOR.