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Job 9:4-32

Job 9:4-32 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Profunda es su sabiduría, vasto su poder. ¿Quién puede desafiarlo y salir bien librado? Él mueve montañas sin que estas lo sepan, y en su enojo las trastorna. Él remueve los cimientos de la tierra y hace que se estremezcan sus columnas. Reprende al sol y su brillo se apaga; eclipsa la luz de las estrellas. Él se basta para extender los cielos; somete a su dominio las olas del mar. Él creó la Osa Mayor y el Orión, las Pléyades y las constelaciones del sur. Él realiza maravillas insondables, portentos que no pueden contarse. Si pasara junto a mí, no podría verlo; si se alejara, no alcanzaría a percibirlo. Si de algo se adueñara, ¿quién lo haría desistir? ¿Quién puede cuestionar sus actos? Dios no contiene su enojo; aun Rahab y sus secuaces se postran a sus pies. »¿Cómo entonces podré yo responderle? ¿Dónde hallar palabras para contradecirle? Aunque fuera yo inocente, no puedo defenderme; de mi Juez solo puedo pedir misericordia. Y aunque lo llamara y me respondiera, no creo que me concedería audiencia. Me despedazaría con una tormenta y por la menor cosa multiplicaría mis heridas. No me dejaría recobrar el aliento; más bien, me saturaría de amargura. Si de fuerza se trata, ¡él es más poderoso! Si es cuestión de juicio, ¿quién lo hará comparecer? Aun siendo inocente, me condenará mi boca; aun siendo íntegro, resultaré culpable. »Soy íntegro, pero ya no me importa; tengo en poco mi propia vida. Todo es lo mismo; por eso digo: “Al íntegro y al malvado destruye por igual”. Si alguna plaga acarrea la muerte repentina, él se burla de la angustia del inocente. Si algún malvado se apodera de un terreno, él tapa los ojos a los jueces. Si no lo hace él, ¿entonces quién? »Transcurren mis días con más rapidez que un corredor; vuelan sin que hayan conocido la dicha. Se deslizan como barcas de papiro, como veloces águilas al caer sobre su presa. Si acaso digo: “Olvidaré mi queja, cambiaré de expresión, esbozaré una sonrisa”, me queda el miedo de tanto sufrimiento, pues bien sé que no me consideran inocente. Y ya que me tienen por culpable, ¿para qué voy a luchar en vano? Aunque me bañe con jabón y me limpie las manos con lejía, tú me lanzarás al muladar, ¡y hasta mis ropas me aborrecerán! »Dios no es hombre como yo, para que le responda y juntos comparezcamos ante un tribunal.

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Job 9:4-32 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

¿Quién puede desafiar a Dios y esperar salir victorioso? Su sabiduría es muy profunda, y su poder es muy grande. Cuando Dios se enoja, cambia de lugar las montañas sin que nadie se dé cuenta; también cambia de lugar a la tierra, y la hace temblar hasta sus bases. Reprende al sol, y el sol no sale; también apaga la luz de las estrellas. Con su poder extiende el cielo y calma las olas del mar. Dios creó todas las estrellas, y las agrupó en constelaciones: la Osa Mayor, la Cruz del Sur, Orión y las Siete Cabritas. »Dios hace cosas tan maravillosas que es muy difícil comprenderlas, y más aún, hablar de ellas. Si Dios pasara junto a mí, me sería imposible verlo; si se alejara de mí, no me daría cuenta. Si quisiera tomar algo, ¿quién podría ordenarle no hacerlo? Cuando Dios se enoja, hasta el mar y sus olas se rinden ante él. »Si esto es así, ¿cómo voy a poder responderle? A pesar de que soy inocente, ante Dios no me puedo defender; solo puedo suplicarle que me tenga compasión. Si lo llamara, y él me respondiera, no creo que me prestaría atención. ¡Al contrario! ¡Por la cosa más simple aumentaría mis heridas y no me dejaría ni respirar! ¡Me llenaría de amargura y con una tormenta me despedazaría! Si de comparar fuerzas se trata, ¡Dios es más poderoso! Y si le abriera un juicio, ¿quién podría obligarlo a presentarse? ¡Aunque no he hecho nada malo, mi boca me condena y resulto culpable! »No tengo nada de qué arrepentirme, pero eso ya no importa; ¡estoy cansado de esta vida! En todo caso, da lo mismo. Por eso puedo afirmar que Dios destruye por igual a los buenos y a los malos. Y si alguna enfermedad provoca que la gente muera de pronto, Dios se burla de la angustia de los que nada malo hicieron. Cuando algún malvado se apodera de un terreno, es Dios mismo quien les tapa los ojos a los jueces. »La vida se me escapa con la rapidez del rayo. Mis días pasan como el águila cuando se lanza sobre su presa. El tiempo es como un barco que se pierde en la distancia, y yo aquí estoy, sin saber lo que es la felicidad. A veces pienso en olvidarlo todo, en cambiar de actitud y sonreír; pero me asusto de tanto sufrimiento, pues sé bien que ante Dios, no resulto inocente. Y si él me considera culpable, ¿qué caso tiene seguir luchando? Aunque me lave con jabón las manos y todo el cuerpo, Dios me arrojará al basurero, ¡y no habrá ropa que me cubra! »¿Cómo puedo atreverme a citar a Dios ante un tribunal, si soy un simple mortal?

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Job 9:4-32 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Su corazón es sabio, y grande es su poder; nadie puede desafiarlo y salir bien librado. En su furor, hace polvo las montañas, y nadie sabe quién las hizo añicos. Hace que la tierra se sacuda, y que sus bases se estremezcan; ordena al sol no salir, y este no sale; a las estrellas les quita su brillo; extiende los cielos como un manto, y se pasea sobre las olas del mar; él hizo la Osa, las Pléyades y el Orión, y las constelaciones del sur; sus grandes maravillas nadie las puede entender; son tan numerosas que nadie las puede contar. Si él pasara frente a mí, no lo podría contemplar; no soy capaz de entender su presencia. Si él arrebata, ¿quién le hará restituir? ¿Quién puede cuestionarlo por lo que hace? »Dios no se retracta, si se enoja; ante él se humillan incluso los más soberbios. ¿Cómo podría yo responderle? ¡No podría hallar las palabras para contradecirle! Aun si yo fuera inocente, no me puedo defender; más bien, le rogaría que me tuviera compasión. Si yo quisiera hablarle, y él me respondiera, me es difícil creer que me hiciera caso. Ya me ha enviado una lluvia de quebrantos, y sin razón me ha causado muchas heridas. ¡Son tantas mis amarguras que ni tiempo tengo de recobrar el aliento! Si hablamos de su poder, él es más poderoso; si hablamos de llevarlo a juicio, ¿quién lo emplazará? Si me declaro inocente, mi propia boca me condena; si me declaro perfecto, eso me hace culpable. Aunque sea yo inocente, eso no importa, pues tengo mi vida en poca estima. »Pero hay algo más que quiero decir: Dios destruye tanto al bueno como al malo. Cuando ocurre algún desastre repentino, él parece burlarse de la angustia del inocente. Cuando la tierra cae en poder de los malvados, él les cierra los ojos a los jueces. Y si esto no lo hace Dios, ¿entonces quién? »Veo que mis días se van con gran rapidez; se van sin que yo haya sabido qué es ser feliz. Pasan las horas como naves fugaces, como águilas que raudas caen sobre su presa. Si yo dijera: “Voy a olvidar mis lamentos, y a poner una cara alegre para seguir adelante”, aún me perturbarían todos mis dolores, pues nadie cree que sea yo inocente. Y como nadie cree en mi inocencia, ¿para qué voy a esforzarme en vano? Aunque me lave con jabón, y me restriegue las manos con lejía, aun así me arrojarías al muladar, ¡y mis vestidos resultarían repugnantes! Dios no es como yo, un simple hombre a quien yo pueda acusar y llevar a juicio.

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Job 9:4-32 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Dios es grande en poder y sabiduría, ¿quién podrá hacerle frente y salir bien librado? Dios, en su furor, remueve las montañas; las derrumba, y nadie se da cuenta. Él hace que la tierra se sacuda y que sus bases se estremezcan. Él ordena al sol que no salga, y a las estrellas, que no brillen. Sin ayuda de nadie extendió el cielo y aplastó al monstruo del mar. Él creó las constelaciones: la Osa Mayor, el Orión y las Pléyades, y el grupo de estrellas del sur. ¡Él hace tantas y tan grandes maravillas, cosas que nadie es capaz de comprender! Si Dios pasa junto a mí, no lo podré ver; pasará y no me daré cuenta. Si de algo se adueña, ¿quién podrá reclamárselo? ¿Quién podrá pedirle cuentas de lo que hace? Si Dios se enoja, no se calma fácilmente; a sus pies quedan humillados los aliados de Rahab. ¿Cómo, pues, encontraré palabras para contradecir a Dios? Por muy inocente que yo sea, no puedo responderle; él es mi juez, y solo puedo pedirle compasión. Si yo lo llamara a juicio, y él se presentara, no creo que hiciera caso a mis palabras. Haría que me azotara una tempestad, y aumentaría mis heridas sin motivo; me llenaría de amargura y no me dejaría tomar aliento. ¿Acudir a la fuerza? Él es más poderoso. ¿Citarlo a juicio? ¿Y quién lo hará presentarse? Por más recto e intachable que yo fuera, él me declararía culpable y malo. Yo soy inocente, pero poco importa; ya estoy cansado de vivir. Todo es lo mismo. Y esto es lo que pienso: que él destruye lo mismo a culpables que a inocentes. Si en un desastre muere gente inocente, Dios se ríe de su desesperación. Deja el mundo en manos de los malvados y a los jueces les venda los ojos. Y si no ha sido Dios, ¿quién, entonces? Mis días huyen en veloz carrera, sin haber visto la felicidad. Se van como barcos ligeros, como águila que se lanza tras la presa. Si trato de olvidar mis penas y de parecer alegre, todo mi dolor vuelve a asustarme, pues sé que Dios no me cree inocente. Y si él me tiene por culpable, de nada sirve que yo me esfuerce. Aunque me lave las manos con jabón y me las frote con lejía, Dios me hundirá en el fango, y hasta mi ropa sentirá asco de mí. Yo no puedo encararme con Dios como con otro hombre, ni decirle que vayamos los dos a un tribunal.

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Job 9:4-32 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Él es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas; ¿Quién se endureció contra él, y le fue bien? Él arranca los montes con su furor, Y no saben quién los trastornó; Él remueve la tierra de su lugar, Y hace temblar sus columnas; Él manda al sol, y no sale; Y sella las estrellas; Él solo extendió los cielos, Y anda sobre las olas del mar; Él hizo la Osa, el Orión y las Pléyades, Y los lugares secretos del sur; Él hace cosas grandes e incomprensibles, Y maravillosas, sin número. He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré; Pasará, y no lo entenderé. He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir? ¿Quién le dirá: Qué haces? Dios no volverá atrás su ira, Y debajo de él se abaten los que ayudan a los soberbios. ¿Cuánto menos le responderé yo, Y hablaré con él palabras escogidas? Aunque fuese yo justo, no respondería; Antes habría de rogar a mi juez. Si yo le invocara, y él me respondiese, Aún no creeré que haya escuchado mi voz. Porque me ha quebrantado con tempestad, Y ha aumentado mis heridas sin causa. No me ha concedido que tome aliento, Sino que me ha llenado de amarguras. Si habláremos de su potencia, por cierto es fuerte; Si de juicio, ¿quién me emplazará? Si yo me justificare, me condenaría mi boca; Si me dijere perfecto, esto me haría inicuo. Si fuese íntegro, no haría caso de mí mismo; Despreciaría mi vida. Una cosa resta que yo diga: Al perfecto y al impío él los consume. Si azote mata de repente, Se ríe del sufrimiento de los inocentes. La tierra es entregada en manos de los impíos, Y él cubre el rostro de sus jueces. Si no es él, ¿quién es? ¿Dónde está? Mis días han sido más ligeros que un correo; Huyeron, y no vieron el bien. Pasaron cual naves veloces; Como el águila que se arroja sobre la presa. Si yo dijere: Olvidaré mi queja, Dejaré mi triste semblante, y me esforzaré, Me turban todos mis dolores; Sé que no me tendrás por inocente. Yo soy impío; ¿Para qué trabajaré en vano? Aunque me lave con aguas de nieve, Y limpie mis manos con la limpieza misma, Aún me hundirás en el hoyo, Y mis propios vestidos me abominarán. Porque no es hombre como yo, para que yo le responda, Y vengamos juntamente a juicio.

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Job 9:4-32 La Biblia de las Américas (LBLA)

Sabio de corazón y robusto de fuerzas, ¿quién le ha desafiado sin sufrir daño? Él es el que remueve los montes, y estos no saben cómo cuando los vuelca en su furor; el que sacude la tierra de su lugar, y sus columnas tiemblan; el que manda al sol que no brille, y pone sello a las estrellas; el que solo extiende los cielos, y holla las olas del mar; el que hace la Osa, el Orión y las Pléyades, y las cámaras del sur; el que hace grandes cosas, inescrutables, y maravillas sin número. Si Él pasara junto a mí, no le vería; si me pasara adelante, no le percibiría. Si Él arrebatara algo, ¿quién le estorbaría? Quién podrá decirle: «¿Qué haces?». ¶Dios no retirará su ira; bajo Él quedan humillados los que ayudan a Rahab. ¿Cómo puedo yo responderle, y escoger mis palabras delante de Él? Porque aunque yo tuviera razón, no podría responder; tendría que implorar la misericordia de mi juez. Si yo llamara y Él me respondiera, no podría creer que escuchara mi voz. Porque Él me quebranta con tempestad, y sin causa multiplica mis heridas. No me permite cobrar aliento, sino que me llena de amarguras. Si es cuestión de poder, he aquí, Él es poderoso; y si es cuestión de justicia, ¿quién le citará? Aunque soy justo, mi boca me condenará; aunque soy inocente, Él me declarará culpable. Inocente soy, no hago caso de mí mismo, desprecio mi vida. Todo es lo mismo, por tanto digo: «El destruye al inocente y al malvado». Si el azote mata de repente, Él se burla de la desesperación del inocente. La tierra es entregada en manos de los impíos; Él cubre el rostro de sus jueces; si no es Él, ¿quién será? ¶Mis días son más ligeros que un corredor; huyen, no ven el bien. Se deslizan como barcos de juncos, como águila que se arroja sobre su presa. Aunque yo diga: «Olvidaré mi queja, cambiaré mi triste semblante y me alegraré», temeroso estoy de todos mis dolores, sé que tú no me absolverás. Si soy impío, ¿para qué, pues, esforzarme en vano? Si me lavara con nieve y limpiara mis manos con lejía, aun así me hundirías en la fosa, y mis propios vestidos me aborrecerían. Porque Él no es hombre como yo, para que le responda, para que juntos vengamos a juicio.

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Job 9:4-32 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Dios es tan sabio y tan poderoso. ¿Quién lo ha desafiado alguna vez con éxito? »Él mueve las montañas sin dar aviso; en su enojo las voltea. Él sacude la tierra de su lugar y tiemblan sus cimientos. Si él lo ordena, el sol no saldrá ni brillarán las estrellas. Él solo extendió los cielos y marcha sobre las olas del mar. Él hizo todas las estrellas: la Osa y el Orión, las Pléyades y las constelaciones del cielo del sur. Él hace grandezas, demasiado maravillosas para comprenderlas, y realiza milagros incontables. »Sin embargo, cuando él se acerca no puedo verlo; cuando se mueve, no lo veo pasar. Si arrebata la vida de alguien, ¿quién podrá detenerlo? ¿Quién se atreve a preguntarle: “¿Qué haces?”? Dios no contiene su enojo; aun los monstruos del mar son aplastados bajo sus pies. »Así que, ¿quién soy yo para intentar responder a Dios o incluso razonar con él? Aunque yo tuviera razón, no tendría ninguna defensa; solo podría rogar misericordia. Y aunque lo llamara y él me respondiera, dudo que me preste atención. Pues él me ataca con una tormenta y vez tras vez me hiere sin motivo. No me deja recobrar el aliento sino que me llena de amargas tristezas. Si es cuestión de fuerza, él es el fuerte, y si de justicia, ¿quién se atreverá a llevarlo al tribunal? Aunque soy inocente, mi boca me declararía culpable; aunque soy intachable, la misma boca demostraría que soy malvado. »Soy inocente, pero para mí no marca ninguna diferencia; desprecio mi vida. Inocente o perverso, para Dios es lo mismo, por eso digo: “Él destruye tanto al intachable como al perverso”. Cuando azota la plaga, él se ríe de la muerte del inocente. Toda la tierra está en manos de los malvados, y Dios ciega los ojos de los jueces. Si no es él quien lo hace, ¿entonces quién? »Mi vida pasa más rápido que un corredor y se va volando sin una pizca de felicidad; desaparece como un barco veloz hecho de papiro, como un águila que se lanza en picada sobre su presa. Si decidiera olvidar mis quejas, abandonar mi cara triste y alegrarme, aun así le tendría pavor a todo el dolor porque sé que tú, oh Dios, no me encontrarías inocente. Pase lo que pase, seré declarado culpable; entonces, ¿para qué seguir luchando? Incluso aunque me lavara con jabón y limpiara mis manos con lejía, me hundirías en un pozo lleno de lodo, y mis propias ropas sucias me odiarían. »Dios no es un mortal como yo, por eso no puedo discutir con él ni llevarlo a juicio.

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