Jeremías 4:1-22
Jeremías 4:1-22 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Si te volvieres, oh Israel, dice Jehová, vuélvete a mí. Y si quitares de delante de mí tus abominaciones, y no anduvieres de acá para allá, y jurares: Vive Jehová, en verdad, en juicio y en justicia, entonces las naciones serán benditas en él, y en él se gloriarán. Porque así dice Jehová a todo varón de Judá y de Jerusalén: Arad campo para vosotros, y no sembréis entre espinos. Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras. Anunciad en Judá, y proclamad en Jerusalén, y decid: Tocad trompeta en la tierra; pregonad, juntaos, y decid: Reuníos, y entrémonos en las ciudades fortificadas. Alzad bandera en Sion, huid, no os detengáis; porque yo hago venir mal del norte, y quebrantamiento grande. El león sube de la espesura, y el destruidor de naciones está en marcha, y ha salido de su lugar para poner tu tierra en desolación; tus ciudades quedarán asoladas y sin morador. Por esto vestíos de cilicio, endechad y aullad; porque la ira de Jehová no se ha apartado de nosotros. En aquel día, dice Jehová, desfallecerá el corazón del rey y el corazón de los príncipes, y los sacerdotes estarán atónitos, y se maravillarán los profetas. Y dije: ¡Ay, ay, Jehová Dios! Verdaderamente en gran manera has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: Paz tendréis; pues la espada ha venido hasta el alma. En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Viento seco de las alturas del desierto vino a la hija de mi pueblo, no para aventar, ni para limpiar. Viento más vehemente que este vendrá a mí; y ahora yo pronunciaré juicios contra ellos. He aquí que subirá como nube, y su carro como torbellino; más ligeros son sus caballos que las águilas. ¡Ay de nosotros, porque entregados somos a despojo! Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad? Porque una voz trae las nuevas desde Dan, y hace oír la calamidad desde el monte de Efraín. Decid a las naciones: He aquí, haced oír sobre Jerusalén: Guardas vienen de tierra lejana, y lanzarán su voz contra las ciudades de Judá. Como guardas de campo estuvieron en derredor de ella, porque se rebeló contra mí, dice Jehová. Tu camino y tus obras te hicieron esto; esta es tu maldad, por lo cual amargura penetrará hasta tu corazón. ¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque sonido de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de guerra. Quebrantamiento sobre quebrantamiento es anunciado; porque toda la tierra es destruida; de repente son destruidas mis tiendas, en un momento mis cortinas. ¿Hasta cuándo he de ver bandera, he de oír sonido de trompeta? Porque mi pueblo es necio, no me conocieron; son hijos ignorantes y no son entendidos; sabios para hacer el mal, pero hacer el bien no supieron.
Jeremías 4:1-22 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
«Israel, si piensas volver, vuélvete a mí», afirma el SEÑOR. «Si quitas de mi vista tus ídolos abominables y no te alejas de mí, si con fidelidad, justicia y rectitud juras diciendo: “Tan cierto como que el SEÑOR vive”, entonces en él serán benditas las naciones y en él se gloriarán». Así dice el SEÑOR a los habitantes de Judá y de Jerusalén: «Abran surcos en terrenos no labrados y no siembren entre espinos. Habitantes de Judá y de Jerusalén, circunciden sus corazones: circuncídense para honrar al SEÑOR, no sea que por la maldad de sus obras mi furor se encienda como el fuego y arda sin que nadie pueda apagarlo. »¡Anúncienlo en Judá, proclámenlo en Jerusalén! ¡Toquen la trompeta por toda esta tierra! Griten a voz en cuello: “¡Reúnanse y entremos en las ciudades fortificadas!”. ¡Alcen la señal para ir a Sión! ¡Busquen refugio, no se detengan! Porque yo traigo del norte calamidad y gran destrucción». Un león ha salido del matorral, un destructor de naciones se ha puesto en marcha; ha salido de su lugar de origen para desolar tu tierra; tus ciudades quedarán en ruinas y totalmente despobladas. Por esto, vístanse de luto, laméntense y giman, porque la ardiente ira del SEÑOR no se ha apartado de nosotros. «En aquel día desfallecerá el corazón del rey y de los oficiales; los sacerdotes se llenarán de pánico y los profetas quedarán atónitos», afirma el SEÑOR. Yo dije: «¡Ah, mi SEÑOR y Dios, cómo has engañado a este pueblo y a Jerusalén! Dijiste: “Tendrán paz”, pero tienen la espada en el cuello». En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: «Desde las lomas desoladas del desierto sopla un viento abrasador en dirección a mi pueblo. No es el viento que sirve para aventar ni para limpiar el trigo; el viento que haré venir es demasiado fuerte para eso, porque yo mismo dictaré sentencia contra ellos». ¡Mírenlo avanzar como las nubes! ¡Sus carros de guerra parecen un huracán! ¡Sus caballos son más veloces que las águilas! ¡Ay de nosotros! ¡Estamos perdidos! Jerusalén, limpia de maldad tu corazón para que seas salvada. ¿Hasta cuándo hallarán lugar en ti los pensamientos perversos? Una voz anuncia desgracia desde Dan y desde las montañas de Efraín. «Adviertan a las naciones, proclámenlo contra Jerusalén: “De lejanas tierras vienen sitiadores lanzando gritos de guerra contra las ciudades de Judá”. La rodean como quien cuida un campo, porque ella se rebeló contra mí», afirma el SEÑOR. «Tu conducta y tus acciones te han causado todo esto. Este es tu castigo. ¡Qué amargo es! ¡Cómo te ha calado en el propio corazón!». ¡Qué angustia, qué angustia! ¡Me retuerzo de dolor! Mi corazón se agita. ¡Ay, corazón mío! ¡No puedo callarme! Puedo escuchar el toque de trompeta y el grito de guerra. Un desastre llama a otro desastre; toda mi tierra está devastada. De repente fueron destruidas las cortinas y las tiendas donde habito. ¿Hasta cuándo tendré que ver la bandera y escuchar el toque de la trompeta? «Mi pueblo es necio, no me conoce; son hijos insensatos que no tienen entendimiento. Son hábiles para hacer el mal; no saben hacer el bien».
Jeremías 4:1-22 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Entonces Dios les contestó: «Israelitas, si piensan volver, dejen de pecar. Desháganse de esos ídolos asquerosos, y no se aparten de mí. Cuando juren en mi nombre, sean sinceros y justos conmigo y con los demás. Así, por amor a ustedes bendeciré a todas las naciones, y ellas me cantarán alabanzas». Dios les dijo a los habitantes de Judá y de Jerusalén: «Preparen su corazón para recibir mi mensaje. Cumplan el pacto que hice con ustedes, pero cúmplanlo en verdad. Mi mensaje es como una semilla; ¡no la siembren entre espinos! Si siguen haciendo lo malo, mi enojo se encenderá como un fuego y nadie podrá apagarlo. »¡Anuncien esto a gritos en Judá y en todo Jerusalén! ¡Hagan sonar la trompeta por todo el país! ¡Avisen a la gente que corra a protegerse dentro de las ciudades amuralladas! ¡Vamos, no pierdan tiempo! ¡Corran y pónganse a salvo! ¡Agiten la bandera en dirección a Jerusalén! »Yo estoy por mandar desde el norte la más terrible destrucción. Ya está en marcha un ejército. Ha salido para destruir naciones, y también destruirá su país. Los atacará como si fuera un león que sale de su cueva. Las ciudades quedarán en ruinas, y nadie podrá vivir en ellas. Vístanse con ropa vieja y áspera, y lloren y griten de dolor, porque yo sigo enojado con ustedes. »Cuando llegue ese día, el rey y los gobernantes se asustarán y temblarán de miedo y también los sacerdotes y los profetas. Les juro que así será». Yo, Jeremías, dije: «Poderoso Dios de Israel, ¿por qué has engañado a los que viven en Jerusalén? ¿Por qué les prometiste que vivirían en paz, cuando en realidad viven en constante peligro de muerte?» Y Dios contestó: «Cuando llegue el día del castigo, se le dirá a este pueblo de Jerusalén: “Desde los áridos cerros del desierto sopla un viento muy caluroso, y se dirige a Jerusalén, la capital de nuestro pueblo”. No se tratará de la suave brisa que limpia de paja el trigo; el viento que yo haré soplar será mucho más fuerte. Ahora mismo dictaré sentencia contra ellos. »Entonces dirán los israelitas: “¡Miren cómo avanza el enemigo! ¡Parece el nubarrón de una tormenta! Sus carros y sus caballos de guerra son más veloces que las águilas; ¡hasta parecen un huracán! ¿Qué será de nosotros? ¡No tenemos escapatoria!” »Pero yo responderé: “Jerusalén, todavía puedes salvarte. Solo tienes que quitarte de la mente todos esos malos pensamientos. ¿Hasta cuándo vas a dejar que esos pensamientos te dominen?” »Ya se anuncia la desgracia desde la ciudad de Dan y desde los montes de Efraín. Avisen a las naciones, y adviértanle también a Jerusalén, que de una tierra lejana vienen los invasores. Lanzan gritos de guerra contra las ciudades de Judá, y las rodearán por completo, porque ellas se rebelaron contra mí. Les juro que así será. »Jerusalén, todo esto te pasa por tu mal comportamiento. Tu desgracia es tan amarga, que te hiere el corazón». «¡No aguanto más este dolor! ¡Mi corazón está por estallar! ¡Estoy tan agitado que no puedo quedarme callado! Ya escucho el sonido de la trompeta; ya oigo los gritos de batalla. Tras un desastre viene otro, y el país va quedando en ruinas. De repente me he quedado sin casa, pues mis campamentos fueron destruidos. Solo veo banderas enemigas y escucho sus trompetas victoriosas. ¿Hasta cuándo tendré que soportarlo? »Dios dice que no lo conocemos; que somos hijos necios que no entendemos nada; que somos hábiles para hacer lo malo, pero incapaces de hacer lo bueno.
Jeremías 4:1-22 Reina Valera Contemporánea (RVC)
«¡Ah Israel, vuélvete a mí! ¡Cómo quisiera que te volvieras a mí! ¡Cómo quisiera que quitaras de mi vista tus actos repugnantes, y no anduvieras de acá para allá! —Palabra del Señor. »Si con la verdad, la justicia y el derecho juras: “¡Vive el Señor!”, entonces las naciones serán plenamente bendecidas por él, y en él se gloriarán. Porque así dice el Señor a todos los de Judá y de Jerusalén: “Aren ustedes sus campos, y no siembren entre los espinos. Hombres de Judá, y habitantes de Jerusalén: ¡Circuncídense en honor del Señor! ¡Quiten de su corazón lo que en él hay de pagano! De lo contrario, y por causa de sus malvadas acciones, mi ira se encenderá como un fuego, y arderá y nadie podrá apagarla.” »Anuncien esto en Judá; proclámenlo en Jerusalén. Toquen trompeta en la tierra; júntense y pregónenlo. Digan: “Reunámonos y entremos en las ciudades fortificadas.” Icen la bandera en Sión, y huyan sin detenerse, porque yo estoy trayendo del norte una calamidad, ¡una gran destrucción! Ya ha salido el león de la espesura; ya está en marcha el destructor de naciones; ya ha salido de su cueva para dejar tu tierra en ruinas. Tus ciudades quedarán desoladas y sin habitantes.» Por lo tanto, vístanse de cilicio; lloren y hagan lamentos, porque la ira del Señor no se ha apartado de nosotros. Cuando llegue ese día, desfallecerá el corazón del rey y el corazón de los príncipes; los sacerdotes se quedarán atónitos, y los profetas no podrán creerlo. —Palabra del Señor. Yo exclamé: «¡Ay, Señor y Dios! ¡Grandemente has engañado a este pueblo y a Jerusalén! Tú le prometiste que viviría en paz, ¡y ahora pende la espada sobre su cuello!» Cuando llegue el momento, se le dirá a este pueblo, y también a Jerusalén: «Desde las altas dunas del desierto sopla un viento calcinante sobre la hija de mi pueblo. No viene a aventar el trigo ni a limpiarlo. Pero de mi parte vendrá un viento más intenso que este, porque yo mismo voy a dictar sentencia contra ellos.» ¡Mírenlo! ¡Se levanta como nube! ¡Su carro parece un torbellino! ¡Sus caballos son más ligeros que las águilas! ¡Ay de nosotros, nos van a hacer pedazos! Limpia tu corazón de la maldad, Jerusalén, y saldrás bien librada. ¿Hasta cuándo vas a dar cabida en ti pensamientos tan malvados? Desde Dan, una voz da las malas noticias; desde Efraín se da a conocer el desastre. Díganselo a las naciones, y háganselo saber a Jerusalén: «Han llegado soldados de un país lejano, y ya lanzan alaridos contra las ciudades de Judá. Se han apostado a su alrededor, como si vigilaran un campo. Y es que ella se rebeló contra mí.» —Palabra del Señor. Esto te ha pasado por tu manera de ser y de actuar. Esto es por causa de tu maldad. Por eso la amargura te calará hasta el corazón. ¡Cómo me duelen las entrañas! ¡Cómo me duele el corazón! ¡Siento que el corazón se me sale! ¡Ay, alma mía, no puedes guardar silencio, pues has oído los toques de trompeta y los alaridos de guerra! Ya se habla de un desastre tras otro. Todo el país está siendo devastado. ¡Ora destruyen mis carpas, ora destruyen mis campamentos! ¿Hasta cuándo tendré que ver agitarse las banderas, y oír los toques de trompeta? «Y es que mi pueblo es necio, y no me conoce; son gente que no piensa ni entiende; son sabios para hacer el mal, pero no saben hacer el bien.»
Jeremías 4:1-22 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
El Señor afirma: «Si te quieres volver, Israel, es a mí a quien debes volverte. Si alejas tus ídolos odiosos y no te apartas de mí, entonces podrás jurar por mi nombre con verdad, justicia y rectitud. Mi nombre será para las naciones motivo de bendición y alabanza.» El Señor dice a la gente de Judá y Jerusalén: «Cultiven terrenos no cultivados; ya no siembren entre los espinos. Gente de Judá y de Jerusalén, circuncídense y reconózcanme como Señor, pongan en su corazón la marca de la alianza; no sea que, por sus malas acciones, mi enojo se encienda como un fuego y arda sin que nadie pueda apagarlo. »Anuncien esto en Jerusalén y en Judá, proclámenlo a son de trompeta por todo el país, grítenlo bien fuerte: “¡Vamos! ¡A reunirse! ¡A las ciudades fortificadas!” Levanten la bandera apuntando a Sión; ¡busquen refugio, no se detengan! Porque voy a traer del norte gran calamidad y destrucción. El león ya ha salido de su guarida, el que destruye las naciones está en marcha; ha salido de su patria para destruir tu país, para dejar desiertas y en ruinas tus ciudades. Por eso, vístanse con ropas ásperas, lloren y giman de dolor, pues la ardiente ira del Señor no se ha apartado de nosotros.» El Señor afirma: «Cuando llegue ese día, el rey y los jefes temblarán de miedo, los sacerdotes sentirán terror y los profetas quedarán espantados.» Yo dije: «¡Ay, Señor, cómo has engañado a la gente de Jerusalén! Les prometiste paz, y lo que tienen es un cuchillo en el cuello.» Cuando llegue ese momento, se dirá al pueblo de Jerusalén: «Un viento caliente del desierto sopla en dirección de mi pueblo. No es la brisa que sirve para limpiar de paja el trigo; el viento que yo haré venir será demasiado fuerte para eso, pues ahora voy a dictar sentencia contra ellos.» Miren, el enemigo avanza como una nube, sus carros de guerra parecen un huracán, sus caballos son más ligeros que las águilas. ¡Ay de nosotros, estamos perdidos! Jerusalén, limpia del mal tu corazón y así te salvarás. ¿Hasta cuándo darás vueltas en tu cabeza a pensamientos perversos? Desde Dan y las colinas de Efraín llegan malas noticias: «Adviertan a las naciones y a Jerusalén que de un país lejano vienen enemigos lanzando gritos de guerra contra las ciudades de Judá. Rodearán a Judá, como los que cuidan los campos, porque se rebeló contra el Señor. Yo, el Señor, lo afirmo. »Tu conducta y tus acciones son la causa de lo que te ha sucedido; tu maldad te ha dado este amargo fruto y te hiere el corazón.» ¡Me retuerzo de dolor! ¡El corazón me palpita con violencia! ¡Estoy inquieto, no puedo callarme! He escuchado un toque de trompeta, un griterío de guerra. Llegan noticias de continuos desastres; todo el país está en ruinas. De repente han sido destruidos mis campamentos, han quedado deshechas mis tiendas de campaña. ¿Cuánto tiempo aún veré en lo alto la bandera y escucharé el toque de la trompeta? «Mi pueblo es estúpido, no me conoce —dice el Señor. Son hijos sin juicio, que no reflexionan. Les sobra talento para hacer el mal, pero no saben hacer el bien.»
Jeremías 4:1-22 La Biblia de las Américas (LBLA)
Si has de volver, oh Israel —declara el SEÑOR— vuélvete a mí. Si quitas de mi presencia tus abominaciones, y no vacilas, y juras: «Vive el SEÑOR», en verdad, en juicio y en justicia, entonces se bendecirán en Él las naciones, y en Él se gloriarán. Porque así dice el SEÑOR a los hombres de Judá y de Jerusalén: Romped el barbecho, y no sembréis entre espinos. Circuncidaos para el SEÑOR, y quitad los prepucios de vuestros corazones, hombres de Judá y habitantes de Jerusalén, no sea que mi furor salga como fuego y arda y no haya quien lo apague, a causa de la maldad de vuestras obras. ¶Declarad en Judá y proclamad en Jerusalén, y decid: Tocad la trompeta en la tierra; clamad en alta voz, y decid: «Reuníos y entremos en las ciudades fortificadas». Izad bandera hacia Sión; buscad refugio, no os detengáis; porque traigo del norte la calamidad, una gran destrucción. Ha salido el león de la espesura, y el destructor de naciones se ha puesto en marcha; ha salido de su lugar para convertir tu tierra en desolación. Tus ciudades quedarán en ruinas, sin habitantes. Por eso, vestíos de cilicio, lamentaos y gemid; porque no se ha apartado de nosotros la ardiente ira del SEÑOR. Y sucederá en aquel día —declara el SEÑOR— que fallará el corazón del rey y el corazón de los príncipes; se quedarán atónitos los sacerdotes y los profetas se pasmarán. Entonces dije: ¡Ah, Señor DIOS! Ciertamente has engañado en gran manera a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: «Paz tendréis», cuando tienen la espada al cuello. En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento abrasador de las alturas desoladas del desierto, en dirección a la hija de mi pueblo, no para aventar, ni para limpiar, un viento demasiado fuerte para esto, vendrá a mi mandato. Ahora yo pronunciaré juicios contra ellos. He aquí que él sube como las nubes, y como un torbellino sus carros; sus caballos son más ligeros que las águilas. ¡Ay de nosotros, porque estamos perdidos! ¶Lava de maldad tu corazón, Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo morarán dentro de ti pensamientos perversos? Porque una voz lo anuncia desde Dan, y proclama el mal desde los montes de Efraín. Avisadlo a las naciones: ¡Aquí están! Proclamad sobre Jerusalén: «Sitiadores vienen de tierra lejana y alzan sus voces contra las ciudades de Judá. -»Como guardas de campo están apostados contra ella por todos lados, porque se ha rebelado contra mí» —declara el SEÑOR. Tu comportamiento y tus acciones te han traído estas cosas. Esta es tu maldad. ¡Qué amarga! ¡Cómo ha penetrado hasta tu corazón! ¶¡Alma mía, alma mía! Estoy angustiado, ¡oh corazón mío! Mi corazón se agita dentro de mí; no callaré, porque has oído, alma mía, el sonido de la trompeta, el pregón de guerra. Desastre sobre desastre se anuncia, porque es arrasada toda la tierra; de repente son arrasadas mis tiendas, en un instante mis cortinas. ¿Hasta cuándo he de ver la bandera y he de oír el sonido de la trompeta? Porque mi pueblo es necio, no me conoce; hijos torpes son, no son inteligentes. Astutos son para hacer el mal, pero hacer el bien no saben.
Jeremías 4:1-22 Nueva Traducción Viviente (NTV)
«¡Oh, Israel! —dice el SEÑOR—, si quisieras, podrías volver a mí. Podrías desechar tus ídolos detestables y no alejarte nunca más. Después, cuando jures por mi nombre diciendo: “Tan cierto como que el SEÑOR vive”, lo podrías hacer con verdad, justicia y rectitud. Entonces serías una bendición a las naciones del mundo, y todos los pueblos vendrían y alabarían mi nombre». Esto dice el SEÑOR a la gente de Judá y de Jerusalén: «¡Pasen el arado por el terreno endurecido de sus corazones! No desperdicien la buena semilla entre los espinos. Oh habitantes de Judá y de Jerusalén, renuncien a su orgullo y a su poder. Cambien la actitud del corazón ante el SEÑOR, o mi enojo arderá como fuego insaciable debido a todos sus pecados. »¡Griten a la gente de Judá y proclamen a los de Jerusalén! Díganles que toquen alarma en toda la tierra: “¡Corran y salven sus vidas! ¡Huyan a las ciudades fortificadas!”. Levanten una bandera de señales como una advertencia para Jerusalén: “¡Huyan de inmediato! ¡No se demoren!”. Pues desde el norte traigo una terrible destrucción sobre ustedes». Desde su guarida un león acecha, un destructor de naciones. Ha salido de su guarida y se dirige hacia ustedes. ¡Arrasará su tierra! Sus ciudades quedarán en ruinas, y ya nadie vivirá en ellas. Así que póngase ropa de luto y lloren con el corazón destrozado, porque la ira feroz del SEÑOR todavía está sobre nosotros. «En aquel día —dice el SEÑOR—, el rey y los funcionarios temblarán de miedo. Los sacerdotes quedarán paralizados de terror y los profetas, horrorizados». Entonces dije: «Oh SEÑOR Soberano, el pueblo ha sido engañado por lo que dijiste, porque prometiste paz para Jerusalén. ¡Sin embargo, la espada está en su cuello!». Se acerca la hora en que el SEÑOR dirá a la gente de Jerusalén: «Mi querido pueblo, desde el desierto sopla un viento abrasador, y no la brisa suave que se usa para separar la paja del grano. ¡Es una ráfaga estrepitosa que yo envié! ¡Ahora pronuncio la destrucción contra ti!». ¡Nuestro enemigo avanza hacia nosotros como nubarrones! Sus carros de guerra son como torbellinos; sus caballos son más veloces que las águilas. ¡Qué horrible será, pues estamos condenados! Oh Jerusalén, limpia tu corazón para que seas salvada. ¿Hasta cuándo guardarás tus malos pensamientos? Tu destrucción ya se anunció desde Dan y la zona montañosa de Efraín. «Adviertan a las naciones vecinas y anuncien esto a Jerusalén: “El enemigo viene desde una tierra lejana, dando gritos de guerra contra las ciudades de Judá. Rodean a Jerusalén como guardianes alrededor de un campo porque mi pueblo se rebeló contra mí —dice el SEÑOR—. Tus propios hechos han traído todo esto sobre ti. Este castigo es amargo; ¡te penetra hasta el corazón!”». ¡Mi corazón, mi corazón, me retuerzo de dolor! ¡Mi corazón retumba dentro de mí! No puedo quedarme quieto. Pues he escuchado el sonar de las trompetas enemigas y el bramido de sus gritos de guerra. Olas de destrucción cubren la tierra, hasta dejarla en completa desolación. Súbitamente mis carpas son destruidas; de repente mis refugios son demolidos. ¿Hasta cuándo tendré que ver las banderas de combate y oír el toque de trompetas de guerra? «Mi pueblo es necio y no me conoce —dice el SEÑOR—. Son hijos tontos, sin entendimiento. Son lo suficientemente listos para hacer lo malo, ¡pero no tienen ni idea de cómo hacer lo correcto!».