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Jueces 7:7-22

Jueces 7:7-22 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

El SEÑOR dijo a Gedeón: «Con los trescientos hombres que lamieron el agua, yo los salvaré; entregaré a los madianitas en tus manos. El resto, que se vaya a su casa». Entonces Gedeón mandó a los demás israelitas a sus tiendas de campaña, pero retuvo a los trescientos, los cuales se hicieron cargo de las provisiones y de las trompetas de los otros. El campamento de Madián estaba situado en el valle, más abajo del de Gedeón. Aquella noche el SEÑOR dijo a Gedeón: «Levántate y baja al campamento, porque voy a entregar en tus manos a los madianitas. Si temes atacar, baja primero al campamento con tu criado Furá y escucha lo que digan. Después de eso cobrarás valor para atacar el campamento». Así que él y Furá, su criado, bajaron hasta los puestos de los centinelas, en las afueras del campamento. Los madianitas, los amalecitas y todos los otros pueblos del oriente que se habían establecido en el valle eran numerosos como langostas. Sus camellos eran incontables, como la arena a la orilla del mar. Gedeón llegó precisamente en el momento en que un hombre le contaba su sueño a un amigo. —Tuve un sueño —decía—, en el que un pan de cebada llegaba rodando al campamento madianita, y con tal fuerza golpeaba una tienda de campaña que esta se volteaba y se venía abajo. Su amigo respondió: —Esto no significa otra cosa que la espada del israelita Gedeón, hijo de Joás. ¡Dios ha entregado en sus manos a los madianitas y a todo el campamento! Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se postró en adoración. Luego volvió al campamento de Israel y ordenó: «¡Levántense! El SEÑOR ha entregado en manos de ustedes el campamento madianita». Gedeón dividió a los trescientos hombres en tres compañías y distribuyó entre todos ellos trompetas y cántaros vacíos, con antorchas dentro de los cántaros. «Mírenme —les dijo—. Sigan mi ejemplo. Cuando llegue a las afueras del campamento, hagan exactamente lo mismo que me vean hacer. Cuando todos los que están conmigo y yo toquemos nuestras trompetas, ustedes también toquen las suyas alrededor del campamento y digan: “Por el SEÑOR y por Gedeón”». Gedeón y los cien hombres que iban con él llegaron a las afueras del campamento durante el cambio de guardia, cuando estaba por comenzar el relevo de medianoche. Tocaron las trompetas y rompieron los cántaros que llevaban en sus manos. Las tres compañías tocaron las trompetas e hicieron pedazos los cántaros. Tomaron las antorchas en la mano izquierda y, sosteniendo en la mano derecha las trompetas que iban a tocar, gritaron: «¡Desenvainen sus espadas, por el SEÑOR y por Gedeón!». Como cada hombre se mantuvo en su puesto alrededor del campamento, todos los madianitas salieron corriendo y dando alaridos mientras huían. Al sonar las trescientas trompetas, el SEÑOR hizo que los hombres de todo el campamento se atacaran entre sí con sus espadas. El ejército huyó hasta Bet Sitá, en dirección a Zererá, hasta la frontera de Abel Mejolá, cerca de Tabat.

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Jueces 7:7-22 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Dios le dijo entonces a Gedeón: «Con estos trescientos soldados voy a salvarlos y les daré la victoria sobre los madianitas. Todos los demás, pueden irse a su casa». Así que Gedeón se quedó con trescientos hombres. Recogió los cántaros y las trompetas de los demás, y los mandó de vuelta a sus tiendas de campaña. El campamento de los madianitas quedaba más abajo, en el valle. Esa misma noche Dios le ordenó a Gedeón: «Levántate y ataca a los madianitas. Yo te daré la victoria sobre ellos. Pero si tienes miedo de atacarlos, baja al campamento con tu sirviente Purá. Cuando oigas lo que están diciendo, perderás el miedo». Gedeón se fue con su sirviente a los puestos de vigilancia del ejército enemigo. Los madianitas, los amalecitas y toda la gente del este se habían dispersado por todo el valle. Parecían una plaga de saltamontes, y tenían tantos camellos como la arena que hay en la playa. Cuando llegó Gedeón, oyó que un soldado le contaba a otro el sueño que había tenido. Le decía: —Soñé que un pan de cebada venía rodando sobre nuestro campamento, y chocaba contra una tienda y la derribaba. Su compañero le respondió: —¡No cabe duda de que se trata del ejército de Gedeón! ¡Dios le va a dar la victoria sobre nuestro ejército! Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y lo que significaba, adoró a Dios. Luego Gedeón volvió al campamento israelita y ordenó: «¡Arriba todos! Dios nos va a dar la victoria sobre el ejército madianita». Gedeón dividió a sus hombres en tres grupos, y les dio trompetas y cántaros vacíos. Dentro de los cántaros pusieron antorchas encendidas. Después les dijo: «Al acercarnos al campamento madianita, fíjense en mí y hagan lo que me vean hacer. Cuando mi grupo y yo toquemos la trompeta, ustedes también hagan sonar las suyas y griten: “¡Por Dios y por Gedeón!”» Gedeón y los cien hombres que estaban con él se acercaron al campamento poco antes de la medianoche, cuando estaba por cambiar el turno de la guardia. Hicieron sonar sus trompetas y rompieron los cántaros que llevaban en las manos, y los otros dos grupos hicieron lo mismo. Con la antorcha en la mano izquierda y la trompeta en la derecha, todos gritaron: «¡Al ataque! ¡Por Dios y por Gedeón!» Los israelitas se quedaron quietos en sus puestos, rodeando el campamento enemigo. Al oír los gritos, todos los del ejército madianita salieron corriendo. Los israelitas, por su parte, seguían tocando sus trompetas, mientras Dios hacía que las tropas enemigas se atacaran entre sí y salieran huyendo. Se fueron a Bet-sitá, camino de Sererá, y llegaron hasta la frontera de Abel-meholá, cerca de Tabat.

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Jueces 7:7-22 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Entonces el Señor le dijo a Gedeón: «Con estos trescientos hombres que lamieron el agua los voy a salvar. Entregaré a los madianitas en tus manos. El resto de la gente puede volverse a casa.» Se prepararon provisiones y trompetas para la gente, y a los demás Gedeón los envió de regreso a su casa; solo retuvo a los trescientos hombres. El campamento de Madián estaba en el valle. Y aquella noche el Señor le dijo a Gedeón: «Levántate y ataca el campamento madianita, porque yo los he entregado en tus manos. Si tienes miedo de ir, que te acompañe Fura, tu criado. En cuanto oigas lo que dicen los madianitas, ármate de valor y atácalos.» Acompañado de Fura, su criado, Gedeón llegó hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el campamento. Los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente se habían extendido por el valle como una plaga de langostas. Sus camellos eran tantos como la arena del mar. Cuando Gedeón llegó al campamento, un hombre le contaba a su compañero lo que había soñado. Le decía: «Tuve un sueño, en el que veía que un pan de cebada venía rodando hasta el campamento de Madián, y cuando llegó, golpeó tan fuerte la tienda de campaña, que la derribó.» Y su compañero le respondió: «Esto no es sino la espada de Gedeón hijo de Joás, el israelita. ¡Dios ha puesto en sus manos a los madianitas y a todo su campamento!» Al oír Gedeón el sueño y su interpretación, adoró al Señor; luego regresó a su campamento, y dijo: «¡Arriba todo el mundo! ¡El Señor ha puesto a los madianitas en nuestras manos!» Dividió entonces los trescientos hombres en tres grupos, y a cada uno le dio una trompeta y un cántaro vacío, y una tea encendida para ponerla dentro del cántaro. Y les dijo: «Mírenme, y hagan lo que voy a hacer cuando llegue al extremo del campamento. Cuando yo toque la trompeta, junto con los que me acompañan, también ustedes tocarán las suyas alrededor del campamento, y gritarán: “¡Por el Señor y por Gedeón!”» Gedeón y los cien hombres que iban con él llegaron al extremo del campamento, en el momento en que ocurría el cambio de centinelas de la primera guardia de la medianoche, y en ese momento tocaron las trompetas y quebraron los cántaros. Los tres grupos hicieron lo mismo: tocaron sus trompetas y quebraron los cántaros; con la mano izquierda tomaron las teas y con la derecha las trompetas, mientras gritaban: «¡Por la espada del Señor y de Gedeón!» Y cada uno permaneció firme en su puesto, rodeando el campamento. Entonces el ejército enemigo se espantó y, dando gritos, se echó a correr. Mientras los trescientos hombres tocaban las trompetas, fue tal la confusión que el Señor provocó en el campamento de los madianitas, que se mataban entre sí con sus espadas. El ejército huyó hasta Bet Sitá, y luego hacia Sererá, que es la frontera de Abel Meholá en Tabat.

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Jueces 7:7-22 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Entonces el Señor le dijo a Gedeón: «Con estos trescientos hombres voy a salvarlos a ustedes, y derrotaré a los madianitas. Todos los demás pueden irse.» Gedeón mandó entonces que todos los demás regresaran a sus tiendas; pero antes de que se fueran les recogió sus cántaros y sus cuernos de carnero. Solo se quedó con los trescientos hombres escogidos, acampando más arriba de los madianitas, que estaban en el valle. Aquella noche el Señor le ordenó a Gedeón: «Levántate y baja a atacar a los madianitas, pues los voy a entregar en tus manos. Pero si tienes miedo de atacarlos, baja antes al campamento con Purá, tu criado, y escucha lo que digan. Después te sentirás con más ánimo para atacarlos.» Entonces Gedeón bajó con Purá, su criado, hasta los puestos avanzados del campamento enemigo. Los madianitas, los amalecitas y la gente del oriente se habían esparcido por el valle como una plaga de langostas. Tenían tantos camellos como arena hay a la orilla del mar. Al acercarse Gedeón al campamento enemigo, oyó que un soldado le contaba a otro un sueño que había tenido. Le decía: —Soñé que un pan de cebada venía rodando hasta nuestro campamento, y que al chocar contra una tienda la hacía caer. Y su compañero le contestó: —Eso no es otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, el israelita. Dios va a entregar en manos de Gedeón a los madianitas y a todo su campamento. Al oír cómo se había contado e interpretado el sueño, Gedeón adoró al Señor. Después volvió al campamento israelita y ordenó: —¡Arriba, que el Señor va a entregarnos el campamento madianita! En seguida dividió sus trescientos hombres en tres grupos, y les dio cuernos de carnero a todos y unos cántaros vacíos que llevaban dentro antorchas encendidas. Y les dijo: —Cuando llegue yo al otro lado del campamento enemigo, fíjense en mí y hagan lo mismo que me vean hacer. Cuando yo y los que van conmigo toquemos el cuerno, tóquenlo ustedes también alrededor de todo el campamento, y griten: “¡Por el Señor y por Gedeón!” Así pues, Gedeón y sus cien hombres llegaron al otro lado del campamento cuando estaba por comenzar el turno de guardia de medianoche. Entonces tocaron los cuernos de carnero y rompieron los cántaros que llevaban en las manos, y los tres grupos tocaron al mismo tiempo los cuernos de carnero y rompieron los cántaros. En la mano izquierda llevaban las antorchas encendidas, y los cuernos de carnero en la derecha, y gritaban: «¡Guerra! ¡Por el Señor y por Gedeón!» Y como los israelitas se quedaron quietos en sus puestos alrededor del campamento, y todos en el ejército madianita gritaban y salían huyendo mientras los trescientos israelitas seguían tocando los cuernos de carnero, el Señor hizo que los madianitas lucharan entre sí, y que salieran huyendo hasta Bet-sitá, camino de Sererá, y hasta la frontera de Abel-meholá, junto a Tabat.

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Jueces 7:7-22 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Entonces Jehová dijo a Gedeón: Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno a su lugar. Y habiendo tomado provisiones para el pueblo, y sus trompetas, envió a todos los israelitas cada uno a su tienda, y retuvo a aquellos trescientos hombres; y tenía el campamento de Madián abajo en el valle. Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus manos. Y si tienes temor de descender, baja tú con Fura tu criado al campamento, y oirás lo que hablan; y entonces tus manos se esforzarán, y descenderás al campamento. Y él descendió con Fura su criado hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el campamento. Y los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud. Cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando a su compañero un sueño, diciendo: He aquí yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó, y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó. Y su compañero respondió y dijo: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento. Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, adoró; y vuelto al campamento de Israel, dijo: Levantaos, porque Jehová ha entregado el campamento de Madián en vuestras manos. Y repartiendo los trescientos hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los cántaros. Y les dijo: Miradme a mí, y haced como hago yo; he aquí que cuando yo llegue al extremo del campamento, haréis vosotros como hago yo. Yo tocaré la trompeta, y todos los que estarán conmigo; y vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de todo el campamento, y diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón! Llegaron, pues, Gedeón y los cien hombres que llevaba consigo, al extremo del campamento, al principio de la guardia de la medianoche, cuando acababan de renovar los centinelas; y tocaron las trompetas, y quebraron los cántaros que llevaban en sus manos. Y los tres escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de Gedeón! Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento; entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y huyendo. Y los trescientos tocaban las trompetas; y Jehová puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento. Y el ejército huyó hasta Bet-sita, en dirección de Zerera, y hasta la frontera de Abel-mehola en Tabat.

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Jueces 7:7-22 La Biblia de las Américas (LBLA)

Entonces el SEÑOR dijo a Gedeón: Os salvaré con los trescientos hombres que lamieron el agua y entregaré a los madianitas en tus manos. Que todos los demás del pueblo se vayan, cada uno a su casa. Y los trescientos hombres tomaron en sus manos las provisiones del pueblo y sus trompetas. Y Gedeón envió a todos los demás hombres de Israel, cada uno a su tienda, pero retuvo a los trescientos hombres. El campamento de Madián le quedaba abajo en el valle. Y aconteció que aquella misma noche, el SEÑOR le dijo a Gedeón: Levántate, desciende contra el campamento porque lo he entregado en tus manos. Pero si tienes temor de descender, baja al campamento con tu criado Fura, y oirás lo que dicen. Entonces tus manos serán fortalecidas para descender contra el campamento. Y descendió con su criado Fura hasta los puestos avanzados del ejército que estaban en el campamento. Y los madianitas, los amalecitas y todos los hijos del oriente estaban tendidos en el valle, numerosos como langostas; y sus camellos eran muchos, innumerables, como la arena que está a la orilla del mar. Cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando un sueño a su amigo, y decía: He aquí, tuve un sueño; un pan de cebada iba rodando hasta el campamento de Madián, y llegó hasta la tienda y la golpeó de manera que cayó, y la volcó de arriba abajo y la tienda quedó extendida. Respondió su amigo, y dijo: Esto no es otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, varón de Israel; Dios ha entregado en su mano a Madián y a todo el campamento. Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se inclinó y adoró. Volvió al campamento de Israel, y dijo: Levantaos, porque el SEÑOR ha entregado en vuestras manos el campamento de Madián. Y dividió los trescientos hombres en tres compañías, y puso trompetas y cántaros vacíos en las manos de todos ellos, con antorchas dentro de los cántaros. Y les dijo: Miradme, y haced lo mismo que yo. Y he aquí, cuando yo llegue a las afueras del campamento, como yo haga, así haréis vosotros. Cuando yo y todos los que estén conmigo toquemos la trompeta, entonces también vosotros tocaréis las trompetas alrededor de todo el campamento, y decid: «Por el SEÑOR y por Gedeón». Y llegó Gedeón con los cien hombres que estaban con él a las afueras del campamento, al principio de la guardia de medianoche, cuando apenas habían apostado la guardia; tocaron las trompetas y rompieron los cántaros que tenían en las manos. Cuando las tres compañías tocaron las trompetas, rompieron los cántaros, y sosteniendo las antorchas en la mano izquierda y las trompetas en la mano derecha para tocarlas, gritaron: ¡La espada del SEÑOR y de Gedeón! Cada uno se mantuvo en su lugar alrededor del campamento; y todo el ejército echó a correr gritando mientras huían. Cuando tocaron las trescientas trompetas, el SEÑOR puso la espada del uno contra el otro por todo el campamento; y el ejército huyó hasta Bet-sita, en dirección de Zerera, hasta la orilla de Abel-mehola, junto a Tabat.

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Jueces 7:7-22 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Entonces el SEÑOR le dijo a Gedeón: «Con estos trescientos hombres, rescataré a Israel y te daré la victoria sobre los madianitas. Envía a todos los demás a su casa». Así que Gedeón recogió las provisiones y los cuernos de carnero de los otros guerreros y mandó a cada uno de ellos a su casa, pero se quedó con los trescientos hombres. El campamento madianita estaba en el valle, directamente abajo de donde se encontraba Gedeón. Esa noche el SEÑOR le dijo: «¡Levántate! ¡Desciende al campamento madianita, porque te he dado la victoria sobre ellos! Pero si tienes miedo de atacar, desciende al campamento con tu siervo Fura. Escucha lo que dicen los madianitas, y cobrarás mucho ánimo. Entonces estarás ansioso por atacar». Así que Gedeón, acompañado por Fura, descendió hasta el límite del campamento enemigo. Los ejércitos de Madián, de Amalec y del pueblo del oriente se habían establecido en el valle como un enjambre de langostas. Sus camellos eran como los granos de arena a la orilla del mar, ¡imposibles de contar! Entonces Gedeón se acercó sigilosamente, justo cuando un hombre le contaba un sueño a su compañero. —Tuve un sueño —decía el hombre— en el cual un pan de cebada venía rodando cuesta abajo hacia el campamento madianita; ¡entonces cuando golpeaba una carpa, la volteaba y la aplastaba! Su compañero le respondió: —Tu sueño solo puede significar una cosa: ¡Dios le ha dado a Gedeón, hijo de Joás, el israelita, la victoria sobre Madián y todos sus aliados! Cuando Gedeón oyó el sueño y la interpretación, se inclinó en adoración ante el SEÑOR. Luego regresó al campamento israelita y gritó: «¡Levántense, porque el SEÑOR les ha dado la victoria sobre las multitudes madianitas!». Así que dividió a los trescientos hombres en tres grupos y le dio a cada hombre un cuerno de carnero y una vasija de barro con una antorcha adentro. Después les dijo: «Fíjense en mí. Cuando yo llegue al límite del campamento, hagan lo mismo que yo. En cuanto yo y los que están conmigo toquemos los cuernos de carnero, ustedes también toquen sus cuernos alrededor de todo el campamento y griten: “¡Por el SEÑOR y por Gedeón!”». Fue apenas pasada la medianoche, después del cambio de guardia, cuando Gedeón y los cien hombres que iban con él llegaron al límite del campamento madianita. Entonces de un momento al otro, tocaron los cuernos de carnero y rompieron las vasijas de barro. Enseguida los tres grupos tocaron juntos los cuernos y rompieron las vasijas. Con la mano izquierda sostenían la antorcha ardiente, y en la mano derecha llevaban el cuerno, y todos gritaban: «¡Una espada por el SEÑOR y también por Gedeón!». Cada hombre permaneció en su puesto alrededor del campamento, y observaron cómo los madianitas corrían de un lado a otro, llenos de pánico y gritando mientras se daban a la fuga. Cuando los trescientos israelitas tocaron los cuernos de carnero, el SEÑOR hizo que los guerreros del campamento pelearan entre sí con sus espadas. Los que quedaron con vida huyeron a lugares tan lejanos como Bet-sita, cerca de Zerera, y hasta la frontera de Abel-mehola, cerca de Tabat.

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