1 Reyes 22:1-53
1 Reyes 22:1-53 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Durante tres años no hubo guerra entre Aram e Israel. Pero en el tercer año Josafat, rey de Judá, fue a ver al rey de Israel, el cual dijo a sus funcionarios: «¿No saben que Ramot de Galaad nos pertenece? ¡Y no hemos hecho nada para obligar al rey de Aram a que nos la devuelva!». Así que preguntó a Josafat: —¿Irías conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Josafat respondió al rey de Israel: —Estoy a tu disposición, lo mismo que mi pueblo y mis caballos. Pero Josafat también le dijo al rey de Israel: —Antes que nada, consultemos al SEÑOR. Así que el rey de Israel reunió a los profetas, que eran unos cuatrocientos y les preguntó: —¿Debo ir a la guerra contra Ramot de Galaad o no? —Vaya usted —contestaron ellos—, porque el Señor la ha entregado en manos de Su Majestad. Pero Josafat inquirió: —¿No hay aquí un profeta del SEÑOR a quien podamos consultar? El rey de Israel respondió: —Todavía hay alguien por medio de quien podemos consultar al SEÑOR, pero me cae muy mal porque nunca me profetiza nada bueno; solo me anuncia desastres. Se trata de Micaías, hijo de Imlá. —No digas eso —respondió Josafat. Entonces el rey de Israel llamó a uno de sus funcionarios y ordenó: —¡Traigan de inmediato a Micaías, hijo de Imlá! El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus trajes reales y sentados en sus respectivos tronos, estaban en la plaza a la entrada de Samaria con todos los que profetizaban en su presencia. Sedequías, hijo de Quenaná, que se había hecho unos cuernos de hierro, anunció: «Así dice el SEÑOR: “Con estos cuernos atacarás a los arameos hasta aniquilarlos”». Y los demás profetas vaticinaban lo mismo: «Ataque usted a Ramot de Galaad y vencerá, porque el SEÑOR la entregará en manos de Su Majestad». Ahora bien, el mensajero que había ido a llamar a Micaías le advirtió: —Mira, los demás profetas a una voz predicen el éxito del rey. Habla favorablemente, para que tu mensaje concuerde con el de ellos. Pero Micaías repuso: —Tan cierto como que el SEÑOR vive, anunciaré al rey lo que el SEÑOR me diga. Cuando compareció ante el rey, este le preguntó: —Micaías, ¿debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad o no? —Ataque y vencerá —contestó él—, porque el SEÑOR la ha entregado en manos de Su Majestad. El rey le reclamó: —¿Cuántas veces debo hacerte jurar que no me digas nada más que la verdad en el nombre del SEÑOR? Ante esto, Micaías concedió: —Vi a todo Israel esparcido por las colinas como ovejas sin pastor. Y el SEÑOR dijo: “Esta gente no tiene amo. ¡Que cada cual se vaya a su casa en paz!”. El rey de Israel dijo a Josafat: —¿No te dije que jamás me profetiza nada bueno y que solo me anuncia desastres? Micaías prosiguió: —Por lo tanto, oiga usted la palabra del SEÑOR: Vi al SEÑOR sentado en su trono con todo el ejército del cielo alrededor de él, a su derecha y a su izquierda. Y el SEÑOR dijo: “¿Quién seducirá a Acab para que ataque a Ramot de Galaad y vaya a morir allí?”. »Uno sugería una cosa y otro sugería otra. Por último, un espíritu se adelantó, se puso delante del SEÑOR y dijo: “Yo lo seduciré”. “¿Por qué medios?”, preguntó el SEÑOR. »Y aquel espíritu respondió: “Saldré y seré un espíritu mentiroso en la boca de todos sus profetas”. Entonces el SEÑOR ordenó: “Ve y hazlo así, que tendrás éxito en seducirlo”. »Así que ahora el SEÑOR ha puesto un espíritu mentiroso en la boca de todos estos profetas suyos. El SEÑOR ha decretado para usted la calamidad». Al oír esto, Sedequías, hijo de Quenaná, se levantó y le dio una bofetada a Micaías. —¿Por dónde se fue el espíritu del SEÑOR cuando salió de mí para hablarte? —preguntó. Micaías contestó: —Lo sabrás el día en que andes de escondite en escondite. Entonces el rey de Israel ordenó: —Tomen a Micaías y llévenselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a Joás, mi hijo. Díganles que ordeno que lo echen en la cárcel y solo le den pan y agua, hasta que yo regrese sin contratiempos. Micaías manifestó: —Si regresas en paz, el SEÑOR no ha hablado por medio de mí. ¡Tomen nota todos ustedes de lo que estoy diciendo! El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, marcharon juntos contra Ramot de Galaad. Allí el rey de Israel dijo a Josafat: «Yo entraré a la batalla disfrazado, pero tú te pondrás tu traje real». Así que el rey de Israel se disfrazó y entró al combate. Pero el rey de Aram había ordenado a sus treinta y dos comandantes de los carros de combate: «No luchen contra nadie, grande o pequeño, salvo contra el rey de Israel». Cuando los comandantes de los carros vieron a Josafat, pensaron: «Sin duda, este es el rey de Israel». Así que se volvieron para atacarlo; pero Josafat gritó. Entonces los comandantes de los carros vieron que no era el rey de Israel y dejaron de perseguirlo. Sin embargo, alguien disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel entre las piezas de su armadura. El rey ordenó al que conducía su carro: «Da la vuelta y sácame del campo de batalla, pues me han herido». Todo el día arreció la batalla y al rey se le mantuvo de pie en su carro, frente a los arameos. Pero la sangre de su herida no dejaba de correr por el piso del carro; esa misma tarde Acab murió. Ya se ponía el sol cuando por todo el ejército se difundió un clamor: «Cada hombre a su ciudad. ¡Todo el mundo a su tierra!». Así que el rey murió y fue llevado a Samaria donde lo sepultaron. Lavaron el carro en un estanque de Samaria, donde se bañaban las prostitutas, y los perros lamieron la sangre, tal como lo había declarado la palabra del SEÑOR. Los demás acontecimientos del reinado de Acab, incluso todo lo que hizo, el palacio que construyó e incrustó de marfil y las ciudades que fortificó, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Acab murió y su hijo Ocozías lo sucedió en el trono. Josafat, hijo de Asá, comenzó a reinar en Judá en el cuarto año de Acab, rey de Israel. Josafat tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar y reinó en Jerusalén veinticinco años. El nombre de su madre era Azuba, hija de Siljí. Siguió el buen ejemplo de su padre Asá y nunca se desvió de él, sino que hizo lo que agrada al SEÑOR. Sin embargo, no se quitaron los altares paganos, de modo que el pueblo siguió ofreciendo allí sacrificios e incienso quemado. Josafat también vivió en paz con el rey de Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Josafat, lo que llevó a cabo y sus proezas militares, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Libró la tierra del resto de los hombres que practicaban la prostitución en los santuarios, los cuales se habían quedado allí incluso después del reinado de su padre Asá. En aquel tiempo no había rey en Edom, sino que gobernaba un regente. Por esos días Josafat construyó una flota mercante para ir a Ofir por oro, pero nunca llegaron a zarpar, pues naufragaron en Ezión Guéber. Entonces Ocozías, hijo de Acab, dijo a Josafat: «Deja que mis hombres naveguen con tus hombres». Pero Josafat no se lo permitió. Josafat murió y fue sepultado con sus antepasados en la ciudad de su padre David; su hijo Jorán lo sucedió en el trono. Ocozías, hijo de Acab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaria en el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años en Israel. Pero hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, porque siguió el ejemplo de su padre y de su madre, y de Jeroboán, hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel. Sirvió y adoró a Baal, y provocó a ira al SEÑOR, Dios de Israel, tal como lo había hecho su padre.
1 Reyes 22:1-53 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Durante tres años no hubo guerra entre Siria e Israel. Pero al tercer año, Josafat que era el rey de Judá, fue a visitar a Ahab, rey de Israel. Ahab le dijo a sus oficiales: —Como ustedes saben, la ciudad de Ramot de Galaad nos pertenece. Pero ahora está en poder del rey de Siria, y no hemos hecho nada para recuperarla. Después le dijo a Josafat, rey de Judá: —¿Me ayudarías a quitarle la ciudad de Ramot de Galaad al rey de Siria? Josafat le contestó: —Tú y yo somos del mismo pueblo. Mi ejército y mis caballos están a tu disposición. Pero antes de ir a luchar, averigua si Dios está de acuerdo. Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, que eran alrededor de cuatrocientos, y les preguntó: —¿Debo atacar a Ramot de Galaad para recuperarla? Los profetas contestaron: —Atácala. Porque Dios te la va a entregar. Pero Josafat dijo: —¿No hay por acá otro profeta de Dios al que le podamos consultar? El rey de Israel le respondió: —Hay un profeta al que podemos consultar. Se llama Micaías y es hijo de Imlá. Pero yo lo odio porque nunca me anuncia cosas buenas, sino siempre malas. Josafat le dijo: —No digas eso. Entonces el rey de Israel llamó a un oficial y le dijo: —Trae pronto a Micaías hijo de Imlá. Ahab y Josafat tenían puestos sus trajes reales y estaban sentados sobre sus tronos en un lugar alto, ubicado a la entrada de Samaria. En ese lugar se le quitaba la cáscara al trigo. Delante de ellos estaban todos los profetas dando mensajes. Sedequías hijo de Quenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro y gritaba: «Dios ha dicho que con estos cuernos Ahab atacará a los sirios hasta destruirlos». Todos los profetas anunciaban lo mismo, y le decían a Ahab: «Ataca a Ramot de Galaad. Vas a triunfar. Dios va a darte la ciudad». Mientras tanto, el oficial que había ido a buscar a Micaías, le dijo a este: —Todos los profetas han anunciado que el rey Ahab vencerá. Habla tú como ellos y anuncia algo bueno para el rey. Pero Micaías le contestó: —Juro por Dios que solo diré lo que Dios me diga. Cuando Micaías se presentó delante del rey, este le preguntó: —Micaías, ¿debo atacar a Ramot de Galaad? Micaías le respondió: —Atácala y triunfarás. Dios te entregará la ciudad. Pero el rey le dijo: —¿Cuántas veces te he rogado que me digas la verdad de parte de Dios? Micaías contestó: —Veo a todo el pueblo de Israel desparramado por las montañas. Andan como las ovejas que no tienen pastor. Dios dijo que no tienen quién los dirija. Que cada uno vuelva a su hogar tranquilo. Entonces Ahab le dijo a Josafat: —¿No te dije que Micaías no me iba a anunciar nada bueno? Micaías dijo: —No debiste decir eso. Ahora escucha el mensaje que Dios te envía. Yo vi a Dios sentado sobre su trono. Todos los ángeles del cielo estaban de pie, unos a la derecha y otros a la izquierda. Entonces Dios preguntó quién iría a convencer a Ahab para que atacara a Ramot de Galaad y fuera vencido ahí. Unos decían una cosa y otros otra. Pero un espíritu vino delante de Dios y dijo que él iría a convencer a Ahab. Dios le preguntó cómo iba a hacerlo. El espíritu dijo que haría que los profetas dijeran mentiras. Dios le dijo que fuera, y que lograría convencer a Ahab. Por lo tanto, Dios permitió que los profetas dijeran mentiras. Dios ha decidido que en esta batalla te irá mal. Entonces Sedequías hijo de Quenaaná, se acercó, le pegó una bofetada a Micaías en la cara y le dijo: —¿Cómo te atreves a decir que el espíritu de Dios me ha abandonado, y te ha hablado a ti? Y Micaías le contestó: —Cuando se cumpla lo que dije, te darás cuenta de que he dicho la verdad, y tendrás que esconderte en alguna habitación. El rey de Israel ordenó: —¡Llévense preso a Micaías! Entréguenlo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a mi hijo Joás. Díganles que lo pongan en la cárcel y que no le den más que pan y agua hasta que yo regrese sano y salvo de la batalla. Micaías dijo: —Si tú regresas sano y salvo significará que Dios no ha hablado por medio de mí. Después, dirigiéndose a todos, agregó: —¡Tengan en cuenta lo que he dicho! Ahab y Josafat fueron a atacar Ramot de Galaad. Ahab le dijo a Josafat: «Yo me voy a disfrazar para ir a la batalla, pero tú puedes usar tu propia ropa». Así que el rey de Israel se disfrazó y fue a luchar. El rey de Siria había dado esta orden a los treinta y dos capitanes de sus carros de combate: «¡Ataquen solo al rey de Israel!» Cuando los capitanes vieron a Josafat dijeron: «Seguramente él es el rey de Israel». Así que lo rodearon para atacarlo, pero Josafat gritó pidiendo ayuda. Entonces los capitanes de los carros de combate se dieron cuenta de que no era el rey de Israel y dejaron de perseguirlo. Pero luego un soldado tiró con su arco una flecha al azar e hirió a Ahab. La flecha entró por uno de los huecos de su armadura. Entonces el rey le dijo al soldado que manejaba su carro: «Da la vuelta y sácame del campo de batalla porque estoy malherido». Ese día la batalla fue muy dura. Algunos soldados mantuvieron en pie al rey en su carro de combate, enfrentando a los sirios. Pero la sangre de su herida corría por el piso del carro y en la tarde el rey murió. Al anochecer, se corrió la voz en todo el ejército: «¡El rey ha muerto! ¡Cada uno regrese a su ciudad y a su tierra!» Después llevaron el cuerpo del rey a Samaria y lo enterraron allí. Lavaron el carro en un pozo que había en Samaria, en el que se bañaban las prostitutas. Y los perros lamieron la sangre del rey Ahab. Así se cumplió lo que Dios había dicho. Todo lo que hizo Ahab, y el palacio de marfil y todas las ciudades que construyó, está escrito en el libro de la historia de los reyes de Israel. Después que Ahab murió, su hijo Ocozías fue rey en su lugar. Josafat hijo de Asá comenzó a reinar en Judá cuando Ahab tenía ya cuatro años de gobernar en Israel. Josafat tenía treinta y cinco años cuando fue nombrado rey, y reinó en Jerusalén veinticinco años. Su madre se llamaba Azubá, y era hija de Silhí. Josafat se comportó siempre bien, así como lo había hecho su padre Asá. Josafat obedeció a Dios en todo. 43b (44) Sin embargo, Josafat no destruyó los pequeños templos que había en las colinas, donde se adoraba a otros dioses. Y el pueblo continuó haciéndolo. 44-50 (45-51) Josafat firmó la paz con el rey de Israel. También echó del país a los que practicaban la prostitución para adorar a los dioses. Esta costumbre había permanecido desde el reinado de su padre Asá. En ese tiempo no había ningún rey en Edom, sino que gobernaba un encargado. Josafat construyó barcos como los de Tarsis para traer oro desde Ofir. Pero los barcos no pudieron llegar a Ofir, porque se hundieron en el puerto de Esión-guéber. Entonces Ocozías hijo de Ahab le pidió a Josafat que permitiera a sus marinos ir con los suyos. Pero Josafat no los dejó. Cuando Josafat murió, lo enterraron en la Ciudad de David, en la misma tumba de sus antepasados. Su hijo Joram fue rey en su lugar. Todo lo que hizo Josafat, lo poderoso que fue y las guerras que ganó, está escrito en el libro de la historia de los reyes de Judá. 51 (52) Ocozías hijo de Ahab comenzó a reinar en Israel cuando Josafat ya tenía diecisiete años de gobernar en Judá. La capital de su reino fue Samaria, y su reinado duró dos años. 52 (53) Él no obedeció a Dios sino que se comportó mal, lo mismo que su padre, su madre y Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. 53 (54) Ocozías adoró también a Baal como lo hizo su padre, haciendo con esto que el Dios de Israel se enojara.
1 Reyes 22:1-53 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Tres años transcurrieron sin que Siria e Israel estuvieran en guerra. Pero al tercer año el rey Josafat de Judá fue a visitar al rey Ajab de Israel, y este dijo a sus oficiales: «¿Ya no se acuerdan que Ramot de Galaad nos pertenece? Está en poder del rey de Siria, ¡y nosotros no hemos hecho nada para recuperarla!» A Josafat le preguntó: «¿Quieres acompañarme a recuperar Ramot de Galaad?» Y Josafat le respondió: «Tú y yo somos hermanos, nuestros pueblos también lo son, y tu caballería y la mía es una sola. Pero te sugiero que antes consultes qué dice el Señor al respecto.» Entonces el rey de Israel reunió a los cuatrocientos profetas con que contaba, y les preguntó: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o no?» Los profetas le dijeron: «Vaya Su Majestad, porque el Señor entregará la ciudad en sus manos.» Pero Josafat insistió: «¿Queda aún algún profeta del Señor, a quien podamos consultar?» Y Ajab le respondió: «Sí, aún queda otro profeta por medio del cual podríamos consultar al Señor. Se trata de Micaías hijo de Imla, pero me cae muy mal porque nunca me da palabras de aliento, sino que siempre me desanima.» Como Josafat le recomendó que no hablara así, Ajab llamó entonces a uno de sus oficiales y le ordenó que fuera a buscar a Micaías hijo de Imla y lo llevara ante él. Mientras tanto, los dos reyes se quedaron en la plaza que está junto a la puerta de Samaria, sentados en sus tronos y ataviados con sus mantos reales. Delante de ellos, los profetas les prodigaban buenos augurios. Uno de ellos, Sedequías hijo de Quenaná, se acercó y les mostró unos cuernos de hierro que había hecho, y dijo: «Así ha dicho el Señor: “Con estos cuernos cornearás a los sirios hasta acabar con ellos.”» Los demás profetas también animaban al rey, y le decían: «Vaya Su Majestad a Ramot de Galaad, y atáquela. El Señor le dará la victoria y entregará la ciudad a Su Majestad.» El mensajero que el rey mandó por Micaías, lo halló y le dijo: «Todos los profetas auguran éxito a Su Majestad. Une tu voz a la de ellos, y augúrale mucho éxito.» Pero Micaías respondió: «Juro por el Señor, que solo diré lo que el Señor me ordene decir.» Cuando Micaías se presentó ante el rey, este le preguntó: «Dime, Micaías; ¿debemos ir y atacar a Ramot de Galaad, o la dejaremos en paz?» Y Micaías le respondió: «Ve y atácala, que saldrás victorioso. El Señor te la va a entregar.» Pero el rey le dijo: «¿Cuántas veces tengo que decirte, en el nombre del Señor, que me digas solo la verdad?» Entonces Micaías dijo: «Tuve una visión, y en ella vi al pueblo de Israel disperso por los montes, como ovejas sin pastor. Entonces el Señor dijo: “Esta gente no tiene quién la guíe. Es mejor que todos se regresen a su casa en paz.”» El rey de Israel se volvió a Josafat, y le dijo: «¿No te lo había dicho ya? Micaías nunca me anuncia nada bueno. Solo me anuncia calamidades.» Pero Micaías replicó: «¡Ahora vas a oír la palabra del Señor! Yo vi al Señor en su trono, rodeado de todos los ejércitos del cielo. Y el Señor preguntó: “¿Quién incitará a Ajab para que ataque a Ramot de Galaad y sea derrotado?” Las opiniones estaban divididas. Pero un espíritu se presentó ante el Señor y dijo que él lo incitaría. Cuando el Señor le preguntó cómo lo haría, el espíritu dijo: “Voy a mezclarme entre los profetas, y los haré decir mentiras.” Entonces el Señor le dijo: “Pues ve y hazlo pronto. Indúcelos a que hagan lo que dices.” Así que el Señor ha puesto en labios de tus profetas un espíritu que los hace decir mentiras. Y el Señor ha determinado que te sobrevenga la calamidad.» En ese momento el profeta Sedequías hijo de Quenaná se acercó a Micaías y le dio una bofetada, al tiempo que le decía: «¿En qué momento el espíritu del Señor me abandonó, para hablarte a ti?» Micaías le respondió: «Lo sabrás cuando andes huyendo y escondiéndote de casa en casa.» Entonces el rey de Israel dijo: «Tomen preso a Micaías, y llévenlo ante Amón, el gobernador de la ciudad, y ante Joás, mi hijo. Díganles que yo, el rey de Israel, he dicho: “Metan a la cárcel a este hombre. En vez de pan y agua, manténganlo angustiado y afligido hasta que yo regrese en paz.”» Pero al instante Micaías añadió: «Si acaso regresas en paz, entonces el Señor no ha hablado por medio de mí. ¡Escúchenlo bien, pueblos todos!» El rey de Israel y el rey de Judá salieron juntos contra Ramot de Galaad. Y el rey de Israel le dijo a Josafat: «Voy a entrar en batalla disfrazado, pero tú puedes usar tu misma ropa.» Y el rey de Israel entró en batalla disfrazado. Pero no sabía que el rey de Siria había ordenado a los treinta y dos capitanes de sus carros de combate no pelear contra ningún soldado israelita, grande o chico, sino buscar y atacar sólo al rey de Israel. Así que, cuando los capitanes vieron a Josafat, dijeron: «¡Miren, allí está el rey de Israel!» Entonces el rey Josafat gritó con fuerza, y al ver los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, se alejaron de él. Pero un arquero lanzó una flecha al aire, y la flecha alcanzó al rey Ajab y le penetró entre las junturas de su armadura. Al sentirse herido, el rey le ordenó al cochero darse la vuelta y sacarlo del campo de batalla, porque estaba herido. Pero la batalla arreció y el rey tuvo que quedarse en su carro y hacerle frente al ejército sirio, pero la sangre corría por el fondo del carro y al caer la tarde murió. Al ponerse el sol, un pregonero clamó: «¡Regresen todos a su ciudad y a su tierra!» Así fue como el rey Ajab murió y fue llevado a Samaria, donde lo sepultaron. Luego llevaron su carro al estanque de Samaria para lavarlo, y los perros lamieron la sangre del rey. (En ese mismo estanque se lavaban también las prostitutas.) Así se cumplió lo que el Señor había dicho acerca de Ajab. Todos los hechos de Ajab, y la construcción de su palacio de marfil, y todas las ciudades que mandó edificar, se hallan registrados en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Y Ajab murió y fue a reunirse con sus antepasados. En su lugar reinó su hijo Ocozías. Josafat hijo de Asa comenzó a reinar sobre Judá cuando Ajab llevaba cuatro años de reinar sobre Israel. Josafat tenía treinta y cinco años cuando subió al trono, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azura, y era hija de Siljí. Y Josafat siguió siempre el buen ejemplo de Asa, su padre, e hizo lo recto a los ojos del Señor. Sin embargo, no se quitaron los altares de los montes, sino que el pueblo siguió ofreciendo en ellos sacrificios y quemando incienso. Pero Josafat hizo la paz con el rey de Israel. Todos los hechos y las hazañas de Josafat, y las guerras que libró, se hallan en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Josafat eliminó a los hombres que practicaban la prostitución en los templos paganos, costumbre que todavía quedaba del reinado de su padre Asa. Como Edom no tenía rey, había un gobernador que fungía como rey. Josafat había mandado construir naves como las de Tarsis para traer oro de Ofir, pero las naves no llegaron allá porque naufragaron en Ezión Guéber. El rey Ocozías le propuso a Josafat enviar a sus marinos con los de Josafat, pero este no aceptó. Y murió Josafat y se reunió con sus antepasados, y lo sepultaron con ellos en la ciudad de su antepasado David. En su lugar reinó Jorán, su hijo. Ocozías hijo de Ajab comenzó a reinar sobre Israel en Samaria cuando Josafat llevaba diecisiete años de reinar en Judá. Pero Ocozías siguió el mal ejemplo de su padre, de su madre y de Jeroboán hijo de Nabat, e hizo lo malo a los ojos del Señor, haciendo pecar al pueblo de Israel. Sirvió y adoró a Baal, como antes lo había hecho su padre, y esto provocó la ira del Señor, Dios de Israel.
1 Reyes 22:1-53 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Pasaron tres años sin que hubiera guerra entre sirios e israelitas. Pero al tercer año, Josafat, rey de Judá, fue a visitar al rey de Israel. Y el rey de Israel dijo a sus funcionarios: —Ya saben ustedes que Ramot de Galaad nos pertenece. Entonces, ¿por qué no hacemos algo para rescatarla del dominio del rey sirio? A Josafat le preguntó: —¿Quieres acompañarme a atacar a Ramot de Galaad? Josafat le respondió: —Yo, lo mismo que mi ejército y mi caballería, estamos contigo y con tu gente. Pero antes consulta la voluntad del Señor. El rey de Israel reunió a los profetas, que eran cerca de cuatrocientos, y les preguntó: —¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o no? Y ellos respondieron: —Atácala, porque el Señor te la va a entregar. Pero Josafat preguntó: —¿No hay por aquí algún otro profeta del Señor a quien también podamos consultar? El rey de Israel contestó a Josafat: —Hay uno más, por medio del cual podemos consultar al Señor. Es Micaías, hijo de Imlá. Pero lo aborrezco, porque nunca me anuncia cosas buenas, sino solamente cosas malas. Pero Josafat le dijo: —No digas eso. En seguida el rey de Israel llamó a un oficial, y le ordenó: —¡Pronto, que venga Micaías, hijo de Imlá! Tanto el rey de Israel como Josafat, el rey de Judá, tenían puesta su armadura y estaban sentados en sus tronos en la explanada a la entrada de Samaria, y todos los profetas caían en trance profético delante de ellos. Sedequías, hijo de Quenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro, y gritaba: «¡Así ha dicho el Señor: “Con estos cuernos atacarás a los sirios hasta exterminarlos!”» Todos los profetas anunciaban lo mismo. Decían al rey: «Ataca a Ramot de Galaad y obtendrás la victoria, pues el Señor va a entregarte la ciudad.» El mensajero que había ido a llamar a Micaías, le dijo a este: —Todos los profetas, sin excepción, han dado una respuesta favorable al rey. Así pues, te ruego que hables como todos ellos y anuncies algo favorable. Micaías le contestó: —¡Juro por el Señor que solo diré lo que el Señor me ordene decir! Luego se presentó ante el rey, y el rey le preguntó: —Micaías, ¿debemos atacar a Ramot de Galaad o no? Y Micaías dijo: —Atácala, y obtendrás la victoria, pues el Señor te la va a entregar. Pero el rey le respondió: —¿Cuántas veces te he de decir que bajo juramento me declares solo la verdad en el nombre del Señor? Entonces Micaías dijo: «He visto a todos los israelitas desparramados por los montes, como ovejas sin pastor. Y el Señor ha dicho: “Estos no tienen dueño; que cada uno vuelva en paz a su casa.”» El rey de Israel dijo a Josafat: —¿No te he dicho que este hombre nunca me anuncia cosas buenas, sino solo cosas malas? Micaías añadió: —Por eso que has dicho, escucha la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono, y a todo el ejército del cielo que estaba de pie, junto a él, a su derecha y a su izquierda. Entonces el Señor preguntó quién iría a incitar a Ahab para que atacara a Ramot de Galaad y cayera allí. Unos decían una cosa y otros otra. Pero un espíritu se presentó delante del Señor y dijo que él lo haría. El Señor le preguntó cómo lo iba a hacer, y el espíritu respondió que iba a inspirar mentiras en todos los profetas del rey. Entonces el Señor le dijo que, en efecto, conseguiría engañarlo, y que fuera a hacerlo. Y ahora ya sabes que el Señor ha puesto un espíritu mentiroso en labios de todos estos profetas tuyos, y que ha determinado tu ruina. Entonces Sedequías, hijo de Quenaaná, acercándose a Micaías le dio una bofetada y dijo: —¿Por dónde se me fue el espíritu del Señor para hablarte a ti? Y Micaías le respondió: —Lo sabrás el día que andes escondiéndote de habitación en habitación. Entonces el rey de Israel ordenó: —¡Agarren a Micaías y llévenlo preso ante Amón, el gobernador de la ciudad, y ante Joás, mi hijo! Díganles que yo ordeno que lo metan en la cárcel y lo tengan a ración escasa de pan y agua, hasta que yo regrese sano y salvo. Todavía añadió Micaías: «Si tú vuelves sano y salvo, el Señor no ha hablado por medio de mí.» Así pues, el rey de Israel, y Josafat, el rey de Judá, avanzaron contra Ramot de Galaad. Y el rey de Israel dijo a Josafat: —Yo voy a entrar en la batalla disfrazado, y tú te pondrás mi ropa. Así el rey de Israel se disfrazó y entró en combate. Pero el rey de Siria había ordenado a los treinta y dos capitanes de sus carros de combate que no atacaran a nadie que no fuera el rey de Israel. Y cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, pensaron que él era el rey de Israel y lo rodearon para atacarlo. Entonces Josafat gritó pidiendo ayuda, y al ver ellos que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. Pero un soldado disparó su arco al azar, e hirió de muerte al rey de Israel por entre las juntas de la armadura. Entonces este le ordenó al conductor de su carro: —Da la vuelta y sácame del combate, porque estoy gravemente herido. La batalla fue dura aquel día, y al rey se le mantuvo en pie en su carro, haciendo frente a los sirios. Pero a la tarde murió, pues la sangre de su herida corría por la plataforma del carro. Cuando ya el sol se ponía, corrió la voz entre las filas del ejército: «¡Cada cual a su pueblo y a su tierra, porque el rey ha muerto!» Entonces el rey fue llevado a Samaria, y allí lo enterraron. Después lavaron el carro en el estanque de Samaria, donde se bañaban las prostitutas, y los perros lamieron la sangre de Ahab, conforme a lo que el Señor había anunciado. El resto de la historia de Ahab y de todo lo que hizo, y del palacio de marfil y las ciudades que construyó, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Murió Ahab, y después reinó en su lugar su hijo Ocozías. En el cuarto año del reinado de Ahab en Israel, Josafat, hijo de Asá, comenzó a reinar en Judá. Tenía entonces treinta y cinco años, y veinticinco años reinó en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, y era hija de Silhí. Josafat se condujo en todo con rectitud, como Asá, su padre. Sus hechos fueron rectos a los ojos del Señor. 43b (44) Sin embargo, los santuarios paganos, donde el pueblo ofrecía sacrificios y quemaba incienso a los ídolos, no fueron quitados. 44 (45) Josafat hizo un tratado de paz con el rey de Israel. 45 (46) El resto de su historia y de sus hazañas, y de las guerras en que tomó parte, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 46 (47) Josafat fue quien desterró del país a los que aún practicaban la prostitución como un culto, los que habían quedado desde el tiempo de Asá, su padre. 47 (48) (En Edom no había entonces rey, sino solo un intendente.) 48 (49) Josafat construyó también barcos como los de Tarsis, para traer oro de Ofir; pero no pudieron ir porque se hicieron pedazos en Esión-guéber. 49 (50) Entonces Ocozías, hijo de Ahab, dijo a Josafat que permitiera a sus marinos acompañar a los suyos en los barcos, pero Josafat no lo permitió. 50 (51) Josafat murió y fue enterrado en la Ciudad de David, su antepasado. Después reinó en su lugar su hijo Joram. 51 (52) En el año diecisiete del reinado de Josafat en Judá, Ocozías, hijo de Ahab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaria, y reinó durante dos años. 52 (53) Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, pues siguió el mal camino de su padre y de su madre, y de Jeroboam, hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel. 53 (54) Además rindió culto a Baal y lo adoró, como antes había hecho su padre, provocando así la ira del Señor, el Dios de Israel.
1 Reyes 22:1-53 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Tres años pasaron sin guerra entre los sirios e Israel. Y aconteció al tercer año, que Josafat rey de Judá descendió al rey de Israel. Y el rey de Israel dijo a sus siervos: ¿No sabéis que Ramot de Galaad es nuestra, y nosotros no hemos hecho nada para tomarla de mano del rey de Siria? Y dijo a Josafat: ¿Quieres venir conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Y Josafat respondió al rey de Israel: Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos. Dijo luego Josafat al rey de Israel: Yo te ruego que consultes hoy la palabra de Jehová. Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, como cuatrocientos hombres, a los cuales dijo: ¿Iré a la guerra contra Ramot de Galaad, o la dejaré? Y ellos dijeron: Sube, porque Jehová la entregará en mano del rey. Y dijo Josafat: ¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, por el cual consultemos? El rey de Israel respondió a Josafat: Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal. Y Josafat dijo: No hable el rey así. Entonces el rey de Israel llamó a un oficial, y le dijo: Trae pronto a Micaías hijo de Imla. Y el rey de Israel y Josafat rey de Judá estaban sentados cada uno en su silla, vestidos de sus ropas reales, en la plaza junto a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban delante de ellos. Y Sedequías hijo de Quenaana se había hecho unos cuernos de hierro, y dijo: Así ha dicho Jehová: Con estos acornearás a los sirios hasta acabarlos. Y todos los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo: Sube a Ramot de Galaad, y serás prosperado; porque Jehová la entregará en mano del rey. Y el mensajero que había ido a llamar a Micaías, le habló diciendo: He aquí que las palabras de los profetas a una voz anuncian al rey cosas buenas; sea ahora tu palabra conforme a la palabra de alguno de ellos, y anuncia también buen éxito. Y Micaías respondió: Vive Jehová, que lo que Jehová me hablare, eso diré. Vino, pues, al rey, y el rey le dijo: Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad, o la dejaremos? Él le respondió: Sube, y serás prosperado, y Jehová la entregará en mano del rey. Y el rey le dijo: ¿Hasta cuántas veces he de exigirte que no me digas sino la verdad en el nombre de Jehová? Entonces él dijo: Yo vi a todo Israel esparcido por los montes, como ovejas que no tienen pastor; y Jehová dijo: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz. Y el rey de Israel dijo a Josafat: ¿No te lo había yo dicho? Ninguna cosa buena profetizará él acerca de mí, sino solamente el mal. Entonces él dijo: Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera? Él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti. Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti? Y Micaías respondió: He aquí tú lo verás en aquel día, cuando te irás metiendo de aposento en aposento para esconderte. Entonces el rey de Israel dijo: Toma a Micaías, y llévalo a Amón gobernador de la ciudad, y a Joás hijo del rey; y dirás: Así ha dicho el rey: Echad a este en la cárcel, y mantenedle con pan de angustia y con agua de aflicción, hasta que yo vuelva en paz. Y dijo Micaías: Si llegas a volver en paz, Jehová no ha hablado por mí. En seguida dijo: Oíd, pueblos todos. Subió, pues, el rey de Israel con Josafat rey de Judá a Ramot de Galaad. Y el rey de Israel dijo a Josafat: Yo me disfrazaré, y entraré en la batalla; y tú ponte tus vestidos. Y el rey de Israel se disfrazó, y entró en la batalla. Mas el rey de Siria había mandado a sus treinta y dos capitanes de los carros, diciendo: No peleéis ni con grande ni con chico, sino solo contra el rey de Israel. Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: Ciertamente este es el rey de Israel; y vinieron contra él para pelear con él; mas el rey Josafat gritó. Viendo entonces los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él. Y un hombre disparó su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura, por lo que dijo él a su cochero: Da la vuelta, y sácame del campo, pues estoy herido. Pero la batalla había arreciado aquel día, y el rey estuvo en su carro delante de los sirios, y a la tarde murió; y la sangre de la herida corría por el fondo del carro. Y a la puesta del sol salió un pregón por el campamento, diciendo: ¡Cada uno a su ciudad, y cada cual a su tierra! Murió, pues, el rey, y fue traído a Samaria; y sepultaron al rey en Samaria. Y lavaron el carro en el estanque de Samaria; y los perros lamieron su sangre (y también las rameras se lavaban allí), conforme a la palabra que Jehová había hablado. El resto de los hechos de Acab, y todo lo que hizo, y la casa de marfil que construyó, y todas las ciudades que edificó, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Y durmió Acab con sus padres, y reinó en su lugar Ocozías su hijo. Josafat hijo de Asa comenzó a reinar sobre Judá en el cuarto año de Acab rey de Israel. Era Josafat de treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Azuba hija de Silhi. Y anduvo en todo el camino de Asa su padre, sin desviarse de él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehová. Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados; porque el pueblo sacrificaba aún, y quemaba incienso en ellos. Y Josafat hizo paz con el rey de Israel. Los demás hechos de Josafat, y sus hazañas, y las guerras que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Barrió también de la tierra el resto de los sodomitas que había quedado en el tiempo de su padre Asa. No había entonces rey en Edom; había gobernador en lugar de rey. Josafat había hecho naves de Tarsis, las cuales habían de ir a Ofir por oro; mas no fueron, porque se rompieron en Ezión-geber. Entonces Ocozías hijo de Acab dijo a Josafat: Vayan mis siervos con los tuyos en las naves. Mas Josafat no quiso. Y durmió Josafat con sus padres, y fue sepultado con ellos en la ciudad de David su padre; y en su lugar reinó Joram su hijo. Ocozías hijo de Acab comenzó a reinar sobre Israel en Samaria, el año diecisiete de Josafat rey de Judá; y reinó dos años sobre Israel. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y anduvo en el camino de su padre, y en el camino de su madre, y en el camino de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel; porque sirvió a Baal, y lo adoró, y provocó a ira a Jehová Dios de Israel, conforme a todas las cosas que había hecho su padre.
1 Reyes 22:1-53 La Biblia de las Américas (LBLA)
Pasaron tres años sin que hubiera guerra entre Aram e Israel. Y sucedió que al tercer año, Josafat, rey de Judá, descendió a visitar al rey de Israel. Y el rey de Israel dijo a sus siervos: ¿Sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece, y no estamos haciendo nada para quitarla de mano del rey de Aram? Y dijo a Josafat: ¿Quieres venir conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Respondió Josafat al rey de Israel: Yo soy como tú, mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos. Josafat dijo además al rey de Israel: Te ruego que consultes primero la palabra del SEÑOR. Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les dijo: ¿Debo ir a pelear contra Ramot de Galaad o debo desistir? Y ellos respondieron: Sube porque el Señor la entregará en manos del rey. Pero Josafat dijo: ¿No queda aún aquí algún profeta del SEÑOR, para que le consultemos? Y el rey de Israel dijo a Josafat: Todavía queda un hombre por medio de quien podemos consultar al SEÑOR, pero lo aborrezco, porque no profetiza lo bueno en cuanto a mí, sino lo malo. Es Micaías, hijo de Imla. Pero Josafat dijo: No hable el rey así. Entonces el rey de Israel llamó a un oficial, y le dijo: Trae pronto a Micaías, hijo de Imla. El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, vestidos con sus mantos, en la era a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas estaban profetizando delante de ellos. Y Sedequías, hijo de Quenaana, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: Así dice el SEÑOR: «Con estos acornearás a los arameos hasta acabarlos». Y todos los profetas profetizaban así, diciendo: Sube a Ramot de Galaad y tendrás éxito, pues el SEÑOR la entregará en manos del rey. Y el mensajero que fue a llamar a Micaías le habló, diciendo: He aquí, las palabras de los profetas son unánimes en favor del rey. Te ruego que tu palabra sea como la palabra de uno de ellos, y que hables favorablemente. Pero Micaías dijo: Vive el SEÑOR que lo que el SEÑOR me diga, eso hablaré. Y cuando llegó al rey, el rey le dijo: Micaías, ¿iremos a Ramot de Galaad a pelear, o debemos desistir? Y él le respondió: Sube, y tendrás éxito, y el SEÑOR la entregará en manos del rey. Entonces el rey le dijo: ¿Cuántas veces he de tomarte juramento de que no me digas más que la verdad en el nombre del SEÑOR? Y él respondió: Vi a todo Israel esparcido por los montes, como ovejas sin pastor; y el SEÑOR dijo: «Estos no tienen señor, que cada uno vuelva a su casa en paz». Y el rey de Israel dijo a Josafat: ¿No te dije que no profetizaría lo bueno acerca de mí, sino lo malo? Respondió Micaías: Por tanto, escucha la palabra del SEÑOR. Yo vi al SEÑOR sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a Él, a su derecha y a su izquierda. Y el SEÑOR dijo: «¿Quién inducirá a Acab para que suba y caiga en Ramot de Galaad?». Y uno decía de una manera, y otro de otra. Entonces un espíritu se adelantó, y se puso delante del SEÑOR, y dijo: «Yo le induciré». Y el SEÑOR le dijo: «¿Cómo?». Y él respondió: «Saldré y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas». Entonces Él dijo: «Le inducirás y también prevalecerás. Ve y hazlo así». Y ahora, he aquí que el SEÑOR ha puesto un espíritu de mentira en boca de todos estos tus profetas; pues el SEÑOR ha decretado el mal contra ti. Entonces se acercó Sedequías, hijo de Quenaana, y golpeó a Micaías en la mejilla y dijo: ¿Cómo es que el Espíritu del SEÑOR pasó de mí para hablarte a ti? Respondió Micaías: He aquí, tú lo verás aquel día en que entres en un aposento interior para esconderte. Y el rey de Israel dijo: Toma a Micaías y devuélvelo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey, y di: «Así dice el rey: “Echad a este a la cárcel, y alimentadlo con poco pan y poca agua hasta que yo vuelva en paz” ». Y Micaías dijo: Si en verdad vuelves en paz, el SEÑOR no ha hablado por mí. Y añadió: Oíd, pueblos todos. Y el rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad. Y el rey de Israel dijo a Josafat: Yo me disfrazaré para entrar en la batalla, pero tú ponte tus ropas reales. El rey de Israel se disfrazó y entró en la batalla. Pero el rey de Aram había ordenado a los treinta y dos capitanes de sus carros, diciendo: No peleéis contra chico ni contra grande, sino solo contra el rey de Israel. Y sucedió que cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: Ciertamente este es el rey de Israel, y se desviaron para pelear contra él, pero Josafat gritó. Y sucedió que cuando los capitanes de los carros vieron que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. Y un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre la juntura de la armadura. Y él dijo a su cochero: Da la vuelta y sácame de la batalla, pues estoy gravemente herido. Pero la batalla arreció aquel día, y el rey fue sostenido en su carro frente a los arameos y al atardecer murió; la sangre de la herida corría hasta el fondo del carro. A la puesta del sol, pasó un grito por el ejército que decía: Cada hombre a su ciudad y cada uno a su tierra. Murió, pues, el rey y fue llevado a Samaria, y sepultaron al rey en Samaria. Lavaron el carro junto al estanque de Samaria y los perros lamieron su sangre (y allí se bañaban las rameras), conforme a la palabra que el SEÑOR había hablado. Los demás hechos de Acab y todo lo que hizo, la casa de marfil que edificó y todas las ciudades que edificó, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel? Durmió, pues, Acab con sus padres; y su hijo Ocozías reinó en su lugar. Y Josafat, hijo de Asa, comenzó a reinar sobre Judá en el cuarto año de Acab, rey de Israel. Josafat tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Y el nombre de su madre era Azuba, hija de Silhi. Y anduvo en todo el camino de su padre Asa; no se desvió de él, haciendo lo recto ante los ojos del SEÑOR. Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados; todavía el pueblo sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos. También Josafat hizo la paz con el rey de Israel. Los demás hechos de Josafat, el poderío que mostró y cómo guerreó, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá? Y echó fuera de la tierra al resto de los sodomitas que habían quedado en los días de su padre Asa. No había entonces ningún rey en Edom; había gobernador en lugar de rey. Josafat se construyó naves de Tarsis para ir a Ofir por oro, pero no fueron porque las naves se rompieron en Ezión-geber. Y Ocozías, hijo de Acab, dijo a Josafat: Permite que mis siervos vayan con tus siervos en las naves. Pero Josafat no quiso. Y Josafat durmió con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de su padre David; y su hijo Joram reinó en su lugar. Ocozías, hijo de Acab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaria en el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel. E hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, y anduvo en el camino de su padre, en el camino de su madre y en el camino de Jeroboam, hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel. Sirvió, pues, a Baal y lo adoró, y provocó a ira al SEÑOR, Dios de Israel, conforme a todo lo que había hecho su padre.
1 Reyes 22:1-53 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Durante tres años no hubo guerra entre Aram e Israel; pero al tercer año, el rey Josafat de Judá fue a visitar a Acab, rey de Israel. Durante la visita, el rey de Israel dijo a sus funcionarios: «¿Se dan cuenta de que la ciudad de Ramot de Galaad nos pertenece? ¡Sin embargo, no hemos hecho nada por recuperarla de manos del rey de Aram!». Entonces se dirigió a Josafat y le preguntó: —¿Saldrás conmigo a la batalla para recuperar Ramot de Galaad? —¡Por supuesto! —contestó Josafat al rey de Israel—. Tú y yo somos como uno solo. Mis tropas son tus tropas y mis caballos son tus caballos. Entonces agregó: —Pero primero averigüemos qué dice el SEÑOR. Así que el rey de Israel convocó a los profetas, unos cuatrocientos en total, y les preguntó: —¿Debo ir a pelear contra Ramot de Galaad o desistir? Todos ellos contestaron: —¡Sí, adelante! El Señor dará la victoria al rey. Pero Josafat preguntó: —¿Acaso no hay también un profeta del SEÑOR aquí? Debemos hacerle la misma pregunta. El rey de Israel contestó a Josafat: —Hay un hombre más que podría consultar al SEÑOR por nosotros, pero lo detesto. ¡Nunca me profetiza nada bueno, solo desgracias! Se llama Micaías, hijo de Imla. —¡Un rey no debería hablar de esa manera! —respondió Josafat—. Escuchemos lo que tenga que decir. De modo que el rey de Israel llamó a uno de sus funcionarios y le dijo: —¡Rápido! Trae a Micaías, hijo de Imla. El rey Acab de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales, estaban sentados en sus respectivos tronos en el campo de trillar que está cerca de la puerta de Samaria. Todos los profetas de Acab profetizaban allí, delante de ellos. Uno de los profetas llamado Sedequías, hijo de Quenaana, hizo unos cuernos de hierro y proclamó: —Esto dice el SEÑOR: ¡Con estos cuernos cornearás a los arameos hasta matarlos! Todos los demás profetas estaban de acuerdo. —Sí —decían—, sube a Ramot de Galaad y saldrás vencedor, porque ¡el SEÑOR dará la victoria al rey! Mientras tanto, el mensajero que había ido a buscar a Micaías le dijo: —Mira, todos los profetas le prometen victoria al rey. Ponte tú también de acuerdo con ellos y asegúrale que saldrá vencedor. Pero Micaías respondió: —Tan cierto como que el SEÑOR vive, solo diré lo que el SEÑOR me indique. Cuando Micaías se presentó ante el rey, Acab le preguntó: —Micaías, ¿debemos ir a pelear contra Ramot de Galaad o desistir? Micaías le respondió con sarcasmo: —¡Sí, sube y saldrás vencedor, porque el SEÑOR dará la victoria al rey! Pero el rey le respondió con dureza: —¿Cuántas veces tengo que exigirte que solo me digas la verdad cuando hables de parte del SEÑOR? Entonces Micaías le dijo: —En una visión, vi a todo Israel disperso por los montes, como ovejas sin pastor, y el SEÑOR dijo: “Han matado a su amo. Envíalos a sus casas en paz”. —¿No te dije? —exclamó el rey de Israel a Josafat—. Nunca me profetiza otra cosa que desgracias. Micaías continuó diciendo: —¡Escucha lo que dice el SEÑOR! Vi al SEÑOR sentado en su trono, rodeado por todos los ejércitos del cielo, a su derecha y a su izquierda. Entonces el SEÑOR dijo: “¿Quién puede seducir a Acab para que vaya a pelear contra Ramot de Galaad y lo maten?”. »Hubo muchas sugerencias, hasta que finalmente un espíritu se acercó al SEÑOR y dijo: “¡Yo puedo hacerlo!”. »“¿Cómo lo harás?”, preguntó el SEÑOR. »El espíritu contestó: “Saldré e inspiraré a todos los profetas de Acab para que hablen mentiras”. »“Tendrás éxito —dijo el SEÑOR—, adelante, hazlo”. »Así que, como ves, el SEÑOR ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, porque el SEÑOR ha dictado tu condena. Entonces Sedequías, hijo de Quenaana, se acercó a Micaías y le dio una bofetada. —¿Desde cuándo el Espíritu del SEÑOR salió de mí para hablarte a ti? —le reclamó. Y Micaías le contestó: —¡Ya lo sabrás, cuando estés tratando de esconderte en algún cuarto secreto! «¡Arréstenlo! —ordenó el rey de Israel—. Llévenlo de regreso a Amón, el gobernador de la ciudad, y a mi hijo Joás. Denles la siguiente orden de parte del rey: “¡Metan a este hombre en la cárcel y no le den más que pan y agua hasta que yo regrese sano y salvo de la batalla!”». Pero Micaías respondió: «¡Si tú regresas a salvo, eso significará que el SEÑOR no habló por medio de mí!». Entonces dirigiéndose a los que estaban alrededor, agregó: «¡Todos ustedes, tomen nota de mis palabras!». Entonces Acab, rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, dirigieron a sus ejércitos contra Ramot de Galaad. El rey de Israel dijo a Josafat: «Cuando entremos en la batalla, yo me disfrazaré para que nadie me reconozca, pero tú ponte tus vestiduras reales». Así que el rey de Israel se disfrazó, y ambos entraron en la batalla. Mientras tanto, el rey de Aram había dado las siguientes órdenes a sus treinta y dos comandantes de carros de guerra: «Ataquen solo al rey de Israel. ¡No pierdan tiempo con nadie más!». Entonces, cuando los comandantes arameos de los carros vieron a Josafat en sus vestiduras reales, comenzaron a perseguirlo. «¡Allí está el rey de Israel!», gritaban; pero cuando Josafat gritó, los comandantes de los carros se dieron cuenta de que no era el rey de Israel y dejaron de perseguirlo. Sin embargo, un soldado arameo disparó una flecha al azar hacia las tropas israelitas e hirió al rey de Israel entre las uniones de su armadura. «¡Da la vuelta y sácame de aquí! —dijo Acab entre quejas y gemidos al conductor de su carro—. ¡Estoy gravemente herido!». La encarnizada batalla se prolongó todo ese día, y el rey permaneció erguido en su carro frente a los arameos. La sangre de su herida corría hasta llegar al piso del carro, y al atardecer, murió. Justo cuando se ponía el sol, este clamor recorrió las filas israelitas: «¡Estamos perdidos! ¡Sálvese quien pueda!». Así que el rey murió, y llevaron su cuerpo a Samaria, donde lo enterraron. Después lavaron su carro junto al estanque de Samaria y llegaron los perros y lamieron su sangre en el lugar donde se bañaban las prostitutas, tal como el SEÑOR lo había anunciado. Los demás acontecimientos del reinado de Acab y todo lo que él hizo —incluso la historia del palacio de marfil y las ciudades que construyó— están registrados en El libro de la historia de los reyes de Israel. Así que Acab murió y su hijo Ocozías lo sucedió en el trono. Josafat, hijo de Asa, comenzó a gobernar Judá durante el cuarto año del reinado de Acab, rey de Israel. Josafat tenía treinta y cinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén veinticinco años. Su madre era Azuba, hija de Silhi. Josafat fue un buen rey, quien siguió el ejemplo de su padre Asa. Hizo lo que era agradable a los ojos del SEÑOR. Sin embargo, durante su reinado no quitó todos los santuarios paganos, y la gente siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso allí. Josafat también hizo la paz con el rey de Israel. Los demás acontecimientos del reinado de Josafat, el alcance de su poder y las guerras que hizo están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá. Expulsó de la tierra a los demás prostitutos y prostitutas de los santuarios paganos, quienes seguían con sus prácticas desde los días de su padre Asa. (En ese tiempo no había rey en Edom sino solo un regente). Josafat también construyó una flota de barcos mercantes para que navegaran hasta Ofir en busca de oro; pero los barcos nunca llegaron a zarpar porque naufragaron en su propio puerto de Ezión-geber. En una oportunidad, Ocozías, hijo de Acab, le propuso a Josafat: «Deja que mis hombres naveguen con los tuyos en los barcos»; pero Josafat rechazó la propuesta. Cuando Josafat murió, lo enterraron con sus antepasados en la Ciudad de David. Después su hijo Yoram lo sucedió en el trono. Ocozías, hijo de Acab, comenzó a gobernar Israel en el año diecisiete del reinado de Josafat en Judá; reinó en Samaria dos años. Él hizo lo malo a los ojos del SEÑOR al seguir el ejemplo de su padre y de su madre y también el ejemplo de Jeroboam, hijo de Nabat, quien había hecho pecar a Israel. Ocozías sirvió a Baal y le rindió culto, con lo que provocó el enojo del SEÑOR, Dios de Israel, tal como lo había hecho su padre.