A pesar de todo esto, todavía pecaron
y no creyeron en sus maravillas.
Él, pues, hizo terminar sus días en vanidad,
y sus años en terror súbito.
¶Cuando los hería de muerte, entonces le buscaban,
y se volvían y buscaban con diligencia a Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
y el Dios Altísimo su Redentor.
Mas con su boca le engañaban,
y con su lengua le mentían.
Pues su corazón no era leal para con Él,
ni eran fieles a su pacto.
Mas Él, siendo compasivo, perdonaba sus iniquidades y no los destruía;
muchas veces contuvo su ira,
y no despertó todo su furor.
Se acordaba de que ellos eran carne,
un soplo que pasa y no vuelve.
¶¡Cuántas veces se rebelaron contra Él en el desierto,
y le entristecieron en las soledades!
Tentaron a Dios una y otra vez,
y afligieron al Santo de Israel.
No se acordaron de su poder,
del día en que los redimió del adversario,
cuando hizo sus señales en Egipto,
y sus prodigios en el campo de Zoán.
Convirtió en sangre sus ríos
y sus corrientes, y no pudieron beber.
Envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban,
y ranas que los destruían.
Entregó también sus cosechas al saltamontes,
y el fruto de su trabajo a la langosta.
Con granizo destruyó sus vides,
y sus sicómoros con escarcha.
Entregó también al granizo sus ganados,
y sus rebaños a los rayos.
Envió sobre ellos el ardor de su ira,
furia, indignación y angustia,
un ejército de ángeles destructores.
Preparó senda para su ira;
no eximió sus almas de la muerte,
sino que entregó sus vidas a la plaga,
e hirió a todos los primogénitos en Egipto,
las primicias de su virilidad en las tiendas de Cam.
Mas a su pueblo lo sacó como a ovejas,
como a rebaño los condujo en el desierto;
los guió con seguridad, de modo que no temieron,
pero el mar se tragó a sus enemigos.
¶Los trajo, pues, a su tierra santa,
a esta tierra montañosa que su diestra había adquirido.
Y expulsó a las naciones de delante de ellos;
las repartió con medida por herencia,
e hizo habitar en sus tiendas a las tribus de Israel.