¿A quiénes hablaré y advertiré, para que oigan?
He aquí, sus oídos están cerrados,
y no pueden escuchar.
He aquí, la palabra del SEÑOR les es oprobio;
no se deleitan en ella.
Pero yo estoy lleno del furor del SEÑOR,
estoy cansado de retenerlo.
Derrámalo sobre los niños en la calle,
y sobre la reunión de los jóvenes;
porque serán apresados tanto el marido como la mujer,
el viejo y el muy anciano.
Y sus casas serán entregadas a otros,
juntamente con sus campos y sus mujeres;
porque extenderé mi mano
contra los habitantes de esta tierra —declara el SEÑOR.
Porque desde el menor hasta el mayor,
todos ellos codician ganancias,
y desde el profeta hasta el sacerdote,
todos practican el engaño.
Y curan a la ligera el quebranto de mi pueblo,
diciendo: «Paz, paz»,
pero no hay paz.
¿Se han avergonzado de la abominación que han cometido?
Ciertamente no se han avergonzado,
ni aun han sabido ruborizarse;
por tanto caerán entre los que caigan;
en la hora que yo los castigue serán derribados —dice el SEÑOR.
Así dice el SEÑOR:
Paraos en los caminos y mirad,
y preguntad por los senderos antiguos
cuál es el buen camino, y andad por él;
y hallaréis descanso para vuestras almas.
Pero dijeron: «No andaremos en él.»
Y puse centinelas sobre vosotros, que dijeran:
«Escuchad el sonido de la trompeta».
Pero dijeron: «No escucharemos».
Por tanto, oíd, naciones,
y entiende, congregación, lo que se hará entre ellos.
Oye, tierra: he aquí, yo traigo una calamidad sobre este pueblo,
el fruto de sus planes,
porque no han escuchado mis palabras,
y han desechado mi ley.