diciendo: «Volveos ahora cada cual de vuestro camino y de la maldad de vuestras obras, y habitaréis en la tierra que el SEÑOR os dio a vosotros y a vuestros padres para siempre; no vayáis tras otros dioses para servirles y postraros ante ellos, no me provoquéis a ira con la obra de vuestras manos, y no os haré ningún mal». Pero no me habéis escuchado —declara el SEÑOR— de modo que me provocasteis a ira con la obra de vuestras manos para vuestro propio mal. Por tanto, así dice el SEÑOR de los ejércitos: «Por cuanto no habéis obedecido mis palabras, he aquí, mandaré a buscar a todas las familias del norte —declara el SEÑOR— y a Nabucodonosor, rey de Babilonia, siervo mío, y los traeré contra esta tierra, contra sus habitantes y contra todas estas naciones de alrededor; los destruiré por completo y los haré objeto de horror, de burla y de eterna desolación. Y haré cesar de ellos la voz de gozo y la voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia, el sonido de las piedras de molino y la luz de la lámpara. Toda esta tierra será desolación y horror, y estas naciones servirán al rey de Babilonia setenta años.
»Después que se hayan cumplido los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a esa nación por su iniquidad —declara el SEÑOR— y a la tierra de los caldeos la haré una desolación eterna. Y traeré sobre esa tierra todas las palabras que he hablado contra ella, todo lo que está escrito en este libro que Jeremías ha profetizado contra todas las naciones. (Pues también a ellos los harán esclavos muchas naciones y grandes reyes, y les pagaré conforme a sus hechos y conforme a la obra de sus manos)».
Porque así me ha dicho el SEÑOR, Dios de Israel: Toma de mi mano esta copa del vino del furor, y haz que beban de ella todas las naciones a las cuales yo te envío. Y beberán y se tambalearán y enloquecerán a causa de la espada que enviaré entre ellas. Entonces tomé la copa de la mano del SEÑOR, e hice beber de ella a todas las naciones a las cuales me envió el SEÑOR: a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus príncipes, para ponerlos por desolación, horror, burla y maldición, como hasta hoy; a Faraón, rey de Egipto, a sus siervos, a sus príncipes y a todo su pueblo; a todos los extranjeros, a todos los reyes de la tierra de Uz, a todos los reyes de la tierra de los filisteos (es decir, Ascalón, Gaza, Ecrón y al remanente de Asdod); a Edom, a Moab y a los hijos de Amón; a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón y a los reyes de las costas que están más allá del mar; a Dedán, a Tema, a Buz y a todos los que se rapan las sienes; a todos los reyes de Arabia y a todos los reyes de los extranjeros que habitan en el desierto; a todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam y a todos los reyes de Media; a todos los reyes del norte, los de cerca y los de lejos, los unos con los otros, y a todos los reinos del mundo que están sobre la faz de la tierra. El rey de Sesac beberá después de ellos.
Y les dirás: «Así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: “Bebed, embriagaos, vomitad, caed y no os levantéis a causa de la espada que yo enviaré entre vosotros” ». Y sucederá que si rehúsan tomar la copa de tu mano para beber, les dirás: «Así dice el SEÑOR de los ejércitos: “Ciertamente vais a beber. Porque he aquí que comienzo a causar mal en esta ciudad que se llama por mi nombre, ¿y quedaréis vosotros sin castigo alguno? No quedaréis sin castigo, porque llamo a la espada contra todos los habitantes de la tierra” —declara el SEÑOR de los ejércitos».
Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras, y les dirás:
«El SEÑOR rugirá desde lo alto,
y dará su voz desde su santa morada;
rugirá fuertemente contra su rebaño.
Dará gritos como los que pisan las uvas
contra todos los habitantes de la tierra.
-»Ha llegado el estruendo hasta el fin de la tierra,
porque el SEÑOR tiene un pleito contra las naciones;
entra en juicio contra toda carne;
a los impíos, los entrega a la espada» —declara el SEÑOR.
¶Así dice el SEÑOR de los ejércitos:
He aquí, el mal va
de nación en nación,
y una gran tempestad se levanta
de los confines de la tierra.
Y los muertos por el SEÑOR en aquel día estarán desde un extremo de la tierra hasta el otro. No los llorarán, ni los recogerán, ni los sepultarán; serán como estiércol sobre la faz de la tierra.
Gemid, pastores, y clamad;
revolcaos en ceniza, mayorales del rebaño;
porque se han cumplido los días de vuestra matanza y de vuestra dispersión,
y caeréis como vaso precioso.
No habrá huida para los pastores,
ni escape para los mayorales del rebaño.
Se oye el sonido del clamor de los pastores,
y el gemido de los mayorales del rebaño,
porque el SEÑOR está destruyendo sus pastos,
y son silenciados los rebaños apacibles
a causa de la ardiente ira del SEÑOR.
Ha dejado como león su guarida,
porque su tierra se ha convertido en horror
por el furor de la espada opresora,
y a causa de su ardiente ira.