Ellos les han dicho: “Dejen ya de hacer lo malo; abandonen sus malas acciones. Si lo hacen, siempre podrán habitar en la tierra que Dios les ha dado a ustedes y a sus antepasados. No confíen en esos dioses que ustedes mismos se han fabricado. No los adoren, y Dios no se enojará con ustedes ni los castigará”.
»Pero ustedes no han prestado atención a estos mensajes de Dios. Al contrario, lo han ofendido con esos ídolos que ustedes mismos se fabrican. Lo único que consiguen es causar su propia desgracia. Por lo tanto, el Dios todopoderoso dice:
“Ya que ustedes no quieren obedecerme, voy a enviar contra ustedes al rey de Babilonia y a todos los pueblos del norte. Ese rey está a mi servicio, así que lo enviaré contra ustedes y contra sus vecinos. Voy a destruirlos por completo; voy a convertirlos en un montón de ruinas, que solo causará terror y burla. Les juro que así será. No dejaré que vuelvan a escucharse los gritos de alegría y de entusiasmo, ni las serenatas de los novios, ni se oirá ruido en las calles, ni se verá luz en las casas. Todo este país quedará convertido en un montón de ruinas, que solo producirá terror. Y durante muchos años todos quedarán bajo el dominio del rey de Babilonia.
”Pasado ese tiempo, yo castigaré por su maldad al rey de Babilonia y a su nación, ¡y ese país quedará destruido para siempre! Yo les juro que así será. Haré con ese país todo lo que dije contra las otras naciones. Cumpliré las amenazas que anunció mi profeta Jeremías, y que han quedado escritas en este libro. También los babilonios quedarán bajo el dominio de naciones y reyes más poderosos. De ese modo los castigaré por todo el mal que han hecho”».
El Dios de Israel me dijo:
«Jeremías, esta copa que tengo en la mano representa mi enojo. Tómala y haz que beban de ella todas las naciones a las que voy a enviarte. Esas naciones comenzarán a tambalearse, y sus habitantes se volverán locos por causa de la guerra que voy a enviar contra ellos».
Yo recibí la copa de las manos de Dios, y se la di a beber a todas las naciones a las que él me envió. También se la di a los habitantes de Jerusalén y de las ciudades de Judá, y a sus gobernantes, para destruirlos. Sus ciudades quedaron convertidas en ruinas. Hasta el momento en que esto se escribe, esas ciudades son motivo de espanto, de burla y de insultos.
También les di la copa del castigo al rey de Egipto, a sus jefes y oficiales, a todo su pueblo, y a todos los extranjeros que allí vivían. Además bebieron de ella todos los reyes del país de Uz, los reyes filisteos de Ascalón, Gaza y Ecrón; los sobrevivientes de Asdod, Edom, Moab y los amonitas. Luego bebieron de ella los reyes de Tiro y de Sidón, y los reyes de los pueblos que viven en las costas del mar Mediterráneo; los reyes de Dedán, Tema y Buz; todos los pueblos y tribus del desierto; los reyes de Arabia Zimri, Elam y Media; todos los reyes del norte, tanto los cercanos como los lejanos, y todos los reinos que hay en la tierra. Por último, el rey de Babilonia también bebió de la copa.
El Dios todopoderoso también me dijo:
«Jeremías, esta copa representa mi enojo y la guerra que voy a mandar contra ellos. Ordénales que beban de la copa, hasta que vomiten y se caigan, y no vuelvan a levantarse. Pero si se niegan a beber de ella, tú les dirás de mi parte:
“¡Tendrán que beber de ella, aunque no quieran! Ya he comenzado a castigar a Jerusalén, ciudad donde se me adora, y están muy equivocados si creen que a ustedes no los castigaré”.
»Jeremías, voy a castigar a todas esas naciones, y lo haré por medio de la guerra. Yo, el Dios todopoderoso, te juro que así será. Anuncia este mensaje contra esas naciones:
“Dios lanza un grito de guerra
desde el cielo, donde él tiene su trono.
Es tanto su enojo contra su pueblo
y contra los habitantes de la tierra,
que su voz retumba a lo lejos,
y se oyen sus botas
aplastando a las naciones.
”Dios está en pleito
contra todas las naciones
y contra todos los habitantes del mundo.
¡Él condenará a los malvados!
”El Dios todopoderoso
les advierte que ninguna nación
escapará de la desgracia;
un poderoso ejército
las atacará por todos lados.
”Ese día, aquellos a los que yo castigue con la muerte quedarán tendidos por toda la tierra, como si fueran basura. No habrá nadie que llore por ellos, ni habrá tampoco quien los recoja y los entierre.
”Jefes y gobernantes del pueblo,
¡lloren y revuélquense en el suelo!
Ha llegado el día de la matanza,
y ustedes serán sacrificados
como si fueran ovejas engordadas.
”Jefes y gobernantes del pueblo,
¡no podrán escapar a ninguna parte!
¡Solo se oirán sus gritos de dolor,
porque Dios está furioso
y ha destruido sus campos!
¡Ya no tienen qué comer!
”Es tanto el enojo de Dios
que ha abandonado a su pueblo.
Dios salió en contra de ellos
como un león furioso,
¡y los hizo morir en la guerra!”»