Oh Dios, a ti mi voz elevo, porque tú me contestas; préstame atención, escucha mis palabras. Dame una clara muestra de tu amor, tú, que salvas de sus enemigos a los que buscan protección en tu poder. Cuídame como a la niña de tus ojos; protégeme bajo la sombra de tus alas de los malvados que me atacan, ¡de los enemigos mortales que me rodean! Son engreídos, hablan con altanería; han seguido de cerca mis pasos esperando el momento de echarme por tierra. Parecen leones, feroces leones que agazapados en su escondite esperan con ansias dar el zarpazo.
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