El hijo sabio acepta la corrección del padre; el insolente no hace caso de reprensiones. Cada uno recoge el fruto de lo que dice, pero los traidores tienen hambre de violencia. Cuidar las palabras es cuidarse uno mismo; el que habla mucho se arruina solo. El perezoso desea y no consigue; el que trabaja, prospera. El hombre justo odia la mentira; el malvado es motivo de vergüenza y deshonra. La rectitud protege al hombre intachable; la maldad destruye al pecador.
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