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Proverbios 12:1-22

Proverbios 12:1-22 DHH94I

Amar la disciplina es amar el saber; odiar la reprensión es ser ignorante. Al hombre bueno el Señor lo aprueba, y al pícaro lo condena. El mal no es base firme para nadie; los justos tienen raíz permanente. La mujer ejemplar hace de su marido un rey, pero la mala esposa lo destruye por completo. Los hombres justos piensan en la justicia; los malvados, solo en el engaño. Las palabras del malvado son una trampa mortal; las del hombre justo, salvación. Los malvados caen, y ese es su fin, pero la casa de los justos queda en pie. Al hombre se le alaba según su inteligencia, pero el tonto sólo merece desprecio. Más vale menospreciado pero servido, que reverenciado pero mal comido. El justo sabe que sus animales sienten, pero el malvado nada entiende de compasión. El que trabaja su tierra tiene abundancia de pan; el imprudente se ocupa en cosas sin provecho. Los malos deseos son la red de los malvados; la raíz de los justos es permanente. El malvado se enreda en sus propias mentiras, pero el hombre justo sale bien del apuro. Cada uno recoge el fruto de lo que dice y recibe el pago de lo que hace. El necio cree que todo lo que hace está bien, pero el sabio atiende los consejos. El necio muestra en seguida su enojo; el prudente pasa por alto la ofensa. El testigo verdadero declara la verdad; el testigo falso afirma mentiras. Hay quienes hieren con sus palabras, pero hablan los sabios y dan el alivio. El que dice la verdad permanece para siempre, pero el mentiroso, solo un instante. En los planes de los malvados hay mentira; en los consejos del hombre de paz, alegría. El hombre justo jamás sufrirá ningún mal, pero el malvado recibirá todos los males juntos. El Señor aborrece a los mentirosos, pero mira con agrado a los que actúan con verdad.

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