Les dijo: —Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense ustedes aquí, y permanezcan despiertos conmigo. En seguida Jesús se fue un poco más adelante, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y oró diciendo: «Padre mío, si es posible, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» Luego volvió a donde estaban los discípulos, y los encontró dormidos. Le dijo a Pedro: —¿Ni siquiera una hora pudieron ustedes mantenerse despiertos conmigo?
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