Este es el mensaje que el Señor dirigió a Joel, hijo de Petuel.,
Oigan bien esto, ancianos,
y todos ustedes, habitantes del país.
¿Han visto ustedes nunca cosa semejante?
¿Se vio nunca cosa igual en tiempos de sus padres?
Cuéntenlo a sus hijos,
y que ellos lo cuenten a los suyos,
y estos a los que nazcan después.
Todo se lo comieron las langostas:
lo que unas dejaron, otras vinieron y lo devoraron.
¡Ustedes, borrachos, despierten!
¡Échense a llorar, bebedores de vino,
porque aun el jugo de la uva les van a quitar!
Pues la langosta, como un ejército fuerte y numeroso,
de dientes de león y colmillos de leona,
ha invadido mi país.
Ha destruido nuestros viñedos,
ha destrozado nuestras higueras;
las ha pelado por completo,
hasta dejar blancas sus ramas.
Como novia que llora y se viste de luto
por la muerte de su prometido,
así lloran los sacerdotes
porque en el templo ya no hay cereales ni vino
para las ofrendas del Señor.
Los campos están desolados;
las tierras están de luto.
El trigo se ha perdido,
los viñedos se han secado
y los olivos están marchitos.
Ustedes, los que trabajan en campos y viñedos,
lloren entristecidos,
pues se echaron a perder las siembras
y las cosechas de trigo y de cebada.
Se han secado los viñedos
y se han perdido las higueras.
Secos quedaron también
los granados, las palmeras, los manzanos
y todos los árboles del campo.
¡Así se ha perdido la alegría de toda la gente!
Ustedes, sacerdotes, ministros del altar,
vístanse de ropas ásperas y lloren de dolor,
porque en el templo de su Dios
ya no hay cereales ni vino para las ofrendas.
Convoquen al pueblo y proclamen ayuno;
junten en el templo del Señor su Dios
a los ancianos y a todos los habitantes del país,
e invoquen al Señor.
¡Ay, se acerca el día del Señor!
¡Día terrible, que nos trae destrucción
de parte del Todopoderoso!
Ante nuestros ojos nos quitaron la comida,
y se acabó la alegría en el templo de nuestro Dios.
La semilla murió en el surco,
el trigo se ha perdido
y los graneros están en ruinas.
¡Cómo muge el ganado!
En vano buscan pasto las vacas;
los rebaños de ovejas se están muriendo.
¡A ti clamo, Señor,
pues el fuego ha quemado
la hierba del desierto y los árboles del campo!
¡Aun los animales salvajes claman a ti,
porque se han secado los arroyos
y el fuego quema los pastizales!