»Naciones, escuchen la palabra del Señor
y anuncien en las costas lejanas:
“El Señor dispersó a Israel,
pero lo reunirá y lo cuidará
como cuida el pastor a sus ovejas.”
Porque el Señor rescató al pueblo de Jacob,
lo libró de una nación más poderosa.
»Vendrán y cantarán de alegría en lo alto de Sión,
se deleitarán con los beneficios del Señor:
el trigo, el vino y el aceite,
las ovejas y las reses.
Serán como una huerta bien regada,
y no volverán a perder las fuerzas.
Las muchachas bailarán alegremente,
lo mismo que los jóvenes y los viejos.
Yo les daré consuelo:
convertiré su llanto en alegría,
y les daré una alegría mayor que su dolor.
Haré que los sacerdotes coman los mejores alimentos
y que mi pueblo disfrute en abundancia de mis bienes.
Yo, el Señor, lo afirmo.»
El Señor dice:
«Se oye una voz en Ramá,
de alguien que llora amargamente.
Es Raquel, que llora por sus hijos,
y no quiere ser consolada
porque ya están muertos.»
Pero el Señor le dice:
«Raquel, no llores más;
ya no derrames tus lágrimas,
pues tus penas tendrán su recompensa:
tus hijos volverán del país enemigo.
Yo, el Señor, lo afirmo.
Hay una esperanza para tu futuro:
tus hijos volverán a su patria.
Yo, el Señor, lo afirmo.
He oído al pueblo de Efraín quejarse amargamente:
“Yo era como un novillo sin domar,
pero tú me has domado;
hazme volver a ti,
pues tú eres el Señor, mi Dios.
Yo me aparté de ti,
pero estoy arrepentido;
he reconocido mi pecado
y me doy golpes en el muslo;
me siento avergonzado y humillado
por los pecados de mi juventud.”
»El pueblo de Efraín es para mí un hijo amado;
es el hijo que más quiero.
Aun cuando lo reprendo,
no dejo de acordarme de él;
mi corazón se conmueve
y siento por él gran compasión.
Yo, el Señor, lo afirmo.
»Israel, marca con señales el camino,
para que vuelvas a encontrarlo fácilmente;
fíjate bien en el camino que anduviste.
¡Vuelve, pueblo de Israel,
vuelve a tus ciudades!
¿Hasta cuándo vas a ir de un lado a otro,
como una hija descarriada?
Yo, el Señor, he creado algo nuevo en este mundo:
una mujer que corteja a un hombre.»
El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: «Cuando yo cambie la suerte de la gente de Judá, y ellos estén de nuevo en su tierra y en sus ciudades, dirán otra vez: “¡Que el Señor bendiga este monte santo donde habita la justicia!” La gente de Judá y de sus ciudades, los agricultores y los pastores de rebaños vivirán ahí. Pues daré de comer y de beber en abundancia a los que estén cansados y sin fuerzas.»
En esto me desperté y abrí los ojos. Mi sueño me agradó.
El Señor afirma: «Vendrá un día en que haré que hombres y animales abunden en Israel y en Judá. Y así como estuve atento para arrancar, derribar, echar abajo, destruir y causar daños, así también estaré vigilante para construir y plantar. Yo, el Señor, lo afirmo.
»En aquel tiempo no volverá a decirse: “Los padres comen uvas agrias y a los hijos se les destemplan los dientes.” Porque será que a quien coma uvas agrias, a ese se le destemplarán los dientes. Cada cual morirá por su propio pecado.»
El Señor afirma: «Vendrá un día en que haré una nueva alianza con Israel y con Judá. Esta alianza no será como la que hice con sus antepasados, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; porque ellos quebrantaron mi alianza, a pesar de que yo era su dueño. Yo, el Señor, lo afirmo. Esta será la alianza que haré con Israel en aquel tiempo: Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo. Ya no será necesario que unos a otros, amigos y parientes, tengan que instruirse para que me conozcan, porque todos, desde el más grande hasta el más pequeño, me conocerán. Yo les perdonaré su maldad y no me acordaré más de sus pecados. Yo, el Señor, lo afirmo.»
El Señor, que puso el sol para alumbrar de día
y la luna y las estrellas para alumbrar de noche,
que hace que el mar se agite y rujan sus olas,
que tiene por nombre el Señor todopoderoso, dice:
«Si un día llegaran a fallar
estas leyes que he establecido,
ese día Israel dejaría de ser mi pueblo.
Yo, el Señor, lo afirmo.
Si un día se llegara a medir el cielo
y a explorar la tierra hasta sus cimientos,
ese día yo rechazaría a Israel
por todo lo que ha hecho.
Yo, el Señor, lo afirmo.»
El Señor afirma: «Vendrá un día en que mi ciudad será reconstruida, desde la torre de Hananel hasta la Puerta del Ángulo. Los límites irán, en línea recta, desde allí hasta la colina de Gareb, y luego torcerán hacia Goá. Todo el valle donde se entierra a los muertos y se tira la ceniza, y todos los campos que están encima del arroyo Cedrón hasta el ángulo de la Puerta de los Caballos, al oriente, me estarán consagrados, y todo esto no volverá jamás a ser derribado ni destruido.»