Por eso, el Dios Santo de Israel dice: «Ustedes rechazan esta advertencia, y confían en la violencia y la maldad, y se apoyan en ellas; por eso, ustedes son culpables. Parecen un alto muro agrietado que cuando menos se piensa se derrumba; serán destruidos como un jarrón de barro, que se quiebra tan completamente que no queda entre los pedazos rotos ni uno que sirva para recoger las brasas del fogón o para sacar agua de un pozo.» El Señor, el Dios Santo de Israel, dice: «Vuelvan, quédense tranquilos y estarán a salvo. En la tranquilidad y la confianza estará su fuerza.» Pero ustedes no quisieron, sino que dijeron: «No, mejor huiremos a caballo.» Bueno, así tendrán que huir. También dijeron: «Montaremos en carros veloces.» Bueno, veloces serán los que los persigan. Mil huirán amenazados por un solo hombre, y todos ustedes huirán amenazados por cinco, hasta que queden tan pocos como queda un palo en la cumbre de un monte o una señal levantada sobre una colina. Pero el Señor los espera, para tener compasión de ustedes; él está ansioso por mostrarles su amor, porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Dichosos todos los que esperan en él!
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