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Génesis 37:11-35

Génesis 37:11-35 DHH94I

Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre pensaba mucho en este asunto. Un día los hermanos de José fueron a Siquem, buscando pastos para las ovejas de su padre. Entonces Israel le dijo a José: —Mira, tus hermanos están en Siquem cuidando las ovejas. Quiero que vayas a verlos. —Iré con mucho gusto —contestó José. —Bueno —dijo Israel—, ve y fíjate cómo están tus hermanos y las ovejas, y regresa luego a traerme la noticia. Israel mandó a José desde el valle de Hebrón, y cuando José llegó a Siquem, se perdió por el campo. Entonces un hombre lo encontró y le preguntó: —¿Qué andas buscando? —Ando buscando a mis hermanos —respondió José—. ¿Podría usted decirme dónde están cuidando las ovejas? —Ya se fueron de aquí —dijo el hombre—. Les oí decir que se iban a Dotán. José fue en busca de sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos lo vieron venir a lo lejos, y antes de que se acercara hicieron planes para matarlo. Se dijeron unos a otros: —¡Miren, ahí viene el de los sueños! Vengan, vamos a matarlo; luego lo echaremos a un pozo y diremos que un animal salvaje se lo comió. ¡Y vamos a ver qué pasa con sus sueños! Cuando Rubén oyó esto, quiso librarlo de sus hermanos, y dijo: —No lo matemos. No derramen sangre. Échenlo a este pozo que está en el desierto, pero no le pongan la mano encima. Rubén dijo esto porque quería poner a salvo a José y devolvérselo a su padre; pero cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le quitaron la túnica que llevaba puesta, lo agarraron y lo echaron al pozo, que estaba vacío y seco. Después se sentaron a comer. En esto, vieron venir una caravana de ismaelitas que venían de Galaad y que traían en sus camellos perfumes, bálsamo y mirra, para llevarlos a Egipto. Entonces Judá les dijo a sus hermanos: —¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano, y después tratar de ocultar su muerte? Es mejor que lo vendamos a los ismaelitas y no que lo matemos, porque después de todo es nuestro hermano. Sus hermanos estuvieron de acuerdo con él, y cuando los comerciantes madianitas pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Así se llevaron a José a Egipto. Cuando Rubén regresó al pozo y no encontró a José allí adentro, rasgó su ropa en señal de dolor. Luego volvió a donde estaban sus hermanos, y les dijo: —¡El muchacho ya no está! ¿Ahora qué voy a hacer? Entonces ellos tomaron la túnica de José y la mancharon con la sangre de un cabrito que mataron; luego se la mandaron a su padre, con este mensaje: «Encontramos esto. Fíjate bien si es o no la túnica de tu hijo.» En cuanto Jacob la reconoció, dijo: «¡Sí, es la túnica de mi hijo! Algún animal salvaje lo hizo pedazos y se lo comió.» Entonces Jacob rasgó su ropa y se vistió de luto, y por mucho tiempo lloró la muerte de su hijo. Todos sus hijos y sus hijas trataban de consolarlo, pero él no quería que lo consolaran; al contrario, lloraba por su hijo y decía: «Guardaré luto por mi hijo, hasta que vaya a reunirme con él entre los muertos.»