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Génesis 37:11-35

Génesis 37:11-35 RVC

Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre meditaba acerca de esto. Cuando sus hermanos fueron a apacentar las ovejas de su padre en Siquén, Israel le dijo a José: «Tus hermanos están apacentando las ovejas en Siquén. Ven, que voy a enviarte con ellos.» Y José respondió: «Aquí me tienes.» Entonces Israel le dijo: «Anda y ve si están bien tus hermanos y las ovejas, y vuelve a darme la noticia.» Y lo envió Israel desde el valle de Hebrón, y José llegó a Siquén. Mientras José andaba errante por el campo, un hombre lo halló y le preguntó: «¿Qué buscas?» José respondió: «Estoy buscando a mis hermanos; por favor, hazme saber dónde están apacentando.» Y aquel hombre le respondió: «Ya se fueron de aquí. Pero les oí decir que iban a Dotán.» José fue entonces en busca de sus hermanos, y los encontró en Dotán. Cuando ellos lo vieron a lo lejos, antes de que él se acercara a ellos hicieron planes contra él para matarlo. Se dijeron el uno al otro: «Miren, aquí viene el soñador. ¡Vamos, matémoslo ya! Echémoslo en uno de los pozos, y digamos que alguna mala bestia se lo comió. ¡Y vamos a ver qué pasa con sus sueños!» Pero Rubén, al oír esto, lo libró de sus manos y dijo: «No lo matemos.» Además, para librarlo de sus manos y hacerlo volver a su padre, Rubén les dijo: «No derramen sangre. Arrójenlo en este pozo que está en el desierto, pero no le pongan la mano encima.» Así que, cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le quitaron su túnica, la túnica de colores que llevaba puesta, y por la fuerza lo arrojaron en el pozo. Pero el pozo estaba seco; no tenía agua. Luego se sentaron a comer su pan. Pero al levantar la vista, vieron que de Galaad venía una caravana de ismaelitas, con sus camellos cargados de aromas, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto. Entonces Judá les dijo a sus hermanos: «¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano y encubrir su muerte? Vengan, vamos a vendérselo a los ismaelitas. No levantemos la mano contra él, pues él es nuestro hermano, nuestra propia carne.» Y sus hermanos estuvieron de acuerdo con él. Cuando los mercaderes madianitas pasaron por allí, ellos sacaron del pozo a José y lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Y ellos se llevaron a José a Egipto. Cuando Rubén volvió al pozo y no halló a José adentro, se rasgó los vestidos; luego volvió a donde estaban sus hermanos, y les dijo: «¡El niño ya no está! Y yo, ¿a dónde iré?» Entonces ellos tomaron la túnica de José, degollaron un cabrito, y con la sangre tiñeron la túnica; y enviaron la túnica de colores a su padre. Se la presentaron y dijeron: «Esto es lo que hemos hallado. Fíjate si es o no la túnica de tu hijo.» Cuando Jacob la reconoció, dijo: «¡Es la túnica de mi hijo! ¡Alguna mala bestia se lo comió! ¡José ha sido despedazado!» Entonces se rasgó los vestidos, puso cilicio sobre sus lomos, y durante muchos días guardó luto por su hijo. Todos sus hijos y todas sus hijas acudieron a consolarlo, pero él no quiso ser consolado, sino que dijo: «Bajaré al sepulcro, donde está mi hijo, guardando luto por él.» Y lo lloró su padre.