El Señor se dirigió a mí una vez más, y me dijo: «Tú, hombre, tiembla de miedo al comer, y muéstrate angustiado al beber. Y diles a los habitantes del país y de Jerusalén, y a todos los israelitas: “Esto dice el Señor: Comerán su comida llenos de angustia, y tomarán sus bebidas llenos de miedo; el país quedará destruido y vacío, por causa de la violencia de sus habitantes. Toda ciudad habitada será destruida; el país quedará convertido en desierto. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor.”» El Señor se dirigió a mí, y me dijo: «¿Qué quieren decir los israelitas con eso de “Pasan los días, y las visiones del profeta no se cumplen”? Pues diles: “Esto dice el Señor: Yo voy a hacer que no se repitan más esas palabras en Israel.” Y diles también que ya está cerca el día en que se cumplirá todo lo anunciado en las visiones. No volverá a haber entre los israelitas visiones falsas ni profecías que sean mentira, porque yo, el Señor, voy a hablar, y lo que diga se cumplirá sin tardanza. Ustedes mismos lo verán, pueblo rebelde; yo hablaré y haré que se cumpla lo que diga. Yo, el Señor, doy mi palabra.» El Señor se dirigió a mí, y me dijo: «Los israelitas andan diciendo que tus visiones proféticas son de cumplimiento a largo plazo. Por lo tanto, diles: “Esto dice el Señor: Mis palabras no tardarán en cumplirse; lo que he dicho se cumplirá. Yo, el Señor, doy mi palabra.”»
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