«¡Den gracias al Señor!
¡Proclamen su nombre!
Cuenten a los pueblos sus acciones.
Canten himnos en su honor.
¡Hablen de sus grandes hechos!
»Siéntanse orgullosos de su santo nombre.
¡Siéntase alegre el corazón
de los que buscan al Señor!
Recurran al Señor, y a su poder;
recurran al Señor en todo tiempo.
Recuerden sus obras grandes y maravillosas,
y los decretos que ha pronunciado:
ustedes, descendientes de su siervo Israel,
ustedes, hijos de Jacob, sus escogidos.
»Él es el Señor, nuestro Dios;
¡él gobierna toda la tierra!
Ni aunque pasen mil generaciones,
se olvidará de las promesas de su alianza,
de la alianza que hizo con Abraham,
del juramento que hizo a Isaac
y que confirmó como ley para Jacob,
como alianza eterna para Israel,
cuando dijo:
“Voy a darte la tierra de Canaán
como la herencia que te toca.”
»Aunque ellos eran pocos,
unos cuantos extranjeros en la tierra
que iban de nación en nación
y de reino en reino,
Dios no permitió que nadie los maltratara;
y aun advirtió a los reyes:
“No toquen a mis escogidos,
ni maltraten a mis profetas.”
»Canten al Señor, habitantes de toda la tierra;
anuncien día tras día su salvación.
Hablen de su gloria y de sus maravillas
ante todos los pueblos y naciones,
porque el Señor es grande
y muy digno de alabanza,
y más terrible que todos los dioses.
Los dioses de otros pueblos no son nada,
pero el Señor hizo los cielos.
¡Hay gran esplendor en su presencia!
¡Hay poder y alegría en su santuario!
»Den al Señor, familias de los pueblos,
den al Señor el poder y la gloria;
den al Señor la honra que merece;
con ofrendas preséntense ante él;
adoren al Señor en su santuario hermoso.
¡Que todo el mundo tiemble delante de él!
Él afirmó el mundo para que no se mueva.
¡Que se alegren los cielos y la tierra!
Que se diga en las naciones: “¡El Señor es rey!”
¡Que brame el mar y todo lo que contiene!
¡Que se alegre el campo y todo lo que hay en él!
¡Que griten de alegría los árboles del bosque
delante del Señor, que viene a gobernar la tierra!
»Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
Díganle:
¡Sálvanos, oh Dios, salvador nuestro!
¡Recógenos y líbranos de entre las naciones
para que alabemos tu santo nombre,
para que alegres te alabemos!
¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
por toda la eternidad!»
Y todo el pueblo respondió: «¡Amén!», y alabó al Señor.
Así pues, David dejó allí delante del arca de la alianza del Señor a Asaf y sus colegas para que sirvieran continuamente según se necesitara cada día. También dejó a Obed-edom y sus colegas, sesenta y ocho personas, con Obed-edom, hijo de Jedutún, y Hosá, como porteros. Y a Sadoc y a sus colegas sacerdotes los dejó ante la tienda del Señor, en el santuario de Gabaón, para que ofrecieran continuamente holocaustos al Señor en el altar destinado a ellos, por la mañana y por la tarde, exactamente como está escrito en la ley del Señor, que él dejó como mandato a Israel. También dejó con ellos a Hemán, a Jedutún y al resto de los que fueron escogidos y designados por nombre para cantar: «Den gracias al Señor, porque su amor es eterno.» Estos tocaban trompetas, platillos y otros instrumentos musicales, con los que acompañaban los cantos a Dios. Los hijos de Jedutún estaban encargados de la puerta.
Después todos se volvieron a sus casas, y también David volvió a su casa para bendecir a su familia.