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Daniel 9

9
Daniel ora por su pueblo#9.1-27 La siguiente revelación toma como punto de partida un célebre anuncio profético de Jeremías, que situaba la caída de Babilonia (Jer 25.12) y la liberación de Israel (Jer 29.10) al término de un período de 70 años. Véase Jer 25.11 n.
1»Darío, hijo de Asuero, de la raza de los medos,#9.1 Darío... de los medos: Véase Dn 5.31(6.1) nota. gobernaba el reino de los caldeos. 2En el primer año de su reinado, yo, Daniel, estaba estudiando en el libro del profeta Jeremías acerca de los setenta años que debían pasar para que se cumpliera la ruina de Jerusalén, según el Señor se lo había dicho al profeta.#9.2 La persecución desatada contra el pueblo de Dios por Antíoco IV (cf. vv. 26-27) invitaba a releer esta profecía, a fin de interpretar a la luz de ella los acontecimientos presentes. 3Y dirigí mis oraciones y súplicas a Dios el Señor, ayunando y vistiéndome con ropas ásperas, y sentándome en ceniza.#9.3 El objeto de esta oración era saber en qué momento debía cumplirse íntegramente lo anunciado por el profeta Jeremías. 4Oré al Señor mi Dios, y le hice esta confesión:#9.4-19 La plegaria de Daniel consta de dos partes: una confesión de los pecados colectivos del pueblo (vv. 4-16) y una súplica para obtener el perdón divino, aduciendo como motivo la misericordia de Dios y no los méritos propios (vv. 17-19). Cf. Neh 1.5-11; 9.6-37; Bar 1.15—2.19.
»“Señor, Dios grande y poderoso, que siempre cumples tus promesas y das pruebas de tu amor a los que te aman y cumplen tus mandamientos: 5hemos pecado y cometido maldad; hemos hecho lo malo; hemos vivido sin tomarte en cuenta; hemos abandonado tus mandamientos y decretos. 6No hemos hecho caso a tus siervos los profetas,#9.6 No hemos hecho caso... profetas: Jer 7.25-26; 25.4; 26.5. los cuales hablaron en tu nombre a nuestros reyes, jefes y antepasados, y a todo el pueblo de Israel. 7Tú, Señor, eres justo, pero nosotros los judíos nos sentimos hoy avergonzados; tanto los que viven en Jerusalén como los otros israelitas, los de cerca y los de lejos, que viven en los países adonde tú los arrojaste por haberse rebelado contra ti. 8Nosotros, Señor, lo mismo que nuestros reyes, jefes y antepasados, nos sentimos avergonzados porque hemos pecado contra ti. 9Pero de ti, Dios nuestro, es propio el ser compasivo y perdonar. Nosotros nos hemos rebelado contra ti 10y no te hemos escuchado, Señor y Dios nuestro, ni hemos obedecido las enseñanzas que nos diste por medio de tus siervos los profetas. 11Todo Israel desobedeció tus enseñanzas y se negó a obedecer tus órdenes; por eso han caído sobre nosotros la maldición y el juramento que están escritos en la ley de Moisés,#Lv 26.14-39; Dt 28.15-68. tu siervo, porque hemos pecado contra ti. 12Tú, al enviarnos una calamidad tan grande, has cumplido la amenaza que nos hiciste a nosotros y a los que nos gobernaron; pues jamás ha habido en el mundo nada comparable al castigo que ha caído sobre Jerusalén. 13Todo este mal ha venido sobre nosotros, tal como está escrito en la ley de Moisés; pero nosotros no te hemos buscado, Señor y Dios nuestro, ni hemos abandonado nuestras maldades, ni hemos seguido tu verdad. 14Por eso, Señor, has preparado este mal y lo has enviado sobre nosotros; porque tú, Señor y Dios nuestro, eres justo en todo lo que haces; pero nosotros no quisimos escucharte.
15»”Señor y Dios nuestro, tú mostraste tu gran poder al sacar de Egipto a tu pueblo,#9.15 Ex 20.2; Dt 6.21; Jer 32.20-21. haciendo así famoso tu nombre desde aquellos días hasta hoy; pero nosotros hemos pecado y hemos hecho lo malo. 16Señor, sabemos que eres bondadoso. Por favor, aparta de Jerusalén tu ira y furor, porque ella es tu ciudad, tu monte santo. Toda la gente de las naciones vecinas se burla de Jerusalén y de tu pueblo, por culpa de nuestros pecados y de los de nuestros antepasados. 17Dios nuestro, escucha la oración y las súplicas de este siervo tuyo; por tu nombre, Señor, mira con amor la triste situación en que ha quedado tu templo. 18Atiende, Dios mío, y escucha; mira con atención nuestra ruina y la de la ciudad donde se invoca tu nombre. No te hacemos nuestras súplicas confiados en la rectitud de nuestra vida, sino en tu gran compasión.#9.18 Neh 9.17-19,27-28; Sal 51.1-4(3-6); 57.1-3(2-4); Is 54.8,10; Tit 3.5. 19¡Señor, Señor! ¡Escúchanos, perdónanos! ¡Atiéndenos, Señor, y ven a ayudarnos! ¡Por ti mismo, Dios mío, y por tu ciudad y tu pueblo, que invocan tu nombre, no tardes!”
Profecía de las setenta semanas
20»Yo seguí orando y confesando mis pecados y los de mi pueblo Israel, y presentando mis súplicas al Señor mi Dios por su monte santo. 21Mientras yo oraba, Gabriel,#9.21 Gabriel: Véase Dn 8.16 n. que se me había aparecido antes en la visión, vino volando a donde yo estaba. Era casi la hora de ofrecer a Dios el sacrificio de la tarde. 22Y me dijo:
»“Daniel, he venido ahora para hacerte entender estas cosas. 23En cuanto comenzaste a orar, Dios te respondió. Yo he venido para darte su respuesta, porque Dios te quiere mucho. Ahora, pues, pon mucha atención a lo siguiente, para que entiendas la visión:
24»”Setenta semanas#9.24 Los 70 años de Jer 25.11-12; 29.10 pasan a ser aquí setenta semanas de años, es decir, 70 x 7. La base para esta interpretación de la profecía parece encontrarse en Lv 25.1-4, donde se hace referencia a los años sabáticos, que son los que caen cada siete años, y en Lv 26.18, donde Dios amenaza con multiplicar por siete el castigo de los que se obstinan en no apartarse del pecado. han de pasar
sobre tu pueblo y tu ciudad santa
para poner fin a la rebelión y al pecado,
para obtener el perdón por la maldad
y establecer la justicia para siempre,
para que se cumplan#9.24 Para que se cumplan: Lit. para que sean selladas. El sello de las profecías es su cumplimiento, ya que así queda demostrada su autenticidad. Cf. Dt 18.21-22; Jer 28.9. la visión y la profecía
y se consagre el Santísimo.#9.24 Y se consagre el Santísimo: Lit. y sea ungido el Santo de los santos. Como en el v. 27 se habla expresamente de la profanación del santuario, parece muy probable que esta expresión se refiere a la purificación y nueva dedicación del templo de Jerusalén en tiempos de los Macabeos (165 a.C.). Cf. 1 Mac 4.36-58. Para conmemorar este gran acontecimiento, Judas Macabeo instituyó la fiesta de la Dedicación (heb. hanuká) que los judíos celebran cada año, a lo largo de una semana(cf. 1 Mac 4.59). Acerca de la unción con el aceite sagrado como rito de consagración, véase Sal 2.2 n.
25Debes saber y entender esto:
Desde el momento en que se ordene
restaurar y reconstruir Jerusalén,
hasta la llegada del jefe consagrado,
han de pasar siete semanas,
y las calles y murallas reconstruidas de Jerusalén
durarán sesenta y dos semanas,
pero serán tiempos de mucha angustia.
26Después de las sesenta y dos semanas
le quitarán la vida al jefe consagrado.#9.26 Este jefe consagrado (Lit. ungido) parece ser el sumo sacerdote judío Onías III, asesinado en el año 170 a.C. Cf. 2 Mac 4.30-38.
Jerusalén y el templo serán destruidos
por la gente de un rey que vendrá.#9.26 Un rey que vendrá: el monarca helenista Antíoco IV Epifanes, que reinó entre los años 175 y 163 a.C. y persiguió duramente al pueblo judío. Cf. 1 Mac 1.10-64. Véase la Tabla cronológica.
El fin llegará de pronto, como una inundación,
y hasta el fin seguirán la guerra y las destrucciones
que han sido determinadas.
27Durante una semana#9.27 Durante una semana: Las 70 semanas de años aparecen divididas en tres partes: un período de siete semanas (49 años, v. 25), un segundo período de sesenta y dos semanas (434 años, vv. 25-26), y una última semana, la más terrible de todas, que culmina con la ruina del perseguidor y con la liberación final del pueblo de Dios. Al término de estos últimos siete años se vislumbra la nueva era de justicia y de paz descrita en el v. 24. más,
él hará un pacto con mucha gente,
pero a mitad de la semana
pondrá fin a los sacrificios y las ofrendas.
Y un horrible sacrilegio#9.27 Un horrible sacrilegio: o bien, según la traducción más corriente, la abominación de la desolación (cf. Dn 11.31; 12.11). Esta expresión enigmática se refiere probablemente a la profanación del santuario por el rey Antíoco en el año 168 a.C. (cf. Dn 7.25), pero no se sabe con exactitud en qué consistió dicha profanación. Podría tratarse de una estatua de Zeus olímpico, el principal entre los dioses de la mitología griega, colocada en el Lugar Santo, o también, más probablemente, de un pequeño altar erigido sobre el altar de los holocaustos (cf. 1 R 8.64) y destinado a ofrecer sacrificios a ese dios. Cf. 1 Mac 1.54; 2 Mac 6.2; Mt 24.15; Mc 13.14. se cometerá
ante el altar de los sacrificios,#9.27 Ante el altar de los sacrificios: traducción probable. Heb. y sobre el ala.
hasta que la destrucción determinada
caiga sobre el autor de estos horrores.”»

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