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1 PEDRO INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN
1. Características generales
Este escrito, unánime y constantemente atribuido hasta el siglo XIX al apóstol Pedro, presenta de entrada todas las características de una carta, y de una carta cristiana. Comienza con la mención del remitente y de los destinatarios y con los habituales deseos de gracia y paz (1,1-2); en el cuerpo del escrito se incluyen varias indicaciones personales referidas tanto al remitente (1,8; 2,23-25; 5,1-2) como a los destinatarios (2,12.18.25; 3,1-5.13-17; 4,1-6.12-17); y el final es también inequívocamente epistolar (5,12-14).
Es una carta escrita, como confiesa el propio autor, para animar y asegurar (5,12), para exhortar y confirmar en la fe a los destinatarios que parecen estar pasando por momentos de prueba y dificultad. Tiene todas las apariencias de ser una carta circular que ha de ser leída públicamente en las asambleas litúrgicas; así lo sugieren las varias doxologías intercaladas en el curso de la carta (1,3-12; 4,11; 5,10-11). Escrita en un griego de buena calidad (las citas del AT están tomadas de la Biblia griega de los LXX), transmite una sensación tal de seguridad, de entusiasmo y de alegría, que el lector queda cautivado desde el primer momento. Es como un grito de esperanza para tiempos de inclemencia. Alguien ha escrito que es la carta que cabía esperar de aquel a quien Jesús había encomendado la misión de ayudar a los hermanos a permanecer firmes en la fe (Lc 22,32).
2. Marco histórico
Siguen siendo numerosos los biblistas que piensan en el apóstol Pedro como autor responsable personal de la carta. La habría redactado con la ayuda de Silvano (Silas) y tal vez de Marcos (5,12-13) poco antes el año 64 d. C., probablemente en Roma, a la que designaría con el nombre simbólico de Babilonia (5,13). Los argumentos en contra de tal atribución (la buena calidad del griego, los contactos con la teología paulina, un pretendido desconocimiento de la figura histórica de Jesús, una cristología bastante desarrollada y el ambiente de persecución generalizada contra el cristianismo que se reflejaría en la carta y que no habría tenido lugar hasta los tiempos del emperador Domiciano en la década de los 80) no parecen decisivos, aunque tampoco son desdeñables. En la hipótesis de la no autenticidad petrina, habría que pensar en alguien perteneciente a la “escuela” de Pedro que no muchos años después de la muerte de su maestro se dirige a una serie de iglesias cristianas con problemas; unas iglesias a las que intenta confortar manteniendo vivo el recuerdo y la tradición del apóstol Pedro. La cuestión está aún sin resolver.
En cualquier caso, se trataría de comunidades establecidas en zonas más bien rurales, no muy comunicadas entre sí, compuestas de gente sobre todo humilde —campesinos y pastores (2,18-25)— y oriunda en su mayor parte del paganismo (1,14.18; 4,3). Comunidades, sin embargo, que ya han adquirido una cierta familiaridad con la Escritura del AT y que, al menos en parte, podrían situarse en la órbita paulina. La mención del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia como regiones donde están asentadas las iglesias destinatarias de la carta (1,1), puede entenderse en sentido estricto, pero también como representación de un amplio círculo de cristianos que, dispersos en un ambiente hostil, viven una situación de inseguridad y de amenaza constante (2,11-12; 3,13-17; 4,1-6).
3. Contenido
A primera vista puede parecer que la primera carta de Pedro (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura 1 Pe) no aporta nada verdaderamente importante a la teología del NT. Si acaso, la consideración de los cristianos como sacerdocio consagrado, sacerdocio real (2,5.9) y el dato de la predicación de Jesucristo a los espíritus encarcelados (3,19). Pero si bien se mira, 1 Pe constituye una magnífica síntesis de la fe cristiana y de la conducta vinculada a dicha fe. De ahí el interés que actualmente despierta entre los comentaristas del NT.
En líneas generales puede decirse que el tema de la pasión-resurrección de Cristo constituye la clave doctrinal de la carta. Tanto literaria como teológicamente, este tema ocupa el centro de la exposición (3,18—4,11) e inspira el resto de las enseñanzas y exhortaciones del autor. Destacan particularmente dos textos cristológicos (2,21-25 y 3,18-22), que son como dos primitivos credos cristianos. Sobre ellos se hace gravitar la esperanza y casi la seguridad de poder superar cualquier clase de dificultades (3,13-17; 4,19-20) y de alcanzar la salvación definitiva (1,3-12; 5,10-11) mediante una vida libremente entregada al servicio de Dios (2,16) y de la comunidad humana (4,8-11). Este servicio, concretado en una vida santa (1,15-16), debe ejercerse en el seno de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios constituido en raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada (2,9), y compromete absolutamente a todos los cristianos cualquiera sea su condición o situación social (1,13-16; 2,18; 3,1-8; 5,1-3.5-7).
Y junto al tema de la pasión-resurrección de Cristo, destaca también el de la esperanza. Una esperanza que tiene su origen en Dios (1,3), que aspira a una herencia incorruptible e imperecedera en los cielos (1,4-5), que es fuente de una vida activa y comprometida (1,13) y que está en la raíz del optimismo y confianza que rezuma la carta (1,6-9; 3,14-15).
4. Estructura
Alternan en la carta breves exposiciones con exhortaciones más extensas, indicativos con imperativos; se repiten términos claves y se observa una cierta disposición simétrica del material. Aun reconociendo la dificultad para establecer una estructura concreta y bien definida, pueden señalarse los siguientes momentos principales de la carta:
— Saludo (1,1-2)
I.— UNA HERENCIA RESERVADA EN LOS CIELOS (1,3-12)
II.— UN NUEVO ESTILO DE VIDA (1,13—2,18)
III.— TRAS LAS HUELLAS DE CRISTO RESUCITADO (2,19—4,19)
IV.— CONSEJOS DIVERSOS (5,1-14)
PRIMERA CARTA DE PEDRO

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1 PEDRO INTRODUCCIÓN: BHTI

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