Ámense unos a otros como hermanos, y respétense siempre. Trabajen con mucho ánimo, y no sean perezosos. Trabajen para Dios con mucho entusiasmo. Mientras esperan al Señor, muéstrense alegres; cuando sufran por el Señor, muéstrense pacientes; cuando oren al Señor, muéstrense constantes. Compartan lo que tengan con los pobres de la iglesia. Reciban en sus hogares a los que vengan de otras ciudades y países. No maldigan a sus perseguidores; más bien, pídanle a Dios que los bendiga. Si alguno está alegre, alégrense con él; si alguno está triste, acompáñenlo en su tristeza. Vivan siempre en armonía. Y no sean orgullosos, sino traten como iguales a la gente humilde. No se crean más inteligentes que los demás. Si alguien los trata mal, no le paguen con la misma moneda. Al contrario, busquen siempre hacer el bien a todos. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todo el mundo. Queridos hermanos, no busquen la venganza, sino dejen que Dios se encargue de castigar a los malvados. Pues en la Biblia Dios dice: «A mí me toca vengarme. Yo le daré a cada cual su merecido.»
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