7-8 (8-9) Dios mío, cuando sacaste de Egipto a tu pueblo Israel y lo guiaste por el desierto, tan pronto llegaste al monte Sinaí, la tierra tembló y el cielo dejó caer su lluvia. 9 (10) Dios mío, tú enviaste abundantes lluvias y nuestras tierras volvieron a producir. 10 (11) Y en esa tierra vivimos; en la tierra que, por tu bondad, preparaste para los pobres. 11 (12) Tú, Dios mío, hablaste, y miles de mujeres dieron la noticia: 12 (13) «¡Huyen los reyes, huyen sus ejércitos!» Las mujeres, en sus casas, se reparten las riquezas que le quitaron al enemigo: 13 (14) objetos de plata y de oro. Pero algunos israelitas se escondieron entre el ganado. 14 (15) Cuando tú, Dios todopoderoso, hiciste que los reyes de la tierra salieran huyendo, lo alto del monte Salmón se llenó de nieve. 15 (16) Las montañas de Basán son montañas muy altas; las montañas de Basán son montañas majestuosas. 16 (17) Ustedes, altas montañas, ¿por qué ven con envidia la montaña que Dios ha elegido para vivir allí para siempre? 17 (18) Son miles los carros que Dios usa para la guerra; en uno de ellos vino del Sinaí para entrar en su santuario. 18 (19) Cuando tú, Dios y Señor, subiste a las alturas, te llevaste contigo a los presos, y te quedaste a vivir allí. ¡Todo el mundo, hasta los rebeldes, te dieron muchos regalos!
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