1 (3) Dios mío, tú eres todo bondad, ten compasión de mí; tú eres muy compasivo, no tomes en cuenta mis pecados. 2 (4) ¡Quítame toda mi maldad! ¡Quítame todo mi pecado! 3 (5) Sé muy bien que soy pecador, y sé muy bien que he pecado. 4 (6) A ti, y solo a ti te he ofendido; he hecho lo malo, en tu propia cara. Tienes toda la razón al declararme culpable; no puedo alegar que soy inocente. 5 (7) Tengo que admitir que soy malo de nacimiento, y que desde antes de nacer ya era un pecador. 6 (8) Tú quieres que yo sea sincero; por eso me diste sabiduría. 7 (9) Quítame la mancha del pecado, y quedaré limpio. Lava todo mi ser, y quedaré más blanco que la nieve. 8 (10) Ya me hiciste sufrir mucho; ¡devuélveme la felicidad! 9 (11) No te fijes en mi maldad ni tomes en cuenta mis pecados. 10 (12) Dios mío, no me dejes tener malos pensamientos; cambia todo mi ser. 11 (13) No me apartes de ti; ¡no me quites tu santo espíritu! 12 (14) Dame tu ayuda y tu apoyo; enséñame a ser obediente, y así volveré a ser feliz. 13 (15) A los pecadores les diré que deben obedecerte y cambiar su manera de vivir. 14-15 (16-17) Señor y Dios mío, Dios de mi salvación, líbrame de la muerte, y entre gritos de alegría te daré gracias por declararme inocente. Abre mis labios y te cantaré alabanzas. 16 (18) Yo con gusto te ofrecería animales para ser sacrificados, pero eso no es lo que quieres; eso no te complace. 17 (19) Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente. 18 (20) Trata con bondad a Jerusalén; vuelve a levantar sus murallas. 19 (21) Entonces recibirás con gusto las ofrendas que mereces, y en tu altar se presentarán toros en tu honor.
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