19 (20) Dios mío, tú eres mi apoyo, ¡no me dejes! ¡Ven pronto en mi ayuda! 20-21 (21-22) ¡Respóndeme, sálvame la vida! ¡No dejes que me maten! ¡No dejes que me despedacen! Mis enemigos parecen perros, parecen toros que quieren atacarme, parecen leones que quieren devorarme. 22 (23) Cuando mi pueblo se junte para adorarte en el templo, yo les hablaré de ti, y te cantaré alabanzas. 23 (24) Ustedes, pueblo de Israel, que saben honrar a Dios, ¡reconozcan su poder y adórenlo! 24 (25) Dios recibe a los pobres con los brazos abiertos. Dios no les vuelve la espalda, sino que atiende sus ruegos. 25 (26) Dios mío, solo a ti te alabaré; te cumpliré mis promesas cuando el pueblo que te honra se reúna para alabarte. 26 (27) Los pobres comerán y quedarán satisfechos; los que te buscan, Dios mío, te cantarán alabanzas. ¡Dales larga vida! 27 (28) Dios mío, desde países lejanos, todas las tribus y naciones se acordarán de ti y vendrán a adorarte. 28 (29) Tú eres rey y gobiernas a todas las naciones. 29 (30) Nadie es dueño de su vida. Por eso los que habitan este mundo, y los que están a punto de morir se inclinarán ante ti, y harán fiestas en tu honor. 30 (31) Mis hijos te rendirán culto; las generaciones futuras te alabarán, 31 (32) y los que nacerán después sabrán que tú eres justo y que haces grandes maravillas.
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