1 (1b) Dejemos que nuestra gente nos hable de las angustias que ha pasado desde su juventud: «Hemos pasado muchas angustias desde nuestra juventud, pero no han podido vencernos. El enemigo nos hirió la espalda; ¡nos hizo profundas heridas, como quien abre surcos con un arado! Pero Dios es justo y nos libró de los malvados». ¡Que sean derrotados y puestos en vergüenza todos los que odian a Jerusalén! ¡Que se marchiten como la hierba que crece en el techo de la casa! Esa gente es como la hierba, de la que no se ocupan ni los que la cortan ni los que la recogen. Cuando pasan, nadie los saluda; y si saludan, nadie les contesta.
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