Dios mío, yo nunca olvido tu palabra eterna, pues ella me da consuelo. Los orgullosos me ofenden; me molesta saber que esos malvados no siguen tus enseñanzas. Pero yo las cumplo sin falta. Poco tiempo estaré en este mundo, pero siempre diré que es buena tu enseñanza. Dios mío, por las noches pronuncio tu nombre; quiero seguir tus enseñanzas, pues es lo que me corresponde. Dios mío, tú eres todo lo que tengo; de todo corazón quiero obedecerte y agradarte. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! No dejaré pasar más tiempo: me he puesto a pensar en mi conducta, y he decidido seguir tus mandamientos. Los malvados quieren atraparme, pero yo no descuido tus enseñanzas.
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