Tus promesas me dan esperanza;
¡no te olvides de ellas!
Tus promesas me dan vida;
me consuelan en mi dolor.
Dios mío,
yo nunca olvido tu palabra eterna,
pues ella me da consuelo.
Los orgullosos me ofenden;
me molesta saber que esos malvados
no siguen tus enseñanzas.
Pero yo las cumplo sin falta.
Poco tiempo estaré en este mundo,
pero siempre diré
que es buena tu enseñanza.
Dios mío,
por las noches pronuncio tu nombre;
quiero seguir tus enseñanzas,
pues es lo que me corresponde.
Dios mío,
tú eres todo lo que tengo;
de todo corazón
quiero obedecerte y agradarte.
¡Cumple tu promesa y dame ánimo!
No dejaré pasar más tiempo:
me he puesto a pensar en mi conducta,
y he decidido seguir tus mandamientos.
Los malvados quieren atraparme,
pero yo no descuido tus enseñanzas.
A medianoche me levanto y te alabo
porque tus sentencias son justas.
Soy amigo de los que te adoran
y de los que te obedecen.
Dios mío,
tu amor llena toda la tierra;
¡enséñame tus mandamientos!
Dios mío, ¡trátame bien,
tal como lo has prometido!
Yo creo en tu palabra.
¡Dame más sabiduría e inteligencia!
Antes de que me castigaras,
estuve alejado de ti,
pero ahora obedezco tu palabra.
Tú eres bueno, y haces el bien;
enséñame a obedecer tus mandamientos.
Los orgullosos hablan mal de mí;
son gente que no tiene sentimientos.
Pero yo sigo tus enseñanzas
porque ellas me hacen feliz.
Estuvo bien que me hicieras sufrir
porque así entendí tus enseñanzas.
Para mí, ellas son de más valor
que el oro y la plata.
Tú me hiciste con tus propias manos;
¡hazme obedecer tus mandamientos!
Los que te adoran
se alegran al verme,
pues confío en tu palabra.
Dios mío,
yo sé que tus mandatos son justos,
y merezco que me castigues.
Ven con tu amor a darme ánimo,
pues soy feliz con tus enseñanzas.
Yo medito en ellas,
así que cumple tu promesa.
Avergüenza a esos orgullosos
que sin motivo me hacen daño,
haz que se junten conmigo
todos los que te adoran,
para que conozcan tus mandamientos.
Hazme entender tus enseñanzas,
para que yo no pase vergüenza.
La vida se me escapa,
la vista se me nubla,
esperando que cumplas tu promesa
de venir a salvarme,
pues yo confío en tu palabra.
Aunque ya estoy viejo y arrugado,
no me olvido de tu palabra.
Esos orgullosos y embusteros
que no siguen tus enseñanzas,
me ponen trampas.
¿Cuándo vas a castigarlos?
Casi han acabado conmigo,
pero yo obedezco tus mandamientos
porque son la verdad.
¡Dame tu ayuda!
¡Dame ánimo y te obedeceré,
pues tú eres un Dios de amor!
Dios mío,
tú eres eterno y siempre fiel.
Mientras el cielo y la tierra existan,
tu palabra permanecerá;
¡todo lo creado está a tu servicio!
Si tu palabra no me hiciera tan feliz,
¡ya me hubiera muerto de tristeza!
Jamás me olvido de tu palabra,
pues ella me da vida.
¡Sálvame, pues soy tuyo
y busco cumplir tus mandamientos!
Hay malvados que quieren matarme,
pero yo quiero entender tus enseñanzas.
Todo en este mundo acabará;
¡solo tu palabra no tiene fin!
¡Tanto amo tus enseñanzas
que a todas horas medito en ellas!
Siempre están conmigo,
y me hacen aún más sabio
que mis enemigos y mis maestros.
Hasta entiendo mejor que los ancianos,
porque las pongo en práctica.
Me he apartado de todo mal camino
porque quiero obedecer tu palabra.
No me he apartado de tu enseñanza
porque tú eres mi maestro.
Me das tanta sabiduría
que no soporto la mentira.
¡Tu palabra es para mí
más dulce que la miel!