Yo no les tengo miedo a los poderosos que me persiguen; solo tiemblo ante tu palabra. ¡Ella me hace más feliz que si encontrara un tesoro! Aborrezco la mentira; ¡no la soporto! Pero amo tus enseñanzas. Ellas son tan justas que no me canso de alabarte. Los que aman tu palabra disfrutan de mucha paz y no sufren ningún tropiezo. Dios mío, espero que me salves, pues amo tus mandamientos. Tú bien sabes que los cumplo de todo corazón.
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