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Salmos 119:113-165

Salmos 119:113-165 TLA

¡Déjenme solo, gente malvada! ¡Los odio porque no son sinceros! Pero a ti, Dios mío, te amo y quiero seguir tus enseñanzas. Tú me das refugio y protección; tus promesas me llenan de esperanza. Dame fuerza y seguiré con vida, tal como lo has prometido; ¡no defraudes mi confianza! ¡Ayúdame y ponme a salvo para que obedezca tu palabra! A los malvados de este mundo que desprecian tus enseñanzas no los quieres tener cerca; los tratas como a basura. De nada les sirve hacer planes malvados; yo, en cambio, obedezco tu palabra. Tiemblo de miedo en tu presencia; ¡tu palabra me hace temblar! Dios mío, ¡no me dejes caer en manos de mis enemigos! Yo hago lo que es bueno y justo; haz que siempre me vaya bien, y que no me molesten los orgullosos. La vista se me nubla esperando que cumplas tu promesa de venir a ayudarme. ¡Trátame con mucho amor, y enséñame tus mandamientos! Permíteme llegar a entenderlos, pues los quiero comprender. Dios mío, ya es hora de que actúes, pues nadie cumple tus mandatos. Prefiero tus mandamientos que tener muchas riquezas. Por eso los sigo y no soporto la mentira. ¡Tus enseñanzas son maravillosas! ¡Por eso las sigo fielmente! Cuando un maestro las explica, hasta la gente sencilla las entiende. Deseo conocer tus mandamientos; ¡me muero por entenderlos! Dios mío, ¡atiéndeme y tenme compasión como acostumbras hacerlo con todos los que te aman! Guíame, como lo has prometido; ¡yo quiero cumplir tus mandamientos! No dejes que me maltraten, ni me dejes caer en la maldad. Dame muestras de tu bondad y enséñame tus mandamientos. Me dan ganas de llorar cuando veo que nadie los cumple. Dios mío, tú eres justo y juzgas con rectitud. Los mandamientos que nos diste son justos y dignos de confianza. Mis enemigos me humillan pero yo no olvido tus enseñanzas. Me muero de enojo porque ellos no las cumplen. En cambio, yo las amo, pues son puras como oro refinado. Tú siempre actúas con justicia, y tus enseñanzas son verdaderas. Cuando estoy afligido y en problemas, tus mandamientos son mi alegría. Tus leyes son siempre justas; ¡dame entendimiento y vida! Dios mío, te llamo con todas mis fuerzas; ¡respóndeme, sálvame! ¡Quiero cumplir tus mandamientos! Muy temprano me levanto para pedirte que me ayudes, pues confío en tu palabra. Me paso la noche en vela meditando en ella. Dios mío, tú eres todo amor, ¡escúchame! Eres todo justicia, ¡dame vida! Cada vez siento más cerca a los que se han alejado de tus enseñanzas y procuran mi mal. Pero a ti, Dios mío, te siento cerca, y confío en tus mandamientos. Desde hace mucho tiempo conozco tu palabra; tú la estableciste para siempre. ¡Mira mi sufrimiento, y sálvame! ¡Yo no me olvido de tus enseñanzas! ¡Ponte de mi parte, y rescátame! ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! Dios mío, tú eres muy bueno; eres todo justicia. ¡Dame vida! Mis enemigos y perseguidores se cuentan por millares; ¡a esos malvados no los salvarás porque no siguen tus enseñanzas! No los soporto, porque no creen en tus promesas, pero yo siempre obedezco tu palabra. Dios mío, mira cuánto amo tus mandamientos; ¡por tu gran amor, dame vida! Todas tus palabras se basan en la verdad; todas ellas son justas y permanecen para siempre. Yo no les tengo miedo a los poderosos que me persiguen; solo tiemblo ante tu palabra. ¡Ella me hace más feliz que si encontrara un tesoro! Aborrezco la mentira; ¡no la soporto! Pero amo tus enseñanzas. Ellas son tan justas que no me canso de alabarte. Los que aman tu palabra disfrutan de mucha paz y no sufren ningún tropiezo.