Yo te busco de todo corazón
y llevo tu palabra en mi pensamiento.
Manténme fiel a tus enseñanzas
para no pecar contra ti.
¡Bendito seas, mi Dios!
¡Enséñame a obedecer tus mandatos!
Siempre estoy repitiendo
las enseñanzas que nos diste.
En ellas pongo toda mi atención,
pues me hacen más feliz
que todo el oro del mundo.
Mi mayor placer son tus mandatos;
jamás me olvido de ellos.
Yo estoy a tu servicio;
trátame bien, y cumpliré tus órdenes.
Estoy de paso en este mundo;
dame a conocer tus mandamientos.
¡Ayúdame a entender
tus enseñanzas maravillosas!
Todo el día siento grandes deseos
por conocerlas.
¡Qué lástima me dan
los que no cumplen tus mandamientos!
¡Tú reprendes a esos orgullosos!
No permitas que me desprecien
pues siempre obedezco tus mandatos.
Los poderosos hacen planes contra mí,
pero yo solo pienso en tus enseñanzas.
Ellas me hacen feliz,
y me dan buenos consejos.
Cumple tu promesa y dame ánimo,
pues estoy muy decaído
y el dolor me está matando.
Yo te conté mi vida,
y tú me respondiste.
¡Enséñame a cumplir tus mandatos
y a pensar solo en tus maravillas!
No me dejes decir mentiras;
¡por favor, enséñame tu palabra!
Dios mío, no me hagas quedar mal,
pues confío en tus mandamientos
y he decidido obedecerlos.
No me tardo en cumplirlos
porque me ayudaste a entenderlos.
Dios mío,
enséñame a cumplir tus mandamientos,
pues obedecerlos me hace feliz;
¡los cumpliré toda mi vida!
Aclara mi entendimiento,
y los seguiré de todo corazón.
Hazme pensar solo en tu palabra,
y no en las ganancias egoístas.
No me dejes seguir a dioses falsos,
pues quiero adorarte solo a ti.
¡Cumple tu promesa y dame ánimo!
Lo que más deseo es tu palabra.
Me asusta pensar
que mis enemigos me desprecien.
Ponme a salvo y dame ánimo,
pues tú eres un juez justo.
Dios mío,
muéstrame tu amor y sálvame,
tal como lo has prometido.
Así podré responder a mis enemigos.
Permíteme hablar con la verdad,
pues confío en tu palabra.
Puedo andar con toda libertad
porque sigo tus enseñanzas,
y siempre las cumpliré.
En la presencia de reyes
podré hablar de tus mandamientos
y no sentirme avergonzado.
Yo amo y deseo tu palabra,
pues me llena de alegría.
Tus promesas me dan esperanza;
¡no te olvides de ellas!
Tus promesas me dan vida;
me consuelan en mi dolor.
Dios mío,
yo nunca olvido tu palabra eterna,
pues ella me da consuelo.
Los orgullosos me ofenden;
me molesta saber que esos malvados
no siguen tus enseñanzas.
Pero yo las cumplo sin falta.
Poco tiempo estaré en este mundo,
pero siempre diré
que es buena tu enseñanza.
Dios mío,
por las noches pronuncio tu nombre;
quiero seguir tus enseñanzas,
pues es lo que me corresponde.
Dios mío,
tú eres todo lo que tengo;
de todo corazón
quiero obedecerte y agradarte.
¡Cumple tu promesa y dame ánimo!
No dejaré pasar más tiempo:
me he puesto a pensar en mi conducta,
y he decidido seguir tus mandamientos.
Los malvados quieren atraparme,
pero yo no descuido tus enseñanzas.
A medianoche me levanto y te alabo
porque tus sentencias son justas.
Soy amigo de los que te adoran
y de los que te obedecen.
Dios mío,
tu amor llena toda la tierra;
¡enséñame tus mandamientos!
Dios mío, ¡trátame bien,
tal como lo has prometido!
Yo creo en tu palabra.
¡Dame más sabiduría e inteligencia!
Antes de que me castigaras,
estuve alejado de ti,
pero ahora obedezco tu palabra.
Tú eres bueno, y haces el bien;
enséñame a obedecer tus mandamientos.
Los orgullosos hablan mal de mí;
son gente que no tiene sentimientos.
Pero yo sigo tus enseñanzas
porque ellas me hacen feliz.
Estuvo bien que me hicieras sufrir
porque así entendí tus enseñanzas.
Para mí, ellas son de más valor
que el oro y la plata.
Tú me hiciste con tus propias manos;
¡hazme obedecer tus mandamientos!
Los que te adoran
se alegran al verme,
pues confío en tu palabra.
Dios mío,
yo sé que tus mandatos son justos,
y merezco que me castigues.
Ven con tu amor a darme ánimo,
pues soy feliz con tus enseñanzas.
Yo medito en ellas,
así que cumple tu promesa.
Avergüenza a esos orgullosos
que sin motivo me hacen daño,
haz que se junten conmigo
todos los que te adoran,
para que conozcan tus mandamientos.
Hazme entender tus enseñanzas,
para que yo no pase vergüenza.
La vida se me escapa,
la vista se me nubla,
esperando que cumplas tu promesa
de venir a salvarme,
pues yo confío en tu palabra.
Aunque ya estoy viejo y arrugado,
no me olvido de tu palabra.
Esos orgullosos y embusteros
que no siguen tus enseñanzas,
me ponen trampas.
¿Cuándo vas a castigarlos?
Casi han acabado conmigo,
pero yo obedezco tus mandamientos
porque son la verdad.
¡Dame tu ayuda!
¡Dame ánimo y te obedeceré,
pues tú eres un Dios de amor!
Dios mío,
tú eres eterno y siempre fiel.
Mientras el cielo y la tierra existan,
tu palabra permanecerá;
¡todo lo creado está a tu servicio!
Si tu palabra no me hiciera tan feliz,
¡ya me hubiera muerto de tristeza!
Jamás me olvido de tu palabra,
pues ella me da vida.
¡Sálvame, pues soy tuyo
y busco cumplir tus mandamientos!
Hay malvados que quieren matarme,
pero yo quiero entender tus enseñanzas.
Todo en este mundo acabará;
¡solo tu palabra no tiene fin!
¡Tanto amo tus enseñanzas
que a todas horas medito en ellas!
Siempre están conmigo,
y me hacen aún más sabio
que mis enemigos y mis maestros.
Hasta entiendo mejor que los ancianos,
porque las pongo en práctica.
Me he apartado de todo mal camino
porque quiero obedecer tu palabra.
No me he apartado de tu enseñanza
porque tú eres mi maestro.
Me das tanta sabiduría
que no soporto la mentira.
¡Tu palabra es para mí
más dulce que la miel!
Tu palabra es una lámpara
que alumbra mi camino.
Cumpliré la promesa que te hice:
obedeceré tus justos mandamientos.
Dios mío,
¡ya es mucho lo que he sufrido!
Mi vida está siempre en peligro,
pero nunca olvido tus enseñanzas.
Los malvados me ponen trampas,
pero yo obedezco tus mandamientos.
Recibe con agrado
esta alabanza que te ofrezco,
y enséñame tu palabra.
Cumple tu promesa y dame ánimo.
Tus enseñanzas son mías;
¡son la alegría de mi corazón!
He decidido cumplirlas
para siempre y hasta el fin.
¡Déjenme solo, gente malvada!
¡Los odio porque no son sinceros!
Pero a ti, Dios mío, te amo
y quiero seguir tus enseñanzas.
Tú me das refugio y protección;
tus promesas me llenan de esperanza.
Dame fuerza y seguiré con vida,
tal como lo has prometido;
¡no defraudes mi confianza!
¡Ayúdame y ponme a salvo
para que obedezca tu palabra!
A los malvados de este mundo
que desprecian tus enseñanzas
no los quieres tener cerca;
los tratas como a basura.
De nada les sirve hacer planes malvados;
yo, en cambio, obedezco tu palabra.
Tiemblo de miedo en tu presencia;
¡tu palabra me hace temblar!
Dios mío, ¡no me dejes caer
en manos de mis enemigos!
Yo hago lo que es bueno y justo;
haz que siempre me vaya bien,
y que no me molesten los orgullosos.
La vista se me nubla
esperando que cumplas tu promesa
de venir a ayudarme.
¡Trátame con mucho amor,
y enséñame tus mandamientos!
Permíteme llegar a entenderlos,
pues los quiero comprender.
Dios mío,
ya es hora de que actúes,
pues nadie cumple tus mandatos.
Prefiero tus mandamientos
que tener muchas riquezas.
Por eso los sigo
y no soporto la mentira.
¡Tus enseñanzas son maravillosas!
¡Por eso las sigo fielmente!