Tú mereces alabanzas, Dios nuestro, y no nosotros; tú mereces alabanzas por tu amor y tu fidelidad. Las otras naciones preguntan en son de burla: «¿Qué pasó con su Dios?» ¡Pero tú estás en el cielo, y haces todo lo que quieres! Los ídolos de esas naciones son objetos de oro y plata; ¡son hechura humana! ¿Y qué es lo que tienen? Una boca que no habla, y ojos que no ven; orejas que no oyen, y narices que no huelen; manos que no tocan, y pies que no andan; garganta tienen, ¡pero no emiten ningún sonido! Iguales a esos ídolos son quienes los hacen y quienes confían en ellos. Israelitas, pongan su confianza en Dios; ¡él nos ayuda y nos protege! Sacerdotes, pongan su confianza en Dios; ¡él nos ayuda y nos protege! Y ustedes, que adoran a Dios, pongan en él su confianza; ¡él nos ayuda y nos protege! Dios se acuerda de nosotros y nos llena de bendiciones: Bendice a los israelitas, bendice a los sacerdotes, y bendice a quienes lo adoran, sean o no gente importante. ¡Que Dios añada bendiciones sobre ustedes y sobre sus hijos! ¡Que los bendiga Dios, creador del cielo y de la tierra!
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