El que es egoísta solo piensa en sí mismo y no acepta ningún consejo. Al tonto no le interesa aprender, sino mostrar lo poco que sabe. La maldad nunca llega sola; viene siempre acompañada de vergüenza y desprecio. Las palabras del sabio son fuente de sabiduría. ¡Qué malo es declarar inocente al malvado y no hacerle justicia al inocente! Cuando el tonto abre la boca, causa discusiones y pleitos. Cuando el necio abre la boca, pone su vida en peligro. ¡Qué sabrosos son los chismes, pero cuánto daño causan! El vago y el destructor, ¡hasta parecen hermanos! Dios es como una alta torre; hacia él corren los buenos para ponerse a salvo. El rico cree estar protegido, piensa que sus riquezas son como una ciudad con murallas donde nadie puede hacerle daño. El orgullo acaba en fracaso; la honra comienza con la humildad. Es muy tonto y vergonzoso responder antes de escuchar. Con ánimo se alivia al enfermo, pero no a quien está deprimido. El que es sabio e inteligente presta atención y aprende más. Con un regalo generoso todo el mundo te recibe; ¡hasta la gente más importante te abre sus puertas! El primero en defenderse alega ser inocente, pero llegan los testigos y afirman lo contrario. Los pleitos más difíciles hay que ponerlos en manos de Dios. Es más fácil derribar un muro que calmar al amigo ofendido. Cada uno recibe por sus palabras su premio o su castigo. La lengua tiene poder para dar vida y para quitarla; los que no paran de hablar sufren las consecuencias. Si ya tienes esposa, ya tienes lo mejor: ¡Dios te ha demostrado su amor! El pobre suplica; el rico insulta. Con ciertos amigos, no hacen falta enemigos, pero hay otros amigos que valen más que un hermano.
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