Queridos hermanos, quiero que sepan que lo que me ha pasado, más bien me ha ayudado a anunciar la buena noticia. Todos los guardias del palacio, y el resto de la gente, saben que estoy preso por servir a Cristo. Además, al saber que estoy preso, la mayoría de los hermanos se ha animado a anunciar el mensaje de Dios, sin miedo y con más confianza en el Señor Jesucristo. Es cierto que algunos anuncian la buena noticia porque de veras quieren ayudar: aman a Cristo y saben que Dios me ha dado la tarea de defender la buena noticia. En cambio, hay otros que lo hacen solo por competir conmigo, o porque me envidian. Y esos que me envidian no la anuncian con sinceridad; lo hacen porque son egoístas y solo quieren crearme más problemas aquí en la cárcel. Pero eso no importa; porque, sean sinceros o no, están anunciando el mensaje de Cristo, y eso me hace sentirme muy feliz. Y más feliz me sentiré cuando sepa que, por medio de las oraciones de ustedes, y con la ayuda del Espíritu de Jesucristo, pronto saldré de la cárcel. Espero firmemente no hacer nada que pueda avergonzarme. Al contrario, sea que yo viva o muera, quiero portarme siempre con valor para que, por medio de mí, la gente hable de lo maravilloso que es Cristo. Si vivo, quiero hacerlo para servir a Cristo, pero si muero, salgo ganando.
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