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Lucas 6:1-28

Lucas 6:1-28 TLA

Un sábado, Jesús y sus discípulos caminaban por un campo sembrado de trigo. Los discípulos comenzaron a arrancar espigas y a frotarlas entre las manos, para sacar el trigo y comérselo. Los fariseos vieron a los discípulos hacer esto, y dijeron: —¿Por qué desobedecen la ley? ¡Está prohibido hacer eso en el día de descanso! Jesús les respondió: —¿No han leído ustedes en la Biblia lo que hizo el rey David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre? David entró en la casa de Dios, tomó el pan sagrado, que solo los sacerdotes tenían permiso de comer, y se lo comieron él y sus compañeros. Yo, el Hijo del hombre, soy quien decide lo que puede hacerse, y lo que no puede hacerse, en el día de descanso. Otro sábado, Jesús fue a la sinagoga para enseñar. Allí estaba un hombre que tenía tullida la mano derecha. Los fariseos y los maestros de la Ley estaban vigilando a Jesús, para ver si sanaba la mano de aquel hombre. Si lo hacía, podrían acusarlo de trabajar en el día de descanso. Jesús se dio cuenta de lo que ellos estaban pensando, así que llamó al hombre que no podía mover la mano y le dijo: «Levántate, y párate en medio de todos.» El hombre se levantó y se paró en el centro. Luego Jesús dijo a todos los que estaban allí: «Voy a hacerles una pregunta: “¿Qué es correcto hacer en día de descanso? ¿Hacer el bien, o hacer el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?”» Y después de mirar a todos, Jesús le dijo al hombre: «Extiende la mano». El hombre la extendió, y la mano le quedó sana. Pero aquellos hombres se enojaron muchísimo y comenzaron a hacer planes contra Jesús. En aquellos días, Jesús subió a una montaña para orar. Allí pasó toda la noche hablando con Dios. Al día siguiente, llamó a sus seguidores y eligió a doce de ellos. A estos doce Jesús los llamó apóstoles. Ellos eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo y Tomás; Santiago hijo de Alfeo, y Simón, que era miembro del partido de los patriotas; Judas hijo de Santiago, y Judas Iscariote, el que después traicionó a Jesús. Jesús y los doce apóstoles bajaron de la montaña y se fueron a una llanura. Allí se habían reunido muchos de sus seguidores. También estaban allí muchas personas de la región de Judea, de Jerusalén y de las ciudades de Tiro y Sidón. Habían llegado para escuchar a Jesús y para que los sanara de sus enfermedades. Los que tenían espíritus malos también quedaron sanos. Todos querían tocar a Jesús, porque sabían que el poder que salía de él los sanaría. Jesús miró fijamente a sus discípulos y les dijo: «Dios los bendecirá a ustedes, los que son pobres, porque el reino de Dios les pertenece. »Dios los bendecirá a ustedes, los que ahora pasan hambre, porque tendrán comida suficiente. »Dios los bendecirá a ustedes, los que ahora están tristes, porque después vivirán alegres. »Dios los bendecirá a ustedes cuando la gente los odie o los insulte, o cuando sean rechazados y nadie quiera convivir con ustedes. La gente los tratará así solo porque me obedecen a mí, el Hijo del hombre. Siéntanse felices, salten de alegría, porque Dios ya les tiene preparado un premio muy grande. Hace mucho tiempo, su propia gente también trató muy mal a los profetas.» Jesús miró a los otros y les dijo: «¡Qué mal les va a ir a ustedes, los que son ricos, pues ahora viven cómodos y tranquilos! »¡Qué mal les va a ir a ustedes, los que tienen mucho que comer, porque pasarán hambre! »¡Qué mal les va a ir a ustedes, los que ahora ríen, porque sabrán lo que es llorar y estar tristes! »¡Qué mal les va a ir a ustedes, los que siempre reciben halagos! Hace mucho tiempo, su propia gente también halagó a los profetas mentirosos. »Escuchen bien lo que tengo que decirles: Amen a sus enemigos, y traten bien a quienes los maltraten. A quienes los insulten, respóndanles con buenas palabras. Si alguien los rechaza, oren por esa persona.