Si ustedes obedecen mis leyes y cumplen mis mandamientos, vivirán tranquilos en el país, la tierra les dará sus frutos, y ustedes disfrutarán de ellos hasta quedar satisfechos. »Seguramente ustedes se preguntarán: “¿Y qué vamos a comer durante el séptimo año, si no podemos sembrar ni recoger los frutos de la cosecha?” Pues bien, en el sexto año yo los bendeciré tanto que la cosecha bastará para los tres años siguientes. Así, en el octavo año, mientras ustedes estén sembrando, podrán comer del grano que hayan almacenado. Y lo mismo sucederá en el noveno año, mientras llega el momento de recoger la nueva cosecha. »Nadie debe vender de manera definitiva su propiedad familiar. La tierra es mía. Ustedes solo son mis huéspedes y están de paso en ella. »Si acaso compran un terreno, deberán reconocer que el propietario anterior tiene derecho a recuperarlo. »Si algún israelita queda en la miseria y se ve obligado a vender su propiedad, su pariente más cercano tiene el derecho de recuperarla por él, para que la propiedad vuelva a sus manos. Si no tiene ningún pariente cercano, y puede conseguir por sí mismo el dinero para recuperarla, deberá contar cuántas cosechas faltan hasta el siguiente año de liberación, y ese será el precio que deberá pagar. »Si el que vendió no tiene dinero suficiente para recuperar su propiedad, el que compró seguirá siendo el dueño de la propiedad hasta el año de liberación. En ese año, la propiedad quedará liberada, y el dueño original la recuperará.
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