¡Arrepiéntanse y vuelvan a mí,
pero háganlo de todo corazón,
y no solo de palabra!
Yo soy tierno y bondadoso,
y no me enojo fácilmente;
yo los amo mucho
y estoy dispuesto a perdonarlos”.
»¡Tal vez Dios decida perdonarnos!
¡Tal vez nos dé en abundancia
vino y cereal para las ofrendas!
»¡Toquen la trompeta en Jerusalén!
¡Que se reúna todo el pueblo!
¡Que vengan los ancianos y los niños,
y hasta los recién casados!
¡Que ayunen y se preparen para adorar a Dios!
¡Que vengan los sacerdotes,
los servidores de Dios!
Que se paren ante el altar,
y con lágrimas en los ojos
oren de esta manera:
“¡Dios nuestro,
perdona a tu pueblo!
¡No permitas que las naciones
nos desprecien y nos humillen!
No permitas que con tono burlón
nos pregunten:
‘¿Dónde está su Dios?’”
»Dios ama mucho a esta tierra,
por eso nos tendrá compasión
y nos responderá:
“Pongan mucha atención:
Voy a llenar sus graneros de trigo,
y sus bodegas de vino y de aceite.
No volveré a permitir
que las naciones los humillen.
A ese enemigo del norte,
que se atrevió a atacarlos,
lo arrojaré al desierto;
a los que venían al frente
los ahogaré en el Mar Muerto,
y a los que venían atrás
los ahogaré en el Mediterráneo.
¡Sus cadáveres despedirán mal olor!”
»Patria mía, ¡no tengas miedo!
Al contrario, llénate de gozo,
pues Dios hace grandes maravillas;
¡sí, Dios hace grandes maravillas!
»Bestias salvajes, ¡no tengan miedo!
Los campos se cubrirán de pasto,
los árboles se llenarán de frutos,
y habrá higos y uvas en abundancia.
»Ustedes, habitantes de Jerusalén,
¡hagan fiesta en honor de nuestro Dios!
En el momento justo
Dios nos enviará la lluvia,
como lo hacía en tiempos pasados.
Como prueba de su perdón,
hará que llueva en primavera,
así como llueve en invierno.
Así habrá una buena cosecha,
y tendremos gran abundancia
de trigo, vino y aceite.
»Dios habrá de devolvernos
todo lo que perdimos estos años
por culpa de los saltamontes
que él mandó contra nosotros.
Tendremos mucha comida,
y alabaremos a nuestro Dios
por todas las grandes maravillas
que ha hecho en favor nuestro».
Dios le dijo al profeta:
«Yo soy el Dios de los israelitas.
Yo vivo en medio de mi pueblo.
Ellos me reconocerán como su único Dios,
pues no hay otro como yo.
¡Y no volverán a ser humillados!
28 (3.1) »Cuando esto haya pasado,
les daré a todos mi espíritu:
hombres y mujeres hablarán de parte mía;
a los ancianos les hablaré en sueños
y a los jóvenes, en visiones.
29 (3.2) »También en esos tiempos
daré mi espíritu
a los esclavos y a las esclavas.
30 (3.3) »Daré muestras de mi poder
en el cielo y en la tierra:
habrá sangre y fuego,
y grandes columnas de humo.
31 (3.4) El sol dejará de alumbrar,
y la luna se pondrá roja,
como si estuviera bañada en sangre.
»Esto pasará antes de que llegue
el maravilloso día
en que juzgaré a este mundo.
32 (3.5) Pero yo salvaré
a los que me reconozcan como su Dios.
Mi templo está en Jerusalén,
y en esta ciudad vivirán
los que hayan escapado,
junto con mis elegidos.