Si en verdad fueran mis amigos, no me abandonarían, aunque yo no obedeciera a Dios. Pero ustedes, mis amigos, cambian tanto como los ríos: unas veces están secos, y otras veces se desbordan. Cuando la nieve se derrite, corren turbios y revueltos, pero en tiempos de calor y sequías se quedan secos y dejan de correr. »Ustedes se han portado conmigo como lo hacen los comerciantes de las ciudades de Temá y Sabá. Salen con sus caravanas, y al cruzar el desierto, se apartan del camino esperando encontrar los ríos. Al no hallarlos, se quedan confundidos y frustrados; pierden entonces la confianza y mueren. Lo mismo hicieron ustedes: vieron algo espantoso y se asustaron. »Yo no les pedí que vinieran, ni tampoco les pedí dinero para que me salvaran de mis malvados enemigos. Demuéstrenme en qué he fallado, y me callaré la boca. Si tuvieran razón, no me ofendería; ¡pero ustedes me acusan y no tienen pruebas! No me juzguen por mis palabras, hablo así pues estoy desesperado, y las palabras se las lleva el viento. ¡Ustedes son capaces de todo, hasta de vender a un huérfano y abandonar a un amigo! »Mírenme a los ojos, y díganme si soy un mentiroso. No sean injustos conmigo y dejen de juzgarme; reconozcan que soy inocente. No les he mentido. ¿Acaso creen que no sé distinguir entre la verdad y la mentira?
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