Dios le dijo al pueblo de Judá: «Supongamos que un hombre se divorcia, y que luego la que era su esposa se casa con otro hombre; ¿tú crees que el primer esposo volvería a casarse con esa mujer? ¡Claro que no! ¡Eso sería una vergüenza para el país! Entonces, ¿cómo es que tú pretendes volver conmigo? ¡Si tienes más dioses que los amantes que tiene una prostituta! Y esta es la pura verdad. »Mira hacia las colinas desiertas, y dime dónde no has adorado dioses extraños. Te sientas junto a los caminos, y te ofreces como prostituta a todos los que pasan. Con tu infidelidad has llenado de maldad el país. Por eso no llegan las lluvias, ni caen aguaceros en la primavera. No tienes vergüenza; eres peor que una prostituta. Hasta hace poco me decías que me querías como a un esposo, que yo era el novio de tu juventud. También me pediste calmar mi enojo, pero no hablabas en serio, pues seguiste haciendo lo malo».
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