En ese tiempo en que los israelitas no tenían rey, los de la tribu de Dan estaban buscando un lugar donde vivir. De todas las tribus de Israel, Dan era la única a la que todavía no se le había asignado ningún territorio. Por eso los de Dan eligieron de entre sus familias a cinco valientes de Sorá y Estaol, y en secreto los enviaron a explorar el territorio. Cuando llegaron a la zona montañosa de Efraín, pasaron la noche en la casa de Micaías. Estando allí, se dieron cuenta de que el joven sacerdote era de otro lugar, por su manera de hablar, y le preguntaron:
—¿Quién te trajo acá? ¿Qué estás haciendo? ¿Para qué viniste?
Él les explicó:
—Hice un trato con Micaías, y él me paga para que sea yo su sacerdote.
Entonces ellos le dijeron:
—Por favor, consulta a Dios por nosotros. Queremos saber si nos irá bien en este viaje.
Él les contestó:
—Pueden ir tranquilos, porque Dios los va a proteger.
Los cinco hombres salieron, y cuando llegaron a Lais encontraron que allí la gente vivía confiada y tranquila, pues tenía todo lo que necesitaba. Esa gente era de Sidón, pero como estaba lejos de su patria no se relacionaba con nadie. Cuando los que habían ido a explorar volvieron a Sorá y Estaol, sus compañeros les preguntaron:
—¿Cómo les ha ido?
Ellos les respondieron:
—¡Hay que atacarlos ya! Recorrimos toda la zona y vimos que la tierra es muy fértil. ¡Vamos, no se queden ahí sin hacer nada! ¡Hay que ir enseguida a conquistar esa tierra! Cuando lleguen, verán que la gente no sospecha nada. ¡Dios nos ha dado un territorio grande, donde hay de todo!
Entonces seiscientos hombres de la tribu de Dan salieron bien armados de Sorá y Estaol. Subieron y acamparon al oeste de Quiriat-jearim, en Judá, en un lugar que ahora se llama Campamento de Dan. De allí siguieron hasta la zona montañosa de Efraín, y llegaron a la casa de Micaías.
Los cinco hombres que habían explorado el territorio de Lais les dijeron a sus compañeros: «¿Sabían que en una de esas casas hay una imagen de madera y plata? También hay otras imágenes y una túnica sacerdotal. ¿Qué les parece?»
Todos se dirigieron hasta la casa de Micaías, y saludaron al joven sacerdote. Los seiscientos soldados de la tribu de Dan se quedaron a la puerta con el sacerdote, mientras que los cinco exploradores entraron en la casa y se llevaron las imágenes y la túnica. Cuando el sacerdote se dio cuenta de sus intenciones, les preguntó:
—¿Qué están haciendo?
Ellos le contestaron:
—¡Cállate! ¡No digas nada! Ven con nosotros y serás nuestro consejero y sacerdote. Es mejor ser sacerdote de toda una tribu israelita, que de la familia de un solo hombre, ¿no te parece?
Esto le pareció bien al sacerdote, así que tomó la túnica y las imágenes, y se fue con los de Dan. Al seguir su camino, pusieron al frente a los niños, el ganado y el equipaje. Ya se habían alejado bastante cuando Micaías salió con sus vecinos a perseguirlos. Cuando los de Dan oyeron los gritos, se dieron vuelta y le preguntaron a Micaías:
—¿Qué te pasa? ¿A qué vienen tantos gritos?
Micaías les contestó:
—¿Cómo se atreven a preguntarme qué me pasa? ¡Ustedes me han robado las imágenes que hice, se han llevado a mi sacerdote y me han dejado sin nada!
Entonces los de Dan le contestaron:
—¡Cuidado con lo que dices! ¡No nos levantes la voz! Algunos de nosotros podríamos perder la paciencia y atacarte, y morirías tú y tu familia.
Micaías se dio cuenta de que eran más fuertes que él, y se volvió a su casa. Los de Dan continuaron su camino.
Los de Dan se fueron a atacar a la ciudad de Lais, llevándose al sacerdote de Micaías y las imágenes que él había hecho. Lais estaba en el valle que pertenecía al pueblo de Bet-rehob, y allí la gente vivía tranquila y confiada, sin sospechar que iban a ser atacados. Sin embargo, los danitas los mataron a todos, y después incendiaron la ciudad. Y como los de Lais no tenían relaciones con nadie, y estaban lejos de su patria, nadie los ayudó. Después los danitas volvieron a edificar la ciudad y se quedaron a vivir allí, aunque le cambiaron el nombre. En vez de Lais, le pusieron por nombre Dan, en honor de su antepasado, que fue hijo de Jacob. Colocaron la imagen de madera y plata para adorarla, y nombraron sacerdote a Jonatán, que era descendiente de Guersón y de Moisés. Después los descendientes de Jonatán fueron sacerdotes de los danitas hasta los días del exilio. La imagen de Micaías estuvo allí todo el tiempo que el santuario de Dios permaneció en Siló.