Dios dijo: «Hagan lo que es justo y bueno porque pronto voy a mostrar mi poder salvador. Dichoso el que obedece mis mandamientos y los cumple con fidelidad. Dichoso el que respeta el día de descanso y nunca hace nada malo. »Si un extranjero me adora, no tiene por qué decir: “Dios me apartará de su pueblo”. El hombre que no puede tener hijos tampoco debe decir: “Yo parezco un árbol seco”. Porque si estos hombres respetan el día de descanso, si me obedecen y son fieles a mi pacto, yo les daré algo mejor que tener hijos e hijas: haré que el nombre de ellos quede grabado para siempre en los muros de mi templo. Les daré un nombre eterno que nunca será borrado. »A los extranjeros que me adoran, que respetan el día de descanso, y son fieles a mi pacto, yo los traeré a mi monte santo y los haré dichosos en mi casa de oración. Si esos extranjeros me adoran, me sirven y me aman, yo aceptaré los sacrificios que ofrecen sobre mi altar, porque mi casa será llamada: “Casa de oración para todos los pueblos”. »Yo haré que los israelitas que aún están fuera de su tierra vuelvan a reunirse en su país. Les juro que así será». Dios dijo: «Naciones enemigas, vengan y ataquen a mi pueblo; devórenlo como animales salvajes. »Ustedes, jefes de mi pueblo, deberían protegerlo como perros guardianes; pero parecen estar ciegos, no se dan cuenta de nada; parecen estar mudos, no hacen ni dicen nada; les gusta mucho dormir, se pasan la vida durmiendo y soñando. »Ustedes, jefes de mi pueblo, son como perros hambrientos que nunca se llenan. Son gente que no entiende nada, cada uno va por su camino, siempre detrás de sus ganancias. »Ustedes, jefes de mi pueblo, dicen
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