Dios me enseñó a obedecer, y no he sido rebelde ni desobediente. »No quité mi espalda a los que me golpeaban, ni escondí mis mejillas de los que me arrancaban la barba; ni me cubrí la cara cuando me escupían y se burlaban de mí. »Por eso, no seré humillado, pues es Dios quien me ayuda. Por eso me mantengo firme como si fuera una roca, y sé que no seré avergonzado. »Conmigo está el que me protege. Nadie puede acusarme de un delito. El que quiera acusarme, ¡que venga y se me enfrente! ¡El Dios todopoderoso es quien me ayuda! Nadie podrá condenarme. Mis enemigos desaparecerán como la ropa comida por la polilla. »Ninguno de ustedes teme a Dios ni obedece la voz de su fiel servidor. Caminan en la oscuridad, sin un rayo de luz, no confían en el único Dios. Al contrario, encienden fuegos y prenden antorchas; caminan a la luz de su propio fuego. Pero el Dios todopoderoso los castigará y los hará sufrir».
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