Cuando Dios castigue a nuestros enemigos, la gente de Judá entonará esta canción: «Tenemos una ciudad muy fuerte; Dios levantó murallas y fortalezas para protegernos. Abran los portones de Jerusalén, pues por ellos entrará un pueblo justo y fiel. Dios hará vivir en paz a quienes le son fieles y confían en él. »Dios es nuestro refugio eterno; ¡confiemos siempre en él! Dios castiga a los creídos y derrota a la ciudad orgullosa, para que la pisoteen los humildes y los pobres. »Dios nuestro, tú cuidas a la gente buena para que cumpla tus mandamientos. Por tus enseñanzas aprendemos a vivir; ellas nos hacen sentirnos seguros. Lo que más deseamos es obedecerte y adorarte. De día y de noche mi corazón te busca; cuando tú das una orden, todos aprenden a hacer lo bueno. »Dios nuestro, los malvados no aprenden a ser buenos aunque se les tenga compasión. Aunque estén entre gente buena, siguen actuando con maldad y no les importa que seas el Dios todopoderoso. Tú les tienes preparado su castigo, pero ellos ni siquiera se dan cuenta. ¡Demuéstrales cuánto nos amas, para que sientan vergüenza! ¡Destrúyelos con tu enojo! »Dios nuestro, tú nos aseguras la paz, y todo lo que hemos logrado ha sido por tu gran poder. »Dios nuestro, aunque otros dioses nos han dominado, tú eres nuestro único Dios.
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